Yolanda Izard gana el Premio de poesía Miguel Hernández
La escritora y profesora salmantina se embolsa los 8.000 euros del galardón con el poemario ‘Lumbre y ceniza’, un repaso introspectivo a las luces y sombras de su relación con su padre
El primer poemario que cayó en manos de Yolanda Izard “fue una antología de poemas de Miguel Hernández” que le regaló su padre “cuando tenía diez u once años”. Y, por un efecto de “las casualidades, las magias y el azar que tiene esta vida”, esta escritora y profesora salmantina acaba de ganar el premio internacional de poesía Miguel Hernández-Comunidad Valenciana 2019, concedido por la Fundación Miguel Hernández de Orihuela (Alicante) y dotado con 8.000 euros, una obra artística acreditativa y su publicación en la editorial Devenir, con su poemario Lumbre y Ceniza, dedicado a la figura de su padre, un homenaje en el que el hilo conductor son “la luz y la oscuridad que se mezclan en cualquier existencia humana”.
En conversación telefónica con El País, Izard señala que este libro, integrado por 33 poemas estructurados en tres partes, 'Mi padre' (nueve poemas), 'Deslumbramiento' (catorce) y 'Cenizas' (10), es “una conversación que quiere abrir una ventana de conocimiento” sobre la relación que la autora mantuvo con su padre, fallecido hace doce años. “Tardé mucho en ponerme a escribir este poemario”, confiesa Izard, “pero a veces hay que distanciarse, porque la emoción viva produce poemas malos”.
A juicio de esta filóloga nacida en Béjar (Salamanca), que en la actualidad ejerce de profesora de español para extranjeros en la Universidad Europea Miguel de Cervantes (Valladolid) y dirige un taller de escritura creativa y lectura, “la creación poética es un misterio en el que descubres cosas que estaban ocultas”. “La poesía es el género ideal y adecuado”, asegura, “para buscar la esencia de la sentimentalidad”. En este sentido, es muy diferente a otros géneros literarios. “Cuando escribes poesía, llamas a otras puertas que están dento de ti”, sostiene Izard.
Lumbre y ceniza, poemario que se ha impuesto a otros 355 textos llegados de España, Alemania, Argentina, Colombia, Costa Rica, Cuba, Chile, Estados Unidos, Israel, México, Perú, Puerto Rico, Rusia y Uruguay, entre otros países, es un libro “poblado de latidos de vida y existencia donde expresa sensibilidades muy variadas”, según ha informado el jurado.
Así mismo, los responsables del galardón han destacado del poemario ganador su “buena construcción y estructura, con un tono elegíaco inicial muy bien conseguido” y “su capacidad constructora con un lenguaje limpio, expresivo, rico en significado y sugerencias”. A través de estos versos, Izard “nos quiere hace llevar reflexiones de carácter poético, donde la autora se enfrenta a su propia creación poética como un medio de expresión”.
“La escritura ayuda a entender, a crecer y a valorar todo lo que te rodea”, señala la autora, que se ha cruzado con “momentos luminosos y también naufragios y derivas” en su meditación en torno a la figura paterna. Ángeles y demonios que pueblan toda relación. “No sé si la poesía es salvadora”, duda Izard, “porque a veces esos demonios te hacen daño” por el mero hecho de haberlos sacado de las tinieblas. “Pero también te sirven para saber a qué te enfrentas y cómo puedes combatirlo”.
En su trayectoria, Izard ha publicado las novelas Paisajes para evitar la noche (Premio Cáceres de Novela Corta en 2003), La mirada atenta (Premio de Novela Carolina Coronado, 2003). También, los libros de poemas Defunciones interiores (2003), El durmiente y la novia (1997) y Reliquias del duende (1983), además, del ensayo Pequeño manual de la creación de cuentos (2015), el libro de microrrelatos Zambullidas (2017) y el Comentario y selección de poemas de la Transición (2009). En 2013, recibió el Premio Andrés Quintanilla de Poesía.
La ganadora del Premio Miguel Hernández escribe reseñas en el suplemento cultural de El Norte de Castilla, La sombra del ciprés y Revista de Letras, entre otras revistas literarias.
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