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Jordi Évole: “Salvados’ me perseguirá siempre”

El popular entrevistador se despide de su programa después de once años

El periodista Jordi Évole. En vídeo, la entrevista con el periodista.Vídeo: G. Battista
Tomàs Delclós

Jordi Évole (1974) se despide este domingo de Salvados después de once años. Lo hará desde su ciudad natal, Cornellà de Llobregat, muy cerca de Barcelona. Cuando era niño, su padre lo filmó en un pequeño documental sobre el barrio obrero de Sant Idelfons y ha querido regresar al mismo lugar para reencontrar un paisanaje querido, ver cómo está el barrio, hablar con su gente. “Hay toda una generación que se sacrificó por nosotros, cuyo único objetivo era que pudiéramos vivir mejor…. Y lo consiguieron”. El programa será un homenaje a esta gente. “Es un final de etapa del programa sin grandes nombres, una despedida sentimental”. Un final que comunicó a su equipo el día antes de su celebérrima entrevista al papa Francisco, a quien también se lo comentó. Évole está convencido de que han acabado haciendo un programa que no sabían que tanta gente quería ver. “No hemos sido un programa de culto. Su gran éxito es haber convertido en comerciales temas y tratamientos televisivos que nunca hubiéramos pensado que lo eran”.

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Pregunta. Deja Salvados, que continuará, para crear un nuevo programa, en principio, con entrevistas a fondo. ¿Qué se llevará? ¿Formatos, personal?

Respuesta. Salvados son muchísimos formatos. Será difícil que no se parezca en algo. Salvados me perseguirá siempre. Intentaré aportar alguna cosa nueva, pero siempre habrá influencias.

P. Gonzo, su sustituto en Salvados, lo entrevistó en El Intermedio y usted explicó que en el programa los invitados se pueden equivocar y se ve, pero que si se equivocaba usted, podía corregirlo. ¿Salvados no puede ser directo?

R. Creo que no. El que sea editado le da una tonalidad que en directo habría sido imposible conseguir. No hemos tenido quejas de personas que, a pesar de que su entrevista ha sido editada, nos dijeran que lo habíamos manipulado. Acostumbro a fallar mucho y necesito la edición. La edición me ha salvado de la mediocridad aunque, a veces, no del todo.

P. Usted era el Follonero con Andreu Buenafuente y Salvados empezó con un humor que fue abandonando.

R. La segunda etapa de Salvados, después de tres años más gamberros, estuvo marcada por el 15-M. Hay una serie de programas que nos colocaron en un lado en el que nunca pensamos que estaríamos. Los programas especiales sobre el final de ETA en el País Vasco. Aquí el programa hizo un salto considerable. Y luego empezamos a tratar temas que con el 15-M se convierten en bandera como la corrupción, el despilfarro, la democracia no participativa... y aquí ya se produce el giro definitivo del programa. Somos bastante hijos del 15-M.

P. Tanto Libération como The New York Times lo han comparado, tomando distancias, con Michael Moore. ¿Le molesta?

R. No —estoy un poco más delgado que Michael Moore—. Pero abrió un camino que nos impactó cuando hizo Bowling for Columbine. Y aquella manera de narrar en algún momento la hemos querido imitar.

P. Moore, a veces, emboscaba a sus invitados. 

R. Él es más activista. Nosotros, sin renunciar a una línea editorial, no hemos querido hacer activismo puro y duro. Si hemos tenido que hacer programas contra personajes que podía entenderse que representan nuestra ideología… los hemos hecho. 

P. ¿Los invitados mienten mucho?

R. Algunos sí. Otros no quieren hablar. Otros se aferran al argumentario. A veces me ha aburrido mucho entrevistar a políticos, por ejemplo. Cuando te encuentras al político que juega al catenaccio, las entrevistas fracasan. Ahora, todo tiene un punto de mayor mediocridad. ¿Se imagina un debate en el que Adolfo Suárez, Felipe González o el propio Aznar mostraran fotos enmarcadas?

P. ¿El periodismo ha olvidado repreguntar?

R. Se ha recuperado. Durante un tiempo pasó, pero el 15-M también fue un toque de atención contra determinada prensa que se había acomodado mucho y estaba más pendiente de agradar al poder que de estar del lado de la gente. Hoy hay bastantes periodistas que aprietan y aprietan mucho. De hecho, creo que hemos convertido la entrevista en un combate y a mí tampoco me entusiasma, aunque durante un tiempo lo he practicado. La entrevista no debe ser un combate. Es importante dejar hablar al otro.

P. ¿Tiene algún truco profesional?

R. No soy consciente de tenerlo. Lo único es documentarte mucho para saber si te mienten. A veces has de hacer preguntas que no te apetece porque pueden romper un clima. Pero hacer preguntas incómodas no quiere decir combatir al entrevistado. Creo más en generar una seducción.

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