El hijo de Colón que reunió todo el saber del Renacimiento
El profesor Edward Wilson-Lee recupera en un libro la figura de Hernando Colón, que coleccionó 15.000 volúmenes en su biblioteca en el siglo XVI
Del carácter visionario de Cristóbal Colón, de su ambición colosal, han quedado testimonios tan importantes como la Historia del almirante don Cristóbal Colón, que escribió su hijo Hernando (Córdoba, 1488-Sevilla, 1539). De hecho, es a su último vástago, fruto de una relación extramatrimonial con la cordobesa Beatriz Enríquez de Arana, a quien le debemos casi todo lo que sabemos del gran descubridor.
Sin embargo, Hernando, que igualó a su padre en espíritu visionario y en la construcción de una gesta igualmente universal, continúa agazapado en el rincón olvidado de la historia. Ahora, el profesor de la Universidad de Cambridge Edward Wilson-Lee lo rescata en Memorial de los libros naufragados (Ariel), un libro que pone de relieve al que podría considerarse, en pleno Renacimiento, como uno de los precursores del big data o de Google; "el primero que cambió la forma de organizar el conocimiento, tanto por el carácter intuitivo con el que configuró la que fue la biblioteca privada más grande de la época, como por la manera como organizó la información, con la que rompió todos los paradigmas conocidos hasta el momento", asegura el profesor británico.
Junto a la puerta de Goles, en la margen derecha del Guadalquivir, hacia 1530, Hernando Colón construyó una casa para albergar hasta 15.000 volúmenes con los que pretendía emular la gesta paterna: "Colón no quería llegar a Las Indias, sino encontrar una ruta para dar la vuelta a la Tierra. Hernando, por su parte, también encontró en su proyecto una forma de cerrar el mundo, a través del dominio de la información. En ambos casos, se trató de proyectos con vocación universal", asegura Wilson-Lee. Gran parte de su vida puede explicarse por su deseo de ser digno hijo de su padre, al que adoraba. "Aunque conviene tener en cuenta —matiza el autor— que era un padre en cierto modo creado por Hernando, quien fue moldeando lenta y deliberadamente nuestra memoria colectiva de Colón hasta convertirlo en el hombre que hoy conocemos", apunta Wilson-Lee en el libro.
Quienes visitaran la residencia del hijo del almirante —donde también albergó el jardín botánico más extenso de Europa, con especies llegadas de las Américas que aún hoy se pueden rastrear en la capital hispalense— debieron sentirse abrumados por el más extraño de los panoramas: Hernando Colón no solo se afanó en la colección de libros de todo tipo, sino que atesoró cientos de folletos, baladas impresas en una sola página destinada a las paredes de las tabernas, música impresa y todo tipo de estampas —la mayor colección jamás reunida—. En ellos, Hernando apuntaba dónde y cómo habían sido adquiridos, la fecha e incluso la hora de la compra, a menudo anotaba también dónde y cuándo lo leyó, si conoció o no a su autor, si era un regalo o cuánto le había costado. Sin embargo, "para Hernando estas cosas no tenían precio porque lo acercaban a su objetivo de crear una biblioteca que lo abarcara todo, con el fin de convertirse en universal en un sentido nunca imaginado hasta entonces", añade el profesor.
Como curiosidad histórica, otra de las grandes sorpresas de la biblioteca de Hernando Colón a ojos de quienes pudieran haber sido sus visitantes fue la disposición de los libros. Es el hijo extramatrimonial del almirante quien dispone por primera vez en la historia los volúmenes de pie, visibles desde sus lomos de manera vertical en cajas de manera especialmente diseñadas para ello. "A un observador moderno este tipo de estanterías le resultan tan familiares que les pasan inadvertidas, pero quienes visitaban entonces la biblioteca veían por primera vez estanterías de este tipo", asegura el autor.
A su muerte, Hernando Colón fue protagonista de otro hecho insólito: nombró heredero de su fortuna, no a una persona, sino a su maravillosa creación bibliófila. Y aunque a pesar de sus designios a lo largo de los años y siglos posteriores la biblioteca se fue fragmentando, al principio se conservó al completo en el convento de Santa Paula, después de que la heredara su sobrino Luis, “un hombre poco interesado en los libros y ciertamente débil por las cuestiones de la carne, que fue incluso encarcelado por bigamia”, apunta Wilson-Lee. “Muchos de los libros fueron sospechosos en tiempos de la Reforma: unos estaban escritos en hebreo y otros, en árabe. Los fondos fueron saqueados sucesivamente”, pero todavía se conservan hoy reunidos 4.000 volúmenes en la Biblioteca Colombina, una institución alojada en un ala de la catedral de Sevilla, "donde todo es silencio y mármol impoluto como en un mausoleo", recuerda el profesor. Esta es solo una fracción de los libros que constituyeron la inmensa biblioteca hernandina, pero "a pesar de estas depredaciones, es una joya, más que suficiente para reconstruir la vida de un hombre extraordinario con toda clase de detalles, de un modo casi inconcebible para la mayoría de sus coetáneos", asegura el autor de Memorial de los libros naufragados.
A Wilson-Lee este libro le ha permitido "reunir en un solo hombre todo lo importante que ocurrió en esa época, en el Renacimiento, la Reforma y los descubrimientos". Porque no hay que olvidar que, junto a su afán bibliófilo, Hernando Colón fue un importante cosmógrafo, una persona polifacética en todos los aspectos, capaz, en la línea de los humanistas italianos, de trabajar con brillantez en varios campos. Acompañó a su padre en su cuarto viaje a América, viajó con su hermano Diego, también almirante, y su posición le permitió acceder a multitud de personas destacadas.
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