Cuando la filosofía llega a las manos
Hace un siglo Martin Heidegger inició una carrera docente que lo llevó a lo más profundo de la teoría y a lo más bajo de la práctica, marcada por su compromiso nazi
El 26 de septiembre de 1969 Martin Heidegger cumplió 80 años y Radio Baviera retransmitió una intervención de Hannah Arendt en la que esta aludió al pasado nazi del homenajeado. Taurus acaba de incluirla en La pluralidad del mundo, una antología de textos de la pensadora. De esa intervención ya existía una versión incorporada a la correspondencia entre maestro y discípula, publicada por Herder, pero cobra ahora un interés especial: en ella Arendt da casi tanta importancia a los 80 años que celebraba el filósofo como a los 50 que habían pasado desde que, en 1919, iniciara su “vida pública” como profesor. De hecho, su exalumna y examante se pregunta si la sensación que causó Ser y tiempo en 1927 hubiera sido posible sin el éxito que precedía a su autor como “rebelde” ante una enseñanza de la filosofía que hasta entonces solo tenía un efecto: el aburrimiento. De ahí la importancia que Arendt otorga al papel renovador que jugaron en la universidad alemana Edmund Husserl y dos de sus seguidores: Karl Jaspers y el propio Heidegger.
El azar quiso que seis meses antes de que el segundo celebrase su cumpleaños en Friburgo el primero muriese en Basilea. Fue Jaspers, director de la tesis doctoral de Arendt, quien formuló a Heidegger una famosa pregunta en 1933: ¿Cómo podría gobernar Alemania alguien “tan poco preparado” como Hitler? También la respuesta es famosa: “La cultura no importa. Mira sus maravillosas manos”. No volvieron a verse. Solo al final de la Segunda Guerra Mundial retomaron una correspondencia sin desperdicio publicada por la editorial Síntesis. Por momentos parece una novela de ideas; por momentos, una novela de terror. Una de las primeras cosas que hace Jaspers en 1949 es decirle a su amigo que ha recomendado a la comisión desnazificadora que le permita publicar pero no dar clases. Poco a poco la admiración intelectual que, pese a todo, continúa profesando a su condiscípulo se transforma en “espanto” ante su tono de “profeta”, propio de alguien, dice, que “huye de la realidad”. Justo la ceguera que ya lo había llevado al nacionalsocialismo.
Uno de los mejores análisis del triángulo Heidegger/Arendt/Jaspers se lo debemos a Mark Lilla, que en Pensadores temerarios (Debate) recuerda que “la verdad de los teoremas de Euclides no se ve afectada por el modo en que el geómetra tratase a sus sirvientes”. Cosa bien distinta es, añade, la relación entre teoría filosófica y práctica política. Algo que produce un vértigo especial cuando se trata de uno de los pensadores más influyentes de los tiempos modernos.
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