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Cinco de ‘true crime’

De Jack el Destripador a una suerte de familia Soprano holandesa y un butronero de Vallecas, un repaso a la crónica criminal literaria más reciente

Llegada al tribunal de Charles Manson, en 1971, con una esvástica en la frente.
Llegada al tribunal de Charles Manson, en 1971, con una esvástica en la frente. Bettmann / GETTY IMAGES

A los humanos nos gusta la violencia. La hemos cubierto con un fino barniz social e ilustrado, pero rascas un poco y asoma, como cuando se nos cruza en la autovía una octogenaria en un Citroën y le gritamos que defecaríamos en su cráneo y vejaríamos a sus muertos. Generalmente no actuamos sobre esos impulsos violentos, a no ser que seamos policías antidisturbios o hooligans de fútbol o gánsteres bálticos o marines americanos… De acuerdo. La lista de gente que sí lo hace es muy larga; acabo de darme cuenta. Pero una notable mayoría de terrícolas, al menos, no somos violentos ni criminales. Nuestro deseo reprimido de hacer daño necesita una salida. Una fantasía.

El true crime, o crónica negra, provee esa fantasía de identificación. A menudo se mira al true crime con displicencia, como si fuese el primo feo y zafio de la novela negra, quizás por la abundancia de libritos de crónica amarilla (de encargo) que buscan resaltar solo el escándalo o el despliegue de vísceras, sin nada de arte, para hacer caja. Pero cuando el true crime, un género de no ficción que examina un crimen real y detalla acciones de gente real, une un caso atractivo con un narrador nato, sus obras van directas al Valhalla literario (recuerden A sangre fría, de Truman Capote). Cosquillea una serie de sensores —voyerismo; afición a la verdad; gusto por el suspense; morbo; querencia por la violencia— que obran como reclamo irrechazable. A continuación, les presentamos cinco de los más relevantes de 2018 y 2019.

Esa maldita pared

El género es visto como el primo feo de la novela negra, pero cuando une un caso atractivo con un narrador nato es irresistible

Flako. Libros del K.O.

El libro de este criminal anónimo a quien bautizaron como El Robin Hood de Vallecas (aunque a veces se le olvidaba la parte de dar lo robado a los pobres) sube como una bala al pedestal de mejores obras de crónica negra española. Flako, quien robaba bancos mediante el inofensivo procedimiento del butrón (acceso por la red de cloacas + agujero en la pared), es una espectacular autobiografía proletario-delincuente llena de violencia, humor y familia. Es imposible no enamorarte de su protagonista a las pocas páginas de empezar a leer. Su voz, a ratos desmitificadora, a ratos orgullosa, siempre eufórica y tierna, atrapa al lector según va narrando —con engañosa simplicidad— la figura del padre, su propia introducción al crimen (“hijo de tigre sale rayado”), la preparación de cada atraco o la justificación (no intrínsecamente marxista, pero desde luego sí anticapitalista) que se hace de ellos. Flako evita con tino las partes más cuestionables de este tipo de libros (el arrepentimiento baboso, la jactancia gangsta, la sordidez gratuita o la magnificación del delito, tan típica de criminales curtidos) para centrarse en aspectos que a menudo están ausentes en ellos: el afecto, la comicidad, la emoción o la defensa de la artesanía (el acercamiento de Flako a su propia disciplina combina el juicio deontológico con el manual de instrucciones). Al tratarse de un acercamiento íntimo, no mediado, al butronero protagonista, esta crónica supera —en mi opinión— a su prima hermana fílmica, la galardonada Apuntes para una película de atracos, de Elías León Siminiani.

