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Crítica | 'La casa de verano'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Regreso a la autoficción

Valeria Bruni Tedeschi dirige y protagoniza una película en la que su personaje es de nuevo un transparente disfraz para hablar de sí misma

Una imagen de Anna, personaje interpretado por la propia directora y guionista de la película, Valeria Bruni Tedeschi.
Una imagen de Anna, personaje interpretado por la propia directora y guionista de la película, Valeria Bruni Tedeschi.

En dos momentos de La casa de verano, Anna, nuevo alter ego autoficcional que se ha construido la actriz, directora y guionista Valeria Bruni Tedeschi, intenta contar qué película quiere hacer y no lo consigue. Uno de esos relatos frustrados tiene lugar ante una comisión del Centro Nacional de Cinematografía, presidida por la mirada perpleja del documentalista Frederick Wiseman, que parece no saber muy bien por qué se le ha convocado. No tarda en ser evidente que la película que quiere hacer Anna es la que finalmente ha hecho Valeria Bruni Tedeschi, que, con su cuarto largometraje de ficción, suma una pieza más a la indagación impúdica sobre su propia vida que han ido construyendo películas como Es más fácil para un camello… (2003) y Un castillo en Italia (2013).

LA CASA DE VERANO

Dirección: Valeria Bruni Tedeschi.

Intérpretes: Valeria Bruni Tedeschi, Valeria Golino, Riccardo Scamarcio, Noémie Lvovsky.

Género: comedia, Francia, 2018

Duración: 127 minutos.

Anna es una nueva modulación de Federica y de Louise Rossi Levi, los personajes que Bruni Tedeschi encarnó en esos trabajos previos: el transparente disfraz para hablar de sí misma, y no tomarse excesivamente en serio, en tanto que oveja negra con aspiraciones creativas y sensibilidad a flor de piel en el seno de una familia obscenamente rica. En La casa de verano, la directora aporta, no obstante, llamativas variantes: si los anteriores trabajos estaban marcados por un desbordante exhibicionismo que siempre encontraba el contrapeso de su innegable carisma, aquí Bruni Tedeschi opta por ser personaje secundario de su propia vida, concediendo un mayor protagonismo al resto de la familia aristocrática, descrita con un trazo grueso caricaturesco que no sienta muy bien al conjunto, y dando voz y visibilidad a ese servicio doméstico al que, sin duda, la cineasta cree estar dedicando un gesto renoiriano sin reparar en que le queda condescendiente.

La ruptura sentimental con Louis Garrel –figura que aquí intenta canalizar Riccardo Scamarcio- impulsa este relato que también aborda la idea de la culpa de quien utiliza su vida y sus circunstancias como materia prima de la ficción. A Valeria Bruni Tedeschi le ha salido una película visiblemente descuajeringada, que, eso sí, culmina con una brillante idea (felliniana) de puesta en escena entre la neblina de la autorrepresentación.

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