“No me importan los fans de Oasis”
Noel Gallagher, que actuó en el Mad Cool con su banda High Flying Bird, arremete contra su hermano Liam y se burla de quienes creen que volverá la banda que le dio al fama
Noel Gallagher (Manchester, 52 años), el que fuera cerebro y alma de Oasis, uno de los grupos más grandes de la década de los noventa, ha lanzado un EP titulado Black Star Dancing (PIAS). El título proviene de Blackstar,el último disco de David Bowie, pero no porque sea un homenaje, sino porque no tenía estribillo, se quedó mirando su colección de vinilos y sus ojos se posaron sobre el lomo de este álbum.
Así funciona el Gallagher mayor, un tipo que afirma disfrutar cada vez menos tocando la guitarra. “Se nota en esa canción. Los otros dos EP que lanzaré este año son similares. Toco cada vez más el bajo, compongo con él y salen cosas interesantes, Además, soy un bajista jodidamente bueno. Si alguien necesita uno, que me llame”, afirmó el pasado día 11 en Madrid, horas antes de actuar en el festival Mad Cool ante una nutrida armada de fans de su exbanda que escucharon seis temas de aquella época.
El resto fueron canciones de sus discos al frente de Noel Gallagher’s High Flying Birds, muy alejados, no solo en el tiempo, sino también en idiosincrasia, de Oasis. “No me importan los fans de Oasis. No creo que debas, como artista, darle siempre a la gente lo que quiere. Si haces eso, la cultura popular muere. Mira, nadie quería a Jimi Hendrix o a los Sex Pistols. En 1961 nadie dijo: ‘Necesitamos urgentemente a The Beatles’. Si seguir tus instintos significa que haya gente a la que le gustaba lo que hacías y no lo que haces ahora, pues vale”.
En estos meses, Gallagher ha perdido el interés por la guitarra a favor de sonidos, digamos, más rítmicos o incluso sintéticos. Lo que no ha perdido es su rabia. Esta puede manifestarse contra jóvenes promesas como Lewis Capaldi, al que ha llamado Chewbacca, tal vez su más acertada descripción de otro artista desde que calificara a Robbie Williams de “bailarín gordo”. Tampoco escapa de su ira, o desdén, Taylor Swift. “¿A quién le importa Taylor Swift? ¿Que quiere recuperar los másters de sus temas? Pues vale. ¿Cómo se llama el tipo al que se los reclama? ¿Scooter Braun? Ese nombre es falso, nadie se llama así. Eso ha sido generado por algún algoritmo”.
Eso sí, a la hora de disparar, su objetivo preferido sigue siendo Liam Gallagher, su hermano. “Ha hecho un documental”, informa con sarcasmo. “¿Que si lo he visto? No. Pero me han dicho que es muy divertido, hilarante. Siempre es gracioso ver cómo alguien reinventa la historia”.
La manera que tiene el compositor, cantante y guitarrista de gestionar lo que le molesta alcanza su forma más cercana a la perfección cuando se le pregunta sobre los rumores alrededor de un posible retorno de Oasis, la banda que lideró junto a su hermano. “Nunca nadie me ha dicho nada sobre una reunión de Oasis. Ningún fan me lo ha preguntado. Bueno, eso no es del todo cierto. Los taxistas de Londres sí me lo preguntan bastante. A veces, parece que soy la única persona del mundo que no se entera de que Oasis está a punto de volver. Joder, nadie me escucha. Es tremendo. Viene alguien de la prensa y me dice: ‘Oasis volverán un día’. Respondo que no, no es cierto. Y me insisten: ‘Sí, sí volverán’. ¿Qué mierda es esa? ¡Acabo de decir que no! Así funciona el mundo. Por eso los filmes de los Vengadores son los más exitosos de la historia cuando es la peor saga jamás rodada. Eso pasa porque en un mundo que cambia todo el rato se busca algo que resulte familiar”.
Es complicado ser Noel Gallagher hoy en día. Más que nada, porque, desde la política británica (“Los que votaron por el Brexit están todos chalados”) hasta las nuevas generaciones (“Tengo una hija adolescente que no deja el maldito móvil”), todo es susceptible de provocarle un conflicto. Incluso que la gente le rinda homenaje.
“Mira, te voy a contar la peor tortura a la que he sido sometido nunca”, arranca. Silencio en la sala. Habla el jefe: “Estaba en un hotel tras tocar en un festival. Llegué a la habitación a las 2 de la madrugada y la gente de la habitación de al lado tenía una guitarra. ¡Empezaron a tocar mis canciones! Al cabo de un buen rato tuve que llamar a recepción y decirle a la mujer que estaba ahí que ya eran las 5 de la mañana y había gente en la habitación contigua tocando música muy alta y no podía descansar. Me preguntó en qué habitación estaba yo. Le dije: ‘Eso no importa’. ‘¿Es usted el señor Gallagher?’, preguntó. ‘Joder, sí soy yo’, contesté. Toda esta conversación mientras se oía de fondo a alguien cantar Don’t Look Back in Anger muy mal y con la letra equivocada. Estuve a punto de levantarme, picar a la puerta y gritarles: ‘¡¡¡Whatever tiene un segundo verso, cabrones!!!’. Entonces, oí como la mujer les llamaba a la puerta y les pedía que dejaran de tocar. ¿Y qué hicieron entonces? ¡Pusieron un puto CD de Oasis!”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.