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Crítica | El libro de imágenes
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La tos y la utopía

El filme transforma lo que podría parecer opaca e inexpugnable erudición en juego generoso que hace de cada espectador un hermeneuta

Fotograma de 'El libro de imágenes'.
Fotograma de 'El libro de imágenes'.

Un ataque de tos interrumpe una frase en los últimos minutos de El libro de imágenes, pero la voz se sobrepone y logra llegar a su punto y final: “Incluso si nada resultara como esperábamos, eso no cambiaría nada de nuestras esperanzas”. Es una cita extraída de La estética de la resistencia, obra monumental en la que Peter Weiss, entre otras muchas cosas, recorría la historia del arte en su perpetua dialéctica con la historia política. La tos de Jean-Luc Godard aporta una relevante inflexión a las palabras del dramaturgo, porque esa voz que se rompe une, en una misma frase, la desintegración, la inminencia de un final, con el impulso innegable de la utopía, de la proyección hacia un futuro que articulará sus propias estrategias de resistencia. Es uno de los desenlaces más emocionantes que este crítico ha tenido ocasión de ver en mucho tiempo. Un final que parece hablar de esperanza –y de transmisión- desde un lecho moribundo y que se entrelaza con las imágenes degradadas del clímax de La máscara, primera historia que conformaba el tríptico de El placer (1952) de Max Ophüls, objeto de la primera crítica (rechazada por André Bazin) que Godard entregó a Cahiers du Cinéma: bajo la máscara de un espejismo de juventud, un anciano cae exhausto en la pista de baile tras una danza frenética.

EL LIBRO DE IMÁGENES

Dirección: Jean-Luc Godard.

Género: documental ensayístico. Francia, 2018.

Duración: 84 minutos.

Para Godard el cine nunca ha sido una evasión de la vida, sino un instrumento para interpelarla. El libro de imágenes no oculta su voluntad de ser la recapitulación –el remake-, en absoluto reiterativa, de ese pensamiento que el autor ha concebido como una ola de voracidad intertextual en perpetuo movimiento. Godard reivindica el artesanado –trabajar (o pensar) con las manos-, cita y se autocita –el vínculo entre Johnny Guitar y Le petit soldat propicia una sintética lección magistral sobre la apropiación godardiana-, pixela, glitchea, satura los colores y sabotea los formatos de las imágenes, deja que la pantalla colapse en negro, que su voz hiera los tímpanos o desaparezca, mientras los subtítulos –probablemente por indicación propia- solo traducen parcialmente lo dicho. Película desbordada y desbordante, piedra Rosetta del pensamiento godardiano, El libro de imágenes habla de la pobreza como último reducto de libertad, invita a dejar de volverle la espalda a Oriente y, como radical gesto revolucionario, transforma lo que podría parecer opaca e inexpugnable erudición en juego generoso que hace de cada espectador un hermeneuta.

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