El retablo de ida y vuelta de Josep Lluís Sert
Ramona Longás, viuda del arquitecto, donó en 1985 varias obras de arte a Barcelona, cumpliendo la voluntad de su marido
Tras abandonar España al final de la guerra civil e instalarse en Estados Unidos, Josep Lluís Sert (1902-1983), uno de los arquitectos más destacados del siglo XX, construyó por medio mundo edificios tan bellos como sobrios y sencillos realizados con materiales baratos y respetando siempre el entorno. Desde bloques de pisos a viviendas unifamiliares, embajadas, pabellones como el de la República para la Exposición de París de 1937, centros de arte como la Fundación Maeght, junto a Niza, y la Fundación Joan Miró de Barcelona. También las viviendas que construyó para él y su inseparable mujer, Ramona Longás, Moncha. Primero en Long Island, cerca de Manhattan y desde 1958, después de ser nombrado, tras la dimisión del mítico Gropius, decano de la Facultad de Diseño de la Universidad de Harvard, en Cambridge, Massachusetts, una casa que pronto fue considerada ejemplo de arquitectura racionalista, conceptual y moderna.
Sert llenó esta vivienda que levantó como si fuera una domus romana alrededor de tres patios interiores con una estudiada colección de obras de arte firmadas por amigos como Joan Miró, Calder, Le Corbusier, Fernand Léger y André Masson; pero también de arte precolombino y antigüedades, como un impresionante retablo gótico del siglo XV. Según María del Mar Arnús, autora de Sert(t) arquitecto (Anagrama, 2019), el “arquitecto compró este retablo de la escuela aragonesa de San Juan Bautista como homenaje a Moncha que era maña”. En las fotografías en las que la pareja muestra su casa en revistas de arquitectura se ve la obra presidiendo el enorme comedor que acogió las múltiples y famosas fiestas y recepciones que daban a sus amigos y en las que Moncha sorprendía con una de sus exquisitas paellas.
En 1982, después de que a Sert le diagnosticaran un cáncer, la pareja decidió volver a Barcelona después de haber donado gran parte de su colección de arte al Fogg Museum de Harvard: seis obras de Miró, tres de Léger, dos de Le Corbusier y un juego de ajedrez de Alexander Calder, según enumera Arnús. Pero hubo obras que los Sert no entregaron a Harvard, como el retablo que tras la muerte del arquitecto, su viuda donó a la ciudad de Barcelona, en concreto al Museo de Arte de Barcelona, hoy MNAC, donde se conserva. Junto al retablo, la compañera del arquitecto entregó también a la Fundación Joan Miró dos obras, Femme, que Miró pintó y dedicó a la pareja en octubre de 1974 con unas emotivas palabras “A Moncha y Josep Lluís, de tot cor” como puede leerse en el reverso de la tela y Composición, una obra de 1935 firmada por su viejo amigo Léger.
Pero Moncha no estuvo sola en esta operación de retorno de las obras. Le ayudaron personas como el arquitecto Jaume Freixa, alumno y colaborador de Sert desde que estudio un máster de Harvard; una relación que le llevó a que el gran arquitecto lo nombrara uno de sus tres albaceas al morir en marzo de 1983. “Tot aixó tornarà, me decía Sert sobre estas obras, mientras recordaba que ya había donado a la Fundación Miró El Corcovado, una enorme escultura de Calder”, explica Freixa, que ha presidido la fundación barcelonesa dedicada a Miró entre 2009 y marzo de este año.
Freixa recuerda que la operación que comenzó en 1984 no estuvo exenta de problemas. “Moncha empezaba a tener problemas de memoria, pero firmó la autorización para transportar las obras a Barcelona desde Boston. Pero Charles Haar, de la Harvard Law School, un poco torpe, se equivocó en la documentación y cuando las obras llegaron a Barcelona permanecieron varios meses en un contenedor del puerto. Cuando un inspector abrió por fin el contenedor y se vio que había dos cajas que contenían estas obras llamaron a Ainaud de Lasarte [director de los Museos de Arte de Barcelona] y rápidamente se puso en contacto conmigo”, recuerda.
En la documentación de esta operación que se conserva en el archivo de la Fundación Joan Miró puede verse la carta de Haar (apoderado en Estados Unidos de Moncha) dirigida al abogado Juan Raventós Pascual (el apoderado en España) en el que se dice como las obras llegaron en dos cajas, una con las dos pinturas y otra con el retablo dividido en las seis tablas, una operación y transporte que costó 650 dólares. También cómo, en enero de 1985, la Fundación aceptó la donación que hizo Ramona Longa “en memoria de su marido”. Un tercer documento conservado, fechado el 23 de mayo de 1985, hace referencia a la donación de “un altar-tríptico” en “memoria de su esposo” al Museo de Arte de Barcelona. En el MNAC aseguran que no hay ningún documento sobre esta entrega.
El retablo dedicado a San Juan Bautista (de 209 por 185 centímetros) se conoce desde que lo diera a conocer en 1941 el gran experto norteamericano, Chandler R. Post, cuando estaba en manos de un anticuario madrileño, Juan Lafora. Post lo atribuyó al Maestro de Siresa o a su círculo. En 1971, otro gran estudioso, Josep Gudiol, lo atribuyó al Maestro de Belmonte, una adscripción que comparten expertos como Albert Velasco en un reciente trabajo centrado en este pintor del gótico final aragonés, mientras que otros, como Guadaira Macias, mantienen que esta obra fue realizada por un maestro anónimo aragonés.
De lo que no hay duda es que Sert compró solo una parte del retablo, porque antes había sido partido en dos y separado el cuerpo y la predela, la parte inferior. Según Velasco, la compra ocurrió con posterioridad a 1950, ya que existe una imagen de ese año en el Instituto de Arte Hispánico en el que aparece entero. Según Velasco, fue el anticuario Maragall el que vendió en la Sala Parés el retablo a Sert y la predela a Ricardo Viñas Geis, un fabricante de telas bibliófilo y amante de los tejidos antiguos. La predela estuvo en manos de la familia de Geis hasta hace unos años que la volvió a sacar al mercado. Desde entonces la tiene Palau Antiguitats por lo que existe la posibilidad, si se adquiere, de que el retablo vuelva a recuperar su identidad primigenia, algo harto excepcional en este tipo de obras que acaban siempre fragmentadas en cada una de las tablas para venderse mejor.
Pero desde el MNAC seguramente no están por esta labor. Desde que Moncha donó el retablo en 1985 al museo jamás se ha expuesto y permanece en la reserva, quizá porque se trate de una producción aragonesa, como la generosa mujer de Sert.
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