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Crítica | 522. Un gato, un chino y mi padre
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Rumbo a la saudade

Los retratos femeninos en el interior de una trinchera existencial se revelan, pues, perseverante especialidad de este director, Paco R. Baños

Natalia de Molina, en '522. Un gato, un chino y mi padre'.
Natalia de Molina, en '522. Un gato, un chino y mi padre'.

Cuando, en un momento de 522. Un gato, un chino y mi padre, Natalia de Molina se topa de frente, en los pasillos de un Todo a Cien regentado por un chino (o japonés), con Nadia de Santiago no implosiona el universo como si Marty McFly se hubiese topado consigo mismo en el clímax final de Regreso al futuro. Parte II (1989), pero el espectador con memoria puede caer en la cuenta de algo relevante: la coherencia que une los dos largometrajes que, de momento, conforman la breve filmografía de su director, Paco R. Baños. Nadia de Santiago fue la protagonista de su tonificante ópera prima, Ali (2012), dando vida a una joven que decidía parapetarse tras una coraza sentimental frente al desbordamiento emocional de una madre instalada en la inmadurez. Natalia de Molina es George, la protagonista de este segundo largometraje de Baños, una joven agorafóbica que mide en 522 pasos su limitado radio de acción vital y sobre cuyas circunstancias planean los mensajes de un padre ausente. Los retratos femeninos en el interior de una trinchera existencial se revelan, pues, perseverante especialidad de este cineasta en cuyo círculo de afinidades figuran creadores como Santi Amodeo, Alberto Rodríguez y Chiqui Carabante.

522. UN GATO, UN CHINO Y MI PADRE

Dirección: Paco R. Baños.

Intérpretes: Natalia de Molina, Alberto Jo Lee, Maya Murofushi, Manolo Solo.

Género: comedia. España, 2019.

Duración: 90 minutos.

522. Un gato, un chino y mi padre es, no obstante, una película muy distinta a Ali: una road movie en dirección a la melancolía del fado que no contiene en todo momento su constante tendencia a la dispersión y que constriñe de manera bastante forzada sus cargas de excentricidad en la figura de ese compañero de viaje chino (o japonés). Baños ha querido ser coherente y, al mismo tiempo, esquivar una fórmula, loable decisión que, no obstante, condiciona el poder de seducción de un conjunto que tiene en su actriz protagonista a su eficaz toma de tierra.

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