La llama que no cesa
Rancapino Chico abre en Flamenco on Fire un apartado dedicado a las sagas familiares en el flamenco
Padres, hijos o viceversa, y a veces longevas estirpes que se pierden un siglo atrás, algo muy habitual en el mundo del flamenco, donde la tradición oral y la cadena familiar han tenido siempre un valor y un prestigio esenciales. A ese fenómeno tradicional ha querido prestar especial atención la VI edición del festival Flamenco on Fire, que se celebra en Pamplona y que arrancó el martes con las entradas agotadas en todos sus apartados. Por la tarde, para la actuación de Sara Baras en el auditorio Baluarte, hacía tiempo que se habían acabado los billetes y lo mismo ocurrió en el Ciclo Nocturno con la actuación de Rancapino Chico.
Alonso Núñez, Rancapino Chico, es uno de esos vástagos que velan para conservar la tradición familiar, la manera de entender y hacer el cante o el baile, aunque inevitablemente evolucionados. Su padre, del mismo nombre, cantaor reconocido y también muy popular en su día por sus andanzas juveniles con Camarón de la Isla en su Cádiz natal, especialmente en la mítica venta de Vargas de San Fernando, quiso subirse al escenario del hotel Tres Reyes para dar un empujón al hijo con unas palabras que expresaban su filosofía del cante.
Rancapino padre, que también había actuado por la mañana en otro espacio, recordó que hay gente que canta muy bien, pero que no pellizca al público. Y pidió a su hijo que cantara sintiéndolo. “El cante tiene que doler”, le dijo con emotivas palabras.
Rancapino Chico desgranó los temas de su primer disco, Por mi amor al arte, con esa voz velada, recortada, característica también de su padre, pero muy flamenca y valorada por los aficionados: soleares, alegrías, fandangos, seguiriyas, bulerías y otros estilos, con los que llegó a provocar el entusiasmo del público en varias ocasiones.
Pero el certamen está repleto este año de sagas familiares, dedicado como está a las generaciones, los mitos y las promesas. En este mismo ciclo nocturno podremos ver al bailaor El Farruquito, hermano de Farruquito e hijo y nieto de farrucos; o a María Terremoto, hija y nieta de terremotos, míticos cantaores jerezanos. Repartidos en los diversos espacios podremos ver, juntos y por separado, a Tomatito y a su hijo, el también guitarrista José del Tomate; a Ramón el Portugués y a su vástago Paquete. Y, por supuesto, no faltará la familia Carmona. Pepe Habichuela, el último patriarca de una saga histórica de tocaores y embajador del festival actuará solo o junto a su hijo Josemi y este, a su vez, en solitario y con el renacido grupo Ketama, que esta noche de miércoles actuará en el Baluarte.
Precisamente, Josemi Carmona, hablando de la fructífera relación entre padres e hijos, comentó que, sin duda, su padre, Pepe Habichuela, es su "maestro". "Él me ha transmitido las ganas de aprender por más que sepa". Pero también el propio Habichuela, que vive una segunda juventud, aclamado por los músicos jóvenes, comenta que él aprende de los guitarristas nuevos. "Y eso —comenta su hijo Josemi— es lo más increíble y maravilloso en él, las ganas que tiene de aprender siempre, por larga y fructífera que sea su carrera. Algo que siempre me ha transmitido".
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