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George W. Bush se estrena como pintor en Washington

Retratos de Valor expone en el Centro Kennedy la obra del expresidente sobre las marcas visibles e invisibles de los veteranos de guerra

Yolanda Monge
El sargento DeWitt Osborne posa junto a su retrato.
El sargento DeWitt Osborne posa junto a su retrato.OLIVIER DOULIERY (AFP)

El presidente que inició dos guerras que se han cobrado más de 5.000 bajas mortales en las filas del Ejército de Estados Unidos empezó a pintar con brocha fina tras abandonar la presidencia. Parece ser que George W. Bush se inició en la afición a los lienzos después de leer el ensayo escrito por Winston Churchill Pintar como un pasatiempo, publicado allá por 1948, después de que las urnas expulsaran del poder al primer ministro británico a pesar de haber guiado a su país durante la Segunda Guerra Mundial.

Desde el pasado lunes 7 de octubre y hasta el 15 de noviembre, para que las fechas incluyan el día 11 del mes que viene, cuando se celebra en Estados Unidos el día de los Veteranos, The Reach, la nueva ala de 175 millones de dólares añadida al Centro Kennedy para las Artes acoge en una de sus mejores salas la exposición Retratos de Valor. El subtítulo de la exposición no se lee todos los días en un certamen de arte: Tributo de un Comandante en Jefe a los Guerreros Americanos. Retratos pintados por el presidente George W. Bush. Ni todos los días el Kennedy acoge la obra de un expresidente, lo que no está exento de polémica.

Hay quien dice que Bush comenzó a pintar retratos de soldados heridos en las batallas como una forma de expiación tras enviar como comandante en jefe a las tropas estadounidenses a Irak y Afganistán después de los atentados del 11 de Septiembre. Pero también hay quien apunta que para haber purgación ha tenido antes que haber arrepentimiento, haber aceptado una culpa. Eso no ha ocurrido.

Visitantes en la exposición de Bush.
Visitantes en la exposición de Bush.OLIVIER DOULIERY (AFP)

Para el cabo del Ejército Joshua Michael, quien perdió su brazo y su pierna izquierda en Afganistán en 2010 y hoy puede ver su rostro en un retrato colgado en las paredes del Kennedy Center, no se trata de si Bush es culpable o no. En su opinión, Bush hizo lo que tenía que hacer. No en vano le tocó el papel de ser el jefe máximo de las tropas después del 11-S.

La afición por la pintura del presidente 43 de la nación fue de dominio público en 2013 después de que sus trabajos -que incluían autorretratos- fueran colgados en la red por un pirata informático. Desde entonces, el expresidente republicano ha ido evolucionando y dejando atrás los retratos de prominentes figuras políticas para centrar su arte en los recipientes de un Instituto que lleva su nombre y patrocina programas para veteranos de guerra.

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Sus profesores de pintura -que los ha tenido- instruyeron a Bush en la técnica conocida como impasto, la aplicación de espesas pinceladas de pintura sobre el lienzo, de modo que el volumen y la forma de las pinceladas quedan visibles y generan un efecto tridimensional y una textura añadida. El rostro de Ramón Padilla; el de Timothy John Long; Kent Graham Solheim; el de Lesli Zimmerman … Así hasta 97 semblantes, 95 de hombres y dos de mujeres, a los que el antiguo mandatario ha querido rendir tributo.

En algunas de las pinturas, las heridas después de la batalla son obvias, visibles: una prótesis suple al brazo ya inexistente; lo mismo sucede con una mano, una pierna... Otras heridas no son evidentes al ojo humano, son las cicatrices sin cerrar que la batalla ha dejado en los soldados en forma de estrés post traumático, es la dificultad para reincorporarse a la vida civil tras haber vivido la lucha en primera persona.

Las imágenes de estos veteranos del Ejército son también un libro que fue un best seller en 2017 y que ahora está agotado en la sala de exposiciones de Washington en su tercer día de apertura al público. La muestra ha estado en muchos museos alrededor de Estados Unidos. Que haya recalado en el Kennedy de la capital de la nación ha provocado el reproche del prestigioso crítico de arte del diario The Washington Post Philip Kennicott, quien considera que Bush no es un mal artista pero no merece estar en el Centro Kennedy, y menos en la puesta de largo de su multimillonaria nueva ala.

Al debut de la exposición asistieron muchos de los conmemorados en los retratos. Y como en todas las aperturas de Retratos de Valor, el expresidente no asistió al estreno. Bush no quiere ser la estrella. Por eso tampoco firma estas obras. Deja que hablen por él los hombres y mujeres que mandó a la guerra.

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Sobre la firma

Yolanda Monge
Desde 1998, ha contado para EL PAÍS, desde la redacción de Internacional en Madrid o sobre el terreno como enviada especial, algunos de los acontecimientos que fueron primera plana en el mundo, ya fuera la guerra de los Balcanes o la invasión norteamericana de Irak, entre otros. En la actualidad, es corresponsal en Washington.

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