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“La rumba está más cerca del rock que del flamenco”

Manuel Malou, autor de '¿Qué pasa contigo tío?’, ganador de un Goya, productor de discos y músico de culto en Francia, suma medio siglo de carrera

Manuel Malou posa en su casa de Madrid.
Manuel Malou posa en su casa de Madrid. Julián Rojas

Le han colgado todo tipo de etiquetas. Desde la genérica ‘flamenco’ hasta la de ‘lolailo-punk’, un curioso híbrido musical. Lo mismo da: Manuel Malou tiene claro lo que hace, independientemente de cómo se le catalogue. Dice que es “rumbero hasta la médula”. En cualquiera de sus variantes. Ya sea metiéndole sonidos electrónicos, roqueros o saliendo a solas, “sin aditivos”. A sus 58 años aún coge la guitarra, enciende el ventilador de sus manos, zapatea desde la cadera y chifla acompañando la melodía.

Manuel Malou suma medio siglo en los escenarios, contando desde que ganara un festival flamenco en la sala Bataclan de París a los ocho años. En la capital francesa ha pasado gran parte de su vida: su familia se trasladó allí por trabajo en la década de los sesenta. Comenzó entonces una trayectoria que alcanzó gran y temprana popularidad con la canción ‘¿Qué pasa contigo tío?’, de 1976. La interpretaba bajo el nombre de Los Golfos, un grupo formado junto a su hermano menor. Supuso un hito fugaz: pronto, Malou fue variando estilos y bandas, sin anclarse a una fórmula.

Tanteó la ‘new wave’ o el ‘hardcore’ con Plástico y Toreros After Olé. Compuso temas para La Niña Pastori, Carlos Núñez y bandas sonoras de películas como ‘Taxi’, ‘Torrente. El brazo tonto de la ley’ o ‘Fugitivas’, con la que ganó un Goya en 2001. Hasta que se quedó con su nombre propio o el apelativo de El Tío Manuel. “Me gusta mucho cambiar. Intento hacer cada momento lo que me apetece. Alternando estilos, experimentando”, justifica ahora en su casa de Entrevías, situada en el barrio madrileño de Vallecas. Aquí se ha establecido después de siete años en Cartagena de Indias (Colombia), donde montó un local de conciertos y se empapó de ritmos caribeños.

La fusión, esgrime, es la espina dorsal de la música. “Me hace gracia cuando alguien dice, por ejemplo, ‘flamenco puro’. Será tradicional u ortodoxo, pero no ‘puro’. Porque no existe nada ‘puro’: todo viene de África, desde el rock hasta el blues de los negros algodoneros”, defiende Malou. Precisamente él ha intentado hacer de su carrera una compilación de mezclas. Siempre con la misma raíz. “Soy un ‘rumbautor”, apunta, lamentando el desprecio a un género considerado folclore de un pasado en tecnicolor.

“Es que los españoles le damos la espalda a todo lo nuestro. Somos unos acomplejados. Ese ‘antipatriotismo’ de la cultura me da mucha pena, porque adoptamos lo que viene de fuera, creyendo que mola más, y luego vienen de otros sitios, cogen nuestra rumba, nuestro flamenco, y las comercializan en todo el mundo”, protesta. “Pasó con los Gipsy Kings. O con el jazz latino. Y nosotros lo desechamos. ¡No lo llego a entender!”, exclama.

Malou se crió escuchando este tipo de música por su padre, guitarrista flamenco. En Francia, tenía un halo de culto. Aquí, sin embargo, olía a rancio. A sonido del Régimen. Cuando volvió a Madrid, en plena adolescencia, le dio la espalda al género. En los guateques, bromea, le tiraban los discos de Camarón a la cabeza. Se aproximó entonces a corrientes anglosajonas. Y llegó un momento en que sintió que “había perdido la esencia”. “Empecé a viajar y, en las fiestas de después de los conciertos, me salía España”, rememora, “la gente alucinaba. Los punkis me decían que era la ostia. Y vi que si era lo que me salía natural y me gustaba, tenía que volver”.

Dio con la clave. Puso fin a una etapa y se especializó en la rumba. Un verbo que no significa optar por lo fácil: se metió en colaboraciones con la artista japonesa Tokiko Kato o con el congoleño Papá Wemba; en la producción de álbumes para Manu Chao o Andy y Lucas; y forja un vínculo inseparable con Peret, “el maestro”. Con él interpretó ‘El ventilador’, incluida en su disco ‘Arranca y vámonos’, de 2014. “Estaba ya malo, pero le dije que me acercaba a Barcelona y lo grabamos”, comenta con pena acordándose de los últimos días del ícono de la rumba catalana.

Su recuerdo empuja a Malou a reivindicar este tipo de música: “La rumba es el auténtico pop español. Y está más cerca del rock que del flamenco. Es una mezcla entre Elvis y el mambo de Dámaso Pérez Prado. Si la escucháramos sin prejuicios, alucinaríamos”. Él nunca la ha abandonado, como demuestra en la actualidad allá donde le dejan tocar. Ya sea en sus dos hogares, España y Francia, o en su querida Latinoamérica. Todavía calza botines, chaleco entallado y sombrero de ala ancha y ofrece el género “a su manera”. Rumba al 100%, aunque libre y personal. “Me fastidia que se le quiera hacer de menos llamándola ‘rumbita’. Hay grupos que hacen ‘rumbita’ y me parece muy bien, pero me siento en la obligación de enseñar la esencia. Porque no es lo mismo cuero que polipiel”, concluye.

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