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Muere el cantaor jerezano Fernando de la Morena

El artista gaditano ha fallecido a los 74 años tras una larga enfermedad. Era uno de los representantes históricos del Barrio de Santiago

El cantaor gaditano Fernando de la Morena, durante una actuación en Murcia en 2005.
El cantaor gaditano Fernando de la Morena, durante una actuación en Murcia en 2005.ISRAEL SANCHEZ (EFE)

Fernando Carrasco Vargas (Jerez de la Fra., 1945) falleció ayer en su ciudad natal después de una larga enfermedad. Con él desaparece uno de los últimos portadores de los ecos más originales del Barrio de Santiago de Jerez, en cuya calle Cantarería había nacido. Como una gran mayoría de los gitanos de su generación, Fernando abandonó ese entorno joven y vivió gran parte de su vida en el extrarradio de la ciudad. No perdió por ello sabor o compás. Ni tampoco por el hecho de haber acumulado trabajos para nada flamencos (taxista, repartidor...) durante décadas. Él llevaba el cante en la sangre, como herencia y como vivencia en aquellos perdidos patios de vecindad cercana y presta a la fiesta: el flamenco como una forma de vida.

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No fue, sin embargo, acomodaticio y las exigencias de la profesionalidad que persiguió le hicieron estudiar y ampliar repertorio, algo de lo que le gustaba hacer gala. Se mostraba así orgulloso de sus cantes de trilla, que los hacía con una gran carga de realismo, al igual que en los fandangos, en tanto con la soleá y la seguiriya se mantenía más en los cánones y estilos de la tierra. Y sin duda alguna, reinaba en los terrenos de la bulerías por su gran dominio del compás y su personal forma de decir los tercios, recortados y llevados al límite. Esas mismas bulerías le llevaron a convertirse en insólita figura internacional, una suerte de trending topic en las redes: los habitantes de una tribu africana parecen bailar al compás de su cante, un vídeo que se difundió mundialmente.

 La profesionalidad que tanto persiguió se le resistió durante mucho tiempo, y solo consiguió vivir del cante en su madurez. Así, no será hasta la década de los noventa cuando registre sus primeras grabaciones. Lo hizo con su familia, En ca de Fernando de la Morena (1999), y también en solitario, gracias al guitarrista Moraíto, De Santiago a Triana (1997,) y Jerez de la Morena (2002). También intervino en el disco V.O.R.S. Jerez al cante (2012), con una estremecedora seguiriya dedicada a su hermano del alma, Moraíto, fallecido un año antes. Es el penúltimo Fernando, al que hemos disfrutado más cuajado, sin perder sus característicos rasgos y su contundente personalidad, pero quizás con el cante más asentado y sosegado. O, al menos, aparentemente, porque su forma de vivir la interpretación le hacía casi transfigurarse, entregado en lograr la expresión de cada estilo. Elegante en su vestir, en su decir y en su hacer, De la Morena fue en los últimos años reclamado como lo que era, una garantía de verdad, una figura de culto para artistas como la bailaora Rocío Molina, que lo invitó a acompañar su baile en el XX Festival de Jerez (2016), en una noche gélida, pero inolvidable.

La huella de Fernando de la Morena, cuyo funeral se celebrará esta tarde en Jerez, no se extinguirá fácilmente. Su hijo Juan, cantaor, ha heredado su eco y compás, y los traslada al siglo XXI. Otro hijo suyo, Fernando, destaca con un toque preciso, como uno de los nuevos guitarristas del acompañamiento al cante en Jerez. 

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