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Muere João Gilberto, padre de la ‘bossa nova’, a los 88 años

El cantante y guitarrista, que alumbró el estilo musical que Brasil exportó después al mundo, lleva años alejado de los focos carcomido por las deudas y problemas familiares

João Gilberto en 2008 en un concierto en Río de Janeiro.
João Gilberto en 2008 en un concierto en Río de Janeiro. WILTON JUNIOR (Estadao )

João Gilberto, el hombre que revolucionó la música brasileña con la invención de la bossa nova que después fue exportada a todo el mundo y se convirtió en una seña nacional, ha fallecido este sábado a los 88 años, según ha informado su hijo Marcelo Gilberto en Facebook. “Mi padre ha fallecido. Intentó mantener la dignidad ante la pérdida de su soberanía. Doy las gracias a mi familia (a mi lado de la familia) por estar ahí junto a él”, ha escrito en inglés el hijo, que vive en Estados Unidos. La causa de la muerte del cantante y guitarrista no ha sido divulgada. Gilberto será velado este lunes en el teatro municipal de Río de Janeiro.

Nacido en Juazeiro, estado de Bahía, de joven emigró a Río de Janeiro, donde junto a Tom Jobim y Vinicius de Moraes crearon aquel nuevo estilo de música, una fusión refinada de samba y jazz. Más que el resultado sonoro, bossa nova se convirtió en un estilo, un movimiento, simbolizando a Río de Janeiro desde mediados del siglo XX y con la Chica de Ipanema, regrabada más de 200 veces en todo el mundo como gran icono. Gilberto concluyó a principios de los sesenta el trío de discos con los que el nuevo estilo se presentó al mundo, Chega de saudade (1959), O amor, o sorriso e a flor (1960), y João Gilberto (1961).

“Cada cien años aparece uno, y cada 25 años, un discípulo. Ese uno es João. Y las pléyades de discípulos que él formó”, le elogió uno de ellos, el cantante y exministro Gilberto Gil en un vídeo colgado en Instagram. Caetano Veloso destacó que “con la suma de todo, João Gilberto es desde mi punto de vista el mayor artista brasileño de todos”. Para Maria Bethania, supone la “pérdida de una figura legendaria”. Y el rapero Emicida tuiteó “Gracias por todo, maestro”. El contrapunto lo puso el presidente, el ultraderechista Jair Bolsonaro, habitualmente nada amigo de artistas: “Era una persona conocida. Nuestros sentimientos están con la familia, ok?”, respondió a la prensa que le preguntó por Gilberto.

El artista llevaba muchos años apartado de los focos, carcomido por las deudas, con problemas familiares. El pasado marzo ganó un pleito por los derechos de autor de sus primeros discos por el que, según una juez, la discográfica Universal Music le debía pagar 40 millones de euros en royalties atrasados. En los últimos años no recibía a nadie en su casa, excepto a algunos miembros de su familia, no daba entrevistas ni actuaba. En 2017, su hija, la también cantante Bebel Gilberto, puso en marcha un proceso para inhabilitarle judicialmente. El motivo era su precaria situación financiera: incluso fue desalojado del apartamento donde vivía en Río de Janeiro.

Caetano Veloso definió en pocas palabras lo que la música de João Gilberto significó para Brasil y para el mundo. Tras recitar estrofas de canciones de otros famosos intérpretes brasileños, proclamó: “Mejor que eso solo el silencio; mejor que el silencio, solo João”. A diferencia de la samba, que surgió en los guetos y fue traída a Brasil por los africanos, bossa nova nació de una clase media blanca en el sur de Río, donde se concentran los barrios más nobles.

Con su interpretación de Chega de Saudade, compuesta por Jobim y Moraes, dio inicio a una revolución que sacudiría la música. Sin aquel disco, Caetano Veloso, Gilberto Gil, Chico Buarque y muchos otros no existirían. Gilberto fue siempre un perfeccionista y un sufridor nato: “Mi imagen de João Gilberto es la de un quijote que lucha por afinar un universo inevitablemente desafinado”, afirmó Zuza Man de Mello, cronista musical y amigo personal del cantante.

Comenzó de muy joven a cantar música que escuchaba por la radio en la plaza de su pueblo antes de mudarse a Salvador de Bahía con intención de vivir de su pasión, según relata el diario carioca O Globo. Más tarde se instalaría en Río de Janeiro como cantante de un grupo llamados Garotos da Lua que no funcionó. Abandonó la ciudad en busca de nuevos rumbos donde triunfar. Durante seis meses que pasó en casa de una de sus hermanas en Diamantina (Minas Gerais) salió poco a la calle, fue parco en palabras pero pasó las noches probando nuevos ritmos con la guitarra. Ritmos que acabaron siendo revolucionarios. Tenía 26 años cuando regresó a Río de Janeiro en 1957 para, como afirmó Tom Jobim, influir a “toda una generación de arreglistas, guitarristas, músicos y cantantes”.

Su última actuación fue en 2008 porque en 2011 anuló una más, por lo que su productor fue condenado a pagar al teatro. Se prodigaba tan poco que sus últimos conciertos fueron auténticos acontecimientos en Brasil. Le gustaba actuar solo, de traje y corbata, con solo un taburete y la guitarra que abrazaba con dulzura. La mayoría de los brasileños lo vieron por última vez en un video en 2015, donde aparecía, muy delgado y en pijama, cantando Garota de Ipanema a su nieta acompañado de la guitarra.

Aunque de corta duración, aproximadamente una década, el movimiento dejó un legado valioso para la música brasileña, desde el jazz hasta el rock, que tuvo una gran influencia en la música popular contemporánea. Además de las incansables re-grabaciones de sus clásicos en todo el mundo, la bossa nova rompió algunos estereotipos del país de la samba, dando una nueva cara a los ritmos brasileños.

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