Helter skelter

Vincent Bugliosi. Contra Editorial

Charles Manson, la Familia y la serie de asesinatos que cometieron en 1969 en las colinas de Los Ángeles son tal vez la historia criminal más famosa del siglo XX. ¿Por qué? Después de todo, Patrick Kearney, el llamado Trash Bag Killer, entre 1965 y 1977 asesinó a 43 personas y repartió sus restos en bolsas de basura, y no le recuerdan ni sus compañeros de bolos. Comparados con la Familia Manson, otros asesinos en serie mataron a más gente, o a gente más relevante, o de un modo más splatter; otras sectas han sumado más víctimas; otros crímenes han tenido más impacto social. Pero los crímenes de Manson son los más… bizarros. En esta saga homicida confluyen la Era de Acuario; una filosofía demente, mezcla de maturranga carcelaria, monserga hippy y distopía apocalíptico-racial; un villano enajenado y megalómano; una secta de chicas adolescentes de clase media-alta; una increíble conexión pop (Dennis Wilson, Sharon Tate, Roman Polanski…); drogas lisérgicas, armas, buggys y orgías; un juicio estilo Perry Mason y una investigación policial plagada de pifias, casualidades y asesinatos paralelos, y los crímenes en sí mismos, una cosa como de película gore de John Carpenter. Que nadie haya sido capaz de transformar esta historia en ficción decente se explica por el cliché de “la realidad supera a la fantasía”, cierto, pero también porque el libro que escribió el superfiscal encargado del caso, Vincent Bugliosi, es uno de los mejores trabajos de true crime que existen. Quentin Tarantino estrenará, coincidiendo con el 50º aniversario del caso, Once Upon a Time in Hollywood (cuya subtrama toca los asesinatos de la Familia Manson), pero será difícil que supere a Helter Skelter en ritmo, terror o atractivo friqui. O calidad narrativa. Best seller mundial, y con razón, que desde 1976 no se publicaba en España.

El viejo y la pistola

David Grann. Literatura Random House

David Grann, a quien no cesan de comparar con Truman Capote, es, junto a Harold Schechter (trágicamente desconocido en nuestro país), uno de los grandes nombres del true crime norteamericano. Esta colección de tres relatos, publicada originalmente en el año 2010, se ha hecho célebre tras la reciente adaptación cinematográfica de la pieza homónima, que protagoniza el imposiblemente terso Robert Redford. Pero de los tres, quizás la historia del dandi y ladrón de bancos Forrest Tucker, quien cometió su último atraco cuando tenía 80 años, sea la menos sorprendente. ‘True crime; el misterio de un asesinato posmoderno’ se centra en un novelista real, una suerte de David Foster-Wallace polaco, que no puede evitar sembrar su obra de pistas sobre un asesinato real que ha cometido. ‘El camaleón’ relata la vida de un impostor patológico francés, Frederic Bourdain, descubierto cuando se infiltra en la familia de un chico desaparecido en Texas (con chocante efectividad, al menos hasta que salta la liebre). Ágil y excitante, la obra se lee de una sentada. Grann no para: también es el autor de la recientemente publicada Los asesinos de la luna.

Judas

Astrid Holleeder. Roja y Negra

Al igual que sucede con la novela negra, a menudo los mejores trabajos de true crime son aquellos en que la trama criminal es una excusa para hablar de cosas de mayor hondura o ámbito. El barcelonés Carlos Zanón, por ejemplo, suele plantear la incógnita de un homicidio, pero en realidad busca hablar de familia, barrio y otras obsesiones. La abogada y escritora holandesa Astrid Holledeer hace lo mismo en su debut: a primera vista se centra en la carrera delictiva de su hermano, el célebre criminal Willem, Wim, Holleeder, pero una mirada más atenta revela temas de trauma familiar, abuso paterno y relaciones de sangre, así como de coraje y venganza. Su estilo sobrio, así como lo efervescente de la historia, hacen que el libro se lea con una voracidad inusual. Un magnífico pasapáginas. Y, en efecto, como sugieren los blurbs de portada (acertados por una vez), tiene un no-se-qué a Los Soprano.

They All Love Jack

Bruce Robinson. 4th Estate

Los ripperólogos (aficionados) estamos acostumbrados a que, por cada libro bueno sobre Jack el Destripador, se publiquen veinte inmundicias bochornosas. Este, albricias, es uno de los buenos. Escrito por Bruce Robinson, el cineasta (obra maestra: Withnail y yo, de 1987) es tanto una exploración de los crímenes de Jack The Ripper (y su indivisible contexto victoriano y menesteroso) como una violenta refutación del canon, la orientación política y la metodología de los ripperólogos “oficiales”. Ningún libro sobre el Destripador sería tal sin el protagonismo de un nuevo sospechoso (el subtítulo es Trincando al Destripador), y Robinson no decepciona: agarra a un piernas que los aficionados solo habíamos visto de lejos y de perfil (Michael Maybrick, cantante, abusón y masón, hermano de otro viejo sospechoso, James Maybrick) y arroja nueva luz sobre él, convenciéndonos de su culpabilidad. Por desgracia, este librazo permanece sin traducción al castellano (quizás por sus 801 páginas del ala).

Kiko Amat es autor del prólogo de Helter Skelter.

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