Limpio y rapidísimo séptimo encierro de los novatos toros de La Palmosilla
Solo dos heridos por contusiones craneales leves y ninguno por asta de toro
Dos heridos por contusiones craneales de carácter leve y ningún corneado por asta de toro es el positivo balance de urgencia del séptimo encierro de San Fermín —el más tranquilo en lo que va de feria, según los servicios médicos—, protagonizado por los toros gaditanos de La Palmosilla, debutantes en Pamplona y triunfadores del ciclo, pues han batido el récord de velocidad —la carrera ha durado dos minutos y doce segundos—, han permitido bonitas carreras y no han hecho sangre entre los mozos.
Han quedado claros tres supuestos; primero, que los toros La Palmosilla proceden de un noble linaje, en el sentido de que su bondadosa procedencia los aleja de la fiereza y la peligrosidad de otros encastes; segundo, que se les ha notado, y muy bien, que son animales perfectamente entrenados en el campo para la olimpiada sanferminera. Han corrido como auténticos atletas, se han abierto paso a codazos entre los corredores, pero su obsesión era alcanzar la meta en el mejor tiempo posible; y tercero, y el más importante, cuando los toros mandan y dirigen la carrera y los cabestros pasan a un segundo plano, el espectáculo gana en vistosidad y emoción, que es de lo que se trata.
Ha sido, quizá, la carrera más interesante de las vividas hasta ahora y no ha sido necesaria la intervención de los servicios sanitarios, lo que da la razón a los muchos mozos que defienden el protagonismo del toro y la necesidad de que permitan correr delante de ellos.
Esta mañana ha vuelto la verdadera tradición y los valientes que se han adentrado en el recorrido han podido dar rienda suelta a sus intenciones heroicas.
Se notaba que era fin de semana y el número de corredores era muy superior al de los días anteriores. Y se ha notado además que entre los actuantes abundaban los expertos, por las emocionantes carreras que se han podido vivir delante de los veloces toros gaditanos.
Una mañana más, los cabestros impusieron su veteranía en el inicio de la Cuesta de Santo Domingo y tomaron la cabeza antes de alcanzar a los primeros humanos; pero San Fermín es muy duro y ya se les nota el cansancio, de modo que los jóvenes atletas venidos desde la provincia de Cádiz pronto le ganaron la delantera. Así, cuando aún subían la larga pendiente y antes de enfilar la plaza del Ayuntamiento, hasta tres toros dirigían la manada, a los que se les unió un cuarto cuando se acercaban a la curva de Mercaderes-Estafeta.
Iban a tal velocidad los cuatro que a punto estuvieron de chocar —hubiera sido la primera vez este año— contra los tablones que marcan el ángulo de noventa grados, pero allí estaba el líquido antideslizante para evitarlo. Uno de los de negro tuvo un traspié momentáneo, pero pronto recuperó la verticalidad que le imponía su amor propio.
Atestada de corredores aparecía la calle de Estafeta, la manada unida, pero desgajada y los toros siempre en cabeza. La ya extraña circunstancia fue aprovechada por los más valientes mozos para meterse entre los pitones, escuchar su roce caliente en las camisas, empujar la espalda del compañero para exigirle un acelerón, y jugar, a la postre, con el riesgo que entraña la carrera.
Hubo caídas, inevitables ante la velocidad de los toros y los muchos corredores, atropellos, resbalones, zancadillas y pequeños montones, especialmente en el túnel de entrada a la plaza.
Pero la carrera terminó felizmente, con los toros en los corrales, tan panchos y con la boca cerrada, señal inequívoca de la capacidad pulmonar que han conseguido con el entrenamiento en el campo, y los mozos exhaustos y felices por haber vivido, sanos y salvos, una carrera como las de antes.
En fin, que los novatos toros de La Palmosilla, tan nobles ellos, han dado la sorpresa. Bienvenidos, pues, a Pamplona, y ojalá esta tarde se comporten como toros bravos, nobles y encastados.
Más información
Aquí puede consultar un gráfico con el recorrido, menos de un kilómetro de tensión y carreras por las calles de Pamplona.
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Babelia
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