Isabel Allende: “El amor me dura 20 años”
La escritora más leída en español presenta su novela 'Largo pétalo de mar' y anuncia, enamoradísima, su inminente boda a los 76 años.
Hace dos años, cuando vino a Madrid a presentar su penúltimo libro, Más allá del invierno, andaba ilusionada como una quinceañera de 75 años y quería pregonarlo a los cuatro vientos. Se había enamorado de Roger, “un gringo medio polaco”, que estaba “empacando su vida” en Nueva York para irse a vivir con ella a California tras un noviazgo de meses a base de correos electrónicos y visitas relámpago. “No hay amor sin riesgo”, piaba entonces la escritora en español más vendida en el mundo. Hoy hemos quedado de buena mañana en el hotelazo donde duerme cuando viene a España con novela nueva -una al bienio- y trae, en efecto, a su criatura literaria bajo el ala. Su nuera, Laurie, esposa de su hijo, que le acompaña en los viajes, asiste entre somnolienta y divertida a la descacharrante cháchara de su suegra enamorada. La primera pregunta es obvia.
¿Cómo le fue con Roger?
Me caso en mes y medio. Con el mismo señor, eh, no con otro. Ha resultado fantástico, el tipo. Vendió su casa, regaló todo lo que tenía y llevamos un año viviendo en mi casa, que es así de chica. Yo creo que está enamorado de mi perra, Dulce, que es todo menos dulce, y que no se va por ella.
¿Por qué escribe, entonces, pudiendo llevar una vida de amor y lujo?
Porque me encanta, porque es mi vida, mi aire, mi oxígeno. La gente quiere jubilarse para disfrutar del tiempo libre, pero mi tiempo libre es escribir. Mi fiesta es ponerme a investigar y a contar una historia. Trabajo es comprar zapatos.
Si la cabra tira al monte. ¿A qué monte tira en sus libros?
Escribo sobre lo que me interesa y me importa: el amor, la muerte, la violencia, la lealtad, la justicia natural, no la de la ley, que es siempre injusta con el pobre y el vulnerable. Siempre escribo sobre mujeres fuertes y extraordinarias.
¿No lo somos todas?
Amor y desarraigo
Los temas recurrentes de Isabel Allende (Lima, 76 años) están en su nueva novela, 'Largo pétalo de mar' (Plaza y Janés), cuyo título se inspira en un verso de Pablo Neruda. El poeta fletó el 'Winnipeg', el barco en el que los protagonistas se exilian a Chile huyendo de la Guerra Civil española. "Conocía esta historia desde hace 40 años, pero ahora es cuando me ha pedido el cuerpo escribirla", dice quien escribe como respira. "Es mi oxígeno".
Una mujer privilegiada que vive en un barrio privilegiado no me interesa porque no se ha sobrepuesto a nada verdaderamente importante en la vida. No niego que pueda tener conflictos emocionales, problemas diversos, pero me interesan menos que los problemas de una mujer que está esperando asilo en la frontera.
Su hija murió a los 29 años. ¿No fue eso una frontera vital?
La vida es un fluir, pero sí. Solo he notado esa frontera el año en que cumplí 50 y murió mi hija. Ahí terminó la primera parte de mi vida y empezó otra. Cuando salí de Chile al exilio, pensé que se cortaba mi vida, pero no, porque yo era la misma. Después de Paula soy otra persona. El día que me avisaron de que entraba en el hospital estaba en Barcelona presentando El plan infinito y me fotografiaron: pelo largo, falda larga, brazos llenos de pulseras. A los dos años, después de su año de agonía y de su muerte, era una señora mayor Desde entonces han pasado cosas: se mueren los padres, te divorcias, se mueren los perros, pero una sigue siendo una.
Le he escuchado decir que sus nietos se mueren de vergüenza cuando dice que está enamorada.
No lo conciben. Son como marcianos. Yo sí que no les entiendo.
¿Por jóvenes? ¿Por digitales?
Hablan rápido, no sé qué dicen. Y luego los encuentro supermimados [su nuera ni se inmuta]. Son supersensibles, por cualquier cosa se ofenden. Hay que tratarles con pinzas. Yo me eduqué en la escuela del rigor: uno salía adelante como fuera. El esfuerzo y el trabajo eran la vida. Pero estos: 'ay, hoy amanecí cansado y no voy a la oficina'. ¿Qué? ¿Cómo?
Son la generación más deprimida y ansiosa de la historia.
Quizá porque les criaron sin darles la oportunidad de esforzarse por nada. El otro día una periodista me dijo que se sentía mala madre porque se pasaba el día trabajando. Le dije que no hay nada mejor que la negligencia con los niños, porque eso les obliga a salir adelante. Si les sobreproteges y les das todo hecho, ¿qué enseñanza sacan de la vida? Nadie les va a cuidar así ahí fuera. Con razón están deprimidos y ofendidos.
¿Con la edad se siente más o menos respetada por el público?
Me ha costado el triple que a cualquier hombre obtener la mitad de respeto por mi trabajo. Pero, con el tiempo y el reconocimiento, me respetan más. A esta edad ya no tienes que demostrar nada, solo que no estás demente, porque siempre se sospecha que te está fallando la cabeza. Mi hijo tiene serias dudas.
Volvamos al amor. ¿Se casa por la Iglesia?
¿Cómo se te ocurre? Nada por la Iglesia. Es mi tercera boda. Primero con el padre de mis hijos. Luego con Willy. Estuvimos juntos 28 años y fueron 8 de más, lo mismo que con mi primer marido. El amor me dura 20 años. Luego, ¿para qué seguir juntos?
Veinte años es una eternidad.
Pero esto es porque tengo imaginación y me puedo inventar al tipo. Mi mamá decía que tengo el síndrome del árbol de Navidad. Le voy colgando chirimbolos al pino hasta que se le van cayendo y se seca. Eso mismo es el matrimonio. Le cuelgas de todo, pero acaba secándose. Yo sé que a Roger ahora le estoy decorando mucho. La buena cosa es que con él no voy a alcanzar los 20 años, o nos dejaremos o nos moriremos antes, y será mi última relación.
¿Aún se cortejan?
Una de las cosas que más me gusta de Roger es que me mueve la silla, me abre la puerta del auto, me trata como a una princesa. Esos modales ya se han perdido.
Aquí esos gestos podrían considerarse machistas.
Y en Estados Unidos también. Pero Roger tiene buenos modales, qué quieres que te diga. Además, él no tiene nada de machista. Imagínate que lo quisiera ser conmigo: el pobre diablo no podría. Me tiene terror porque soy como dinamita. El pobre vive asustado. Si no fuera por la perra, ya se hubiera ido.
¿Nos vemos en dos años con libro nuevo?
Hecho. Ahora, igual vengo embarazada.
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