Del barro a la gloria impresa
El libro internacional más bonito de 2018 es holandés y muestra 15.000 objetos hallados en Ámsterdam durante la construcción de la línea de metro, Norte-Sur
El libro más bonito de 2018 a escala internacional es holandés y se titula Spul (cosas, en neerlandés). Es un catálogo de 15.000 objetos escogidos entre los cerca de 700.000 hallados por los arqueólogos durante la construcción de la nueva línea de metro, Norte-Sur, de Ámsterdam, en funcionamiento desde julio de 2018. Elegido este viernes entre 600 candidatos de 34 países por la fundación librera Stiftung Buchkunts, de Leipzig (Alemania), el jurado ha destacado el aspecto más llamativo de la obra: la exposición de las piezas excavadas en el lecho del río Amstel, que no aparecen por orden cronológico sino temático. Hay, entre otros, baldosas rudimentarias junto a finos azulejos del siglo XVII; canicas de cerámica con otras de cristal; dagas y espadas carcomidas; auriculares de teléfono del siglo XIX y carcasas de móviles del XXI.
Publicado por la editorial De Harmonie, de la propia capital holandesa, en colaboración con la firma de Willem van Zoetendaal, diseñador gráfico del libro, el premio es otorgado desde 1963 por miembros y expertos del gremio. Spul, con una edición también en inglés, titulada Stuff, parece un atlas del subsuelo de la ciudad encuadernado con hojas de papel casi transparente. Por eso, a pesar de sus 600 páginas el grosor final no llega a 4 centímetros; una sencillez que aumenta la sorpresa del lector al abrirlo. Las excavaciones del metro discurrieron bajo el centro urbano y se prolongaron entre 2003 y 2012. “En algunos puntos sobrepasaron los 25 metros de profundidad, y allí, las capas de tierra eran de hace 10.000 años”, según Jerzy Gawronski, jefe de Arqueología del Ayuntamiento, que ha ordenado esta colección. Encima, a unos 12 metros de la superficie, se encuentra el lecho del Amstel, que resultó ser un auténtico archivo histórico. El río discurre por la ciudad, y dos de las calles por donde pasa la nueva línea de metro, fueron el centro urbano desde el siglo XIII. Como ahora, los habitantes tiraban a menudo cosas al agua y acabaron en el fondo.
Ordenadas con un enfoque casi forense por el fotógrafo Harold Strak, suman 35.000 imágenes que son una radiografía de las costumbres de la ciudad. Hay clavos que parecen hongos roñosos; adornos de puertas todavía dorados; dedales que harían las delicias de un coleccionista y agujas de coser de aspecto amenazador; vasijas, jarras y frascos de cerámica; botellas de cristal de uso médico y recreativo; cuchillos, anzuelos de pesca y pipas para fumar tabaco, algunas finamente decoradas; monedas, incluso un duro (5 pesetas), pistolas; peines fechados entre 1500 y 1700 y otros de plástico; varios anillos, miniaturas de estaño y hasta calcetines agujereados.
Una parte se expone en vitrinas en una de las estaciones del metro (Rokin) donde fueron excavados. “En el libro, se han dispuesto como un inventario que muestra las diferentes funciones de la ciudad, que es un organismo vivo”, asegura Van Zoetendaal, en su página de web. Una especie de mercadillo histórico a todo color en manos de los lectores.
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