Mecano o cuando la nostalgia ya no es lo que era
Nacho Cano, integrante del exitoso trío español, regresa a los escenarios en el Sonorama Ribera para recuperar sin ninguna emoción el cancionero del grupo
La nostalgia ya no es lo que era. Cierto que la actriz Simone Signoret tituló así sus memorias, pero no es menos verdad que en estos tiempos de retromanía cada vez cuesta más estar a la altura del recuerdo, ese maldito mosquito rondando por nuestras cabezas, tan recurrente en el mundo de la música con tantos regresos y revivals. El sábado quedó demostrado. Nacho Cano intentó revivir el recuerdo de Mecano en el Sonorama Ribera pero, como esa lluvia fina que empezó a caer al comienzo de su concierto, hizo agua.
Su concierto, programado en uno de los escenarios principales y anunciado como el plato fuerte del festival, se convirtió en un vacuo ejercicio de nostalgia. No fue malo, aunque mucho menos fue uno realmente bueno. La expectación era grande porque el inmenso recuerdo mandaba, pero todo transcurrió con una corrección desesperante desde que Alberto Jiménez de Miss Caffeina saltó junto a Nacho Cano y el resto del grupo, al que acompañaba un amplio coro, a cantar Héroes de la Antártida y El 7 de septiembre. Fue un arranque excesivamente descafeinado. Sin descarrilar escandalosamente al menos, la cosa pocas veces mejoró.
Subido en lo alto de una torre y rodeado de teclados, como si estuviera en una nave espacial, Nacho Cano regresó a los escenarios tras tantos años fuera de ellos para recuperar el cancionero de Mecano, grupo que fundó en los primeros ochenta y que llegó a ser la banda más grande del pop español en el último cuarto del siglo XX. Un auténtico mastodonte con resonancias imbatibles en la memoria colectiva a estas alturas de la película, tanto en España como en Latinoamérica, donde el grupo aún conserva el envidiable estatus de fenómeno intergeneracional. Se separaron en 1998 y no se ha vuelto a saber nada de ellos.
Mecano, ese trío exitoso e irrepetible formado por el propio Nacho Cano, su hermano José María y Ana Torroja, fueron la consolidación más alta, por fama y por duración, de la desinhibición juvenil tras la dictadura franquista en España. Se colaron por la puerta de atrás de la Movida madrileña, pero abrieron en la trastienda una impresionante senda para una juventud eufórica, ávida de emociones y diversión fácil. Tenían menos calidad compositiva que coetáneos como Radio Futura, Gabinete Caligari o Nacha Pop, pero su simplicidad de tecno-pop ochentero, tan masticable como un chicle de fresa, funcionó mejor que todo lo demás. Llegaron más alto. Y cuánto. Ni mejor ni peor, pero todo el éxito Mecano tampoco significa que fueran avanzadillas artísticos.
Fueron como una golosina y, como tal, el Sonorama quiso recuperar su recuerdo amable -y en ocasiones demasiado azucarado- en una nueva jugada más de este festival desprejuiciado. Las machadas del Sonorama, el mayor escaparate de la música indie española en la actualidad, son conocidas: Raphael, el Dúo Dinámico, Camela… Todas funcionaron antes en mayor o menor medida. Sin embargo, a la de anoche, a la de revivir eso que fue Mecano, le faltó emoción, ya no digamos éxtasis. Hubo público entregado, sí, pero también mucho ni fu ni fa. Y el sonido fue endeble, malo.
Por mucho esfuerzo y admiración de los artistas invitados, hubo momentos simplones e insípidos como cuando salió Rafael Sánchez de La Unión a cantar Sildavia o Lobo hombre en París, o Gabriel de la Rosa de Shinova con Barco a Venus o Javiera Mena con No controles. Mejoró, sin lanzar cohetes, cuando salió Zahara a interpretar Un año más o Santi Balmes de Love of Lesbian con La fuerza del destino.
Nacho Cano empezó con chupa de cuero, luego pasó a la camiseta sin mangas y acabó a pecho descubierto. Se le veía feliz y vivo en un escenario que le recordaba que hizo historia con Mecano. Amante del budismo zen, musculado y con su melena alocada en continuo movimiento, tuvo anoche en el Sonorama su momento. Bien, pero ayer y a 2019, hubo mucho más que celebrar en el festival -y en España- con los conciertos que dieron Nacho Vegas, Zahara y Carolina Durante, tres propuestas de generaciones distintas, posteriores a Mecano, muy menores en éxito millonario, pero que hoy por hoy nos invitan más y mejor a recordar por qué la música, eso llamado pop o rock, son artefactos de glorioso presente, sin nostalgias baratas, con mucho más diente.
Babelia
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