Los Emmy certifican la diversidad creativa
Según los galardones de los últimos años, el paradigma moral de las series del siglo XXI podría estar cambiando
¿Luz u oscuridad? ¿Humanismo o nihilismo? ¿Continuidad o ruptura? Dos series extraordinarias, ganadoras de tantísimos premios, se despedían ayer por todo lo alto en una ceremonia de los premios Emmy que parecía estar destinada a rendirles homenaje. Pero la industria televisiva es consciente de la necesidad del relevo generacional. Y, junto con él, el paradigma moral de las series del siglo XXI —según los galardones de los últimos años— podría estar cambiando.
Desde el punto de vista de la artesanía, Juego de tronos y Veep son excelentes; ambas han demostrado, además, una extraordinaria capacidad para generar entusiasmo y controversia entre sus fans y sus haters, pero ambas proponen universos moralmente terribles, donde priman la ambición y el cinismo. Aunque sus dos protagonistas femeninas lleguen al poder absoluto a través de caminos divergentes, tanto Selina Meyer como Daenerys Targaryen acaban en la soledad más espantosa y en el fracaso. La maravillosa Señora Maisel —que ganó el año pasado como mejor comedia— y Fleabag —que ha arrasado este año— dibujan, en cambio, horizontes de cierto optimismo. Las soledades de Midge y de Fleabag no son destructoras, sino autoafirmativas. Si se impusiera su cosmovisión —que en la categoría de drama solamente está respaldada por la insistencia de la lacrimógena y entrañable This is Us y que no alientan los premios a Ozark y a Succession—, después de dos décadas de historias violentas y distópicas, existiría la posibilidad de que la tercera comience con un poco de esperanza.
Una de las mejores series de 2019 ha desarrollado precisamente esa tensión: en Years and Years el flashforward incesante permite ver qué podría ocurrir a partir del Brexit y construye una oposición fuerte entre populismo neofascista y guerrilla hacker y utópica. A juzgar por esta 71ª edición de los Emmy —de hecho— el Brexit ya se ha consumado en la industria de la televisión. No hay más que ver el protagonismo absoluto de Chernobyl y de Fleabag; constatar la cantidad de otras producciones del Reino Unido que también han sido premiadas (Killing Eve, Black Mirror: Bandersnatch, A very English Escandal); o recordar que ese fenómeno incomparable llamado Juego de Tronos ha sido interpretado con acento y talento británicos.
La confusión entre comedia y drama —o vicerversa— ha sido también evidente tanto en las nominaciones de una categoría como en las de la otra: Killing Eve y Succession son al mismo tiempo obras dramáticas y comedias muy negras; y Muñeca rusa y Fleabag destilan amargura y analizan con humor triste los mecanismos del duelo. No en vano, aunque reímos o al menos sonreímos con Transparent, en nuestro recuerdo es sobre todo un drama, sino una tragedia.
Desde que vi hace meses Love, Death & Robots, cuyo capítulo La testigo ha ganado el premio a mejor cortometraje en un programa de animación, me he estado preguntando qué es exactamente ese invento de Netflix. ¿Una serie o miniserie de animación? ¿Una serie antológica de minicapítulos de animación? ¿Un ejercicio de curación o selección de cortometrajes aunados por el tema? Y hoy, leyendo la lista de premiados, me he dado cuenta de que en realidad es esencialmente una lista de reproducción.
Y que ése es el destino de los premios Emmy, como de casi todo nuestro consumo cultural. En las plataformas se reunirán en una misma sección las series premiadas, para ser vistas —precisamente— en serie. Muchos televidentes disfrutarán durante las próximas semanas de las obras que no han visto de la selección que proponen las distinciones más importantes de la tele. No es casual que el periodismo cultural haya adoptado con tanto entusiasmo durante los últimos años el formato de la lista, mientras los premios de todo tipo potenciaban la repercusión mediática de las nominaciones: la tecnología estaba desarrollando en paralelo las estrategias para convertirlas en reproducciones encadenadas.
Pero al mismo tiempo que los Emmy premiaban el innovador o sintomático formato de Love, Death & Robots, el galardón para el mejor capítulo de una serie de animación era para Los Simpson, que lleva 30 años en antena. Porque el signo de nuestros tiempos es la coexistencia. Mundos claustrofóbicos y universos luminosos. Comedia y drama y comedia dramática y drama cómico. HBO y Netflix (y Amazon y tantas otras). Talento estadounidense y británico en un mismo ecosistema anglosajón. Obras consolidadas y novedades emergentes. La televisión y el resto de las omnívoras pantallas.
Jorge Carrión es escritor. Su último libro es Contra Amazon (Galaxia Gutenberg).
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