Lecciones de periodismo inconforme, por Vázquez Montalbán
Un volumen recopila artículos del escritor como si fuesen parte de un único periódico para elucubrar pensaría del mundo actual
No es cierto que Manuel Vázquez Montalbán (Barcelona, 1939-Bangkok, 2003) tuviese tres máquinas de escribir preparadas siempre, con una hoja en blanco cargada en cada una de ellas, para lo que fuese que le apeteciese, o necesitase, escribir (poesía, novela, artículo). Solo tenía una. “Pero las letras acababan tan destrozadas que la cambiaba a menudo”, dice Daniel Vázquez Sallés, su hijo, que lo recuerda siempre escribiendo, y que admite que, lo que peor llevaba, era la marca. “La marca Montalbán era agotadora. Sentía, en todo momento, que no podía defraudar. Las expectativas eran altísimas. Sentía que no tenía descanso”. Se refiere a su periodismo, bautizado como “periodismo de permanencia” por Francesc Salgado, antólogo de La mirada inconformista (Literatura Random House), el último, pertinente y destilado recopilatorio de lo mejor y más “pegado a la actualidad” de la cosecha de Montalbán como articulista.
“Carvalho fue una necesidad”, prosigue Vázquez Sallés, que menciona episodios de alguno de los títulos protagonizados por el célebre detective canalla en los que “se venga” de incluso “críticos” de su obra. “El periodismo le exigía demasiado, se lo tomaba muy en serio, y la literatura era una válvula de escape”, insiste. También dice, sentado a una de las mesas del Casa Leopoldo, el restaurante del Raval barcelonés del que su padre fue asiduo, que siempre se consideró un poeta. El poeta con el mejor olfato para detectar aquello que la sociedad necesitaba que se le explicara con detenimiento. “Me preguntan a menudo qué habría pensado mi padre de la España de hoy, o de lo que está pasando en Cataluña, y yo les digo que no tengo forma de saberlo”, dice Vázquez Sallés. La mirada inconformista es, en parte, un intento de responder a esa pregunta.
Los artículos, organizados como si formasen parte de la edición de un periódico que solo incluyese textos firmados por él mismo, parecen haber sido seleccionados mirando de reojo la edición de cualquier periódico de hoy. “En la actualidad no hay nadie que escriba artículos que pudieran encajar en cualquier sección del periódico, desde Internacional a Deportes, Sociedad e incluso Obituarios”, apunta Salgado. Para el también periodista, profesor y experto en la obra de Montalbán, su figura de opinador universal, de pensador “respetado” por todos los sectores de la sociedad, es una figura “en extinción”, o casi por completo extinguida. “El uso de las redes sociales y la información hoy en día impide que una figura de tan marcado carácter como la de Manolo pueda imponerse en todos los ámbitos: hoy solo leemos aquello que reconfirma nuestra opinión, por poco formada que esté”, dice.
De ahí que considere clave la edición de este volumen, un deseo, como explicó el editor Miguel Aguilar, del fallecido Claudio López Lamadrid, que consideraba “necesaria” la publicación de un volumen “manejable” para acercar su periodismo “visionario” a los más jóvenes, y, en general, a los “no vazquezmontalbanianos”, a todo aquel que quiera entender el mundo de hoy a partir de su “lúcida mirada” a los “grandes vectores de la sociedad” en marcha en España desde el inicio de la Transición y más allá. Envejecen sus artículos, por supuesto, pero a una velocidad lentísima, dicen, consecuencia de su mirada historicista y transversal. “Él hizo realidad lo que la izquierda intelectual solo proclamaba: no solo reivindicar la cultura popular sino utilizarla para explicar el mundo”, coinciden en señalar el periodista y amigo Josep Cuní y el propio Salgado.
El texto La aznaridad, publicado en este periódico en 2002, por ejemplo, un texto “sin el que no podría entenderse la España no ya de ese momento sino también de hoy”, en palabras de Salgado, habla del fin de lo que él llamaba la Segunda Transición – “recordemos que siempre llamó a la Transición, el Transfranquismo”, apunta el antólogo – a partir de un evento tan “de revista del corazón” como la boda Aznar-Agag. El detonante “imperial-catolicista” le sirve a Vázquez Montalbán para lanzar envenenados dardos contra el entonces presidente del Gobierno y concluir, tras una brillante a la par que amena argumentación, que “la aznaridad es cejijunta y plana”, y así también, la España que trajo consigo su mandato. Por supuesto, ahí están también la Cataluña de Pujol “que tiene mucho que ver con la de hoy”, y su pasión por el Barça, además de un apartado “íntimo” en el que habla de sus allegados fallecidos. “Fue un pensador luminoso, lírico, fantástico”,“un motor” de la actualidad, que aún hoy, 16 años después de su muerte, “sigue vigente”, incide Salgado.
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