Incitación al aburrimiento
Serra puede ser un cineasta audaz, pero también un artista exasperante, sin más discurso que la provocación
Antes de que llegaran la igualdad y la fraternidad solo existía la libertad. La de algunos, la de los de arriba. Los privilegios, el despilfarro, la provocación, la lujuria, la humillación. ¿La libertad o el libertinaje?
LIBERTÉ
Dirección: Albert Serra.
Intérpretes: Helmut Berger, Marc Susini, Baptiste Pinteaux, Iliana Zabeth.
Género: drama. España, 2019.
Duración: 133 minutos
“Y los crueles, tras quitarme de mi sitio, me arrastraban ya hacia el árbol indicado, sin emocionarse ni por mis gemidos ni por mis lágrimas […]. Sus ligas, sus pañuelos, todo sirvió y en un minuto fui cruelmente amarrada”, escribió el marqués de Sade en Los infortunios de la virtud.
En su última obra, Albert Serra, provocador vocacional, ha unido el estado prerrevolucionario, el de 1773, a Francia y también a Alemania, con el espíritu prohibido, turbador, de salvaje incitación, del Sade escritor. Liberté, pulcra y barroca, es una obra radical en lo narrativo que, sin embargo, solo desprende el misterio que pretende en sus primeros y en sus últimos minutos. El resto, procaz, con un núcleo central de dos horas de lascivia y azotes, de explicitud sexual depravada y violenta, apunta una egolatría y un regocijo que, desde su debut en el año 2006 con la insólita Honor de cavalleria, parece ir asociada a Serra, incluso más como personaje público que como artista.
Bosques, quejidos, latigazos, oscuridad, hermosos cuerpos de mujer, pútridos cuerpos de hombre, fluidos, carnes sebosas, vergas flácidas, maquillajes ridículos, pieles peludas, bocas infectas, halitosis, besos negros, lluvias doradas. Todo ello filmado por Serra con autenticidad y deleite, en planos cortos, con detalle. Por momentos, los menos, con apuntes de hermosura. Sin embargo, no hay graduación en la provocación. Lo que hay es desmesura y cierta soberbia.
Hija bastarda de Saló, o los 120 días de Sodoma, Liberté, Premio Especial del Jurado en la sección Una cierta mirada del Festival de Cannes, apunta a alegoría política pero no le alcanza. Su estudio de la decadencia, protagonizado además por Helmut Berger, bello adonis en La caída de los dioses, El retrato de Dorian Gray y Luis II de Baviera, hoy viejo decrépito, se antoja insolente y desvergonzado (y eso en el cine son dos halagos), pero también vanidoso y redundante (y ahí no). La turbiedad, que puede ser atractiva en el arte, puede tornarse vacuidad si la impostura asoma entre el desafío. Y eso le acaba ocurriendo a la película, unida a una instalación en el Museo Reina Sofía, Personalien, donde Serra reflejaba una noche de cruising en un bosque, y nacida de una obra de teatro, igualmente titulada Liberté, estrenada en la Volksbühne de Berlín en 2018, donde enfrentaba, como en la película y con la misma trama (si es que se puede hablar de trama en una de sus obras), el puritanismo con el libertinaje.
Serra puede ser un cineasta audaz, como ya demostró en la excelente La muerte de Luis XIV, pero también un artista exasperante, sin más discurso que la provocación. Y Liberté, salvo en su comienzo y en su final, bellamente tenebrosos, aburre más que incita.
Babelia
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