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Otra vida para el verso en la escena

Autores actuales se lanzan a la aventura de escribir obras a la manera del Siglo de Oro

Sol López y Diego Morales, en la obra 'Todas hieren y una mata'.
Sol López y Diego Morales, en la obra 'Todas hieren y una mata'.
Rocío García

“El verso seguirá vivo mientras el hombre siga buscando el misterio. Goza de arte poético, de autoridad propia. Es un medio para expresar el subconsciente individual y colectivo, un lugar en el que soñar, descubrir y tocar la cosa más escondida”. Así se refiere Vicente Fuentes, el gran sabio del verso en España, catedrático de la Real Escuela Superior de Arte Dramático y asesor de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, cuando habla de la métrica del Siglo de Oro y su vigencia en el siglo XXI.

El teatro en verso ya no huele a naftalina y son muchos los creadores teatrales contemporáneos que lo reivindican. No solo aquel que compusieron los grandes maestros del Siglo de Oro, que vive un momento de gran efervescencia: también hay autores que se atreven a escribir hoy como lo hiceron Lope y Calderón. Es un recurso sonoro y musical valioso, defienden, que da peso a la palabra y a lo que dice. Así lo demuestra la aparición reciente de nuevas compañías, como Ay Teatro, creada por Álvaro Tato y Yayo Cáceres, que acaba de estrenar en el teatro Fernán Gómez de Madrid la primera comedia de capa y espada en verso del siglo XXI, Todas hieren y una mata, escrita por el propio Tato, junto a la productora Eugenia Yagüe.

Imagen de la obra 'Páncreas'.
Imagen de la obra 'Páncreas'.david ruano

Álvaro Tato (Madrid, 1978) y Yayo Cáceres (Corrientes, Argentina, 1965), dos nombres envenados por la literatura clásica, componentes de Ron Lalá y siempre muy cercanos a la CNTC, están convencidos de que los tiempos no pueden ser “mejores” para lanzarse a la aventura de crear una nueva compañía dedicada enteramente a la puesta en escena de obras en verso, no solo las que escribieron los clásicos sino también otras de nueva cosecha. “Quizás es una gran aventura, una osadía o un disparate, pero en estos tiempos tan tecnológicos, vigilados y conectados, el teatro se abre como un valor seguro y necesario para la sociedad”, asegura Tato. Ay Teatro plantea una vuelta a la raíz, una búsqueda de la desnudez y del teatro pobre, no en el sentido de escasez, sino de esencialidad, aseguran Tato y Cáceres, que pretenden volver la vista atrás pero siempre pensando en el presente y el futuro.

El pistón que ayuda a escapar

Siempre aparece Vicente Fuentes. Detrás de cada proyecto, de cada montaje en verso está este hombre que asesora a la Compañía Nacional de Teatro Clásico y es director de Fuentes de la Voz, un centro de investigación de la voz, la palabra y el verso, ubicado en Sorihuela (Salamanca). Para Fuentes, el verso es poesía y consustancial a nuestra lengua, por lo que para actuarlo hay que conocer la lengua. “No se requiere otro saber, no se trata de un arte secreto”, dice el catedrático de la Real Escuela Superior de Arte Dramático. “Hoy la palabra poesía no cuenta en la vida de muchas personas y, sin embargo, es un pistón que nos ayuda a romper, huir de lo habitual, escapar de lo obvio. El verso nos confiere verdad y sentido y dirige nuestro asentamiento emotivo. En nuestros versos hay algo de quirúrgico y algo de revelación”.

¿Son buenos tiempos para el verso? “A veces se ve como algo casposo o antiguo, pero nada más lejos de la verdad. El verso forma parte de nuestra vida. Esta es la España que uno busca cuando viene a vivir aquí como yo, la España del Siglo de Oro, de El Quijote, de los Machado. La España del verso es lo que España ha dado al mundo”, asegura Cáceres, que viajó a Madrid para una estancia de seis meses y ya lleva ocho años. “El verso provoca en el espectador la magia de la música, reviste nuestra lengua y nuestras ideas de música y cristaliza así de una manera inolvidable. El silencio del público en una obra en verso es especial”, añade Tato.

El estreno de Todas hieren y una mata forma parte del ciclo Miradas al Siglo de Oro, que incluye también la obra Mestiza, con el que Ay Teatro pretende insuflar el veneno del verso en las nuevas generaciones. El objetivo de la nueva compañía no es solo crear y exhibir nuevas obras, sino también crear una cantera de actores y de espectadores jóvenes, con representaciones dirigidas a institutos y escuelas. “Estamos obsesionados con que el teatro se dirija al espectador joven, como una herramienta más de formación académica y lúdica”, defienden.

Otro autor contemporáneo que también se ha lanzado a escribir en métrica clásica es Patxo Tellería. Su obra Páncreas, estrenada en el Centro Dramático Nacional en 2015, nació de la necesidad de investigar con el lenguaje. “Me gustó la idea de ir a contracorriente. La idea de que el verso es antiguo es un error, es un recurso sonoro y musical muy valioso al que no debemos renunciar. Es un lenguaje tan contemporáneo y vigente como cualquier otro. Es una poesía que trasciende el tiempo”, explica Telleria, que no sabe si volverá a escribir otra pieza en verso. “Necesitaría una justificación. Con Páncreas la tuve porque los personajes vivían en el cielo, y en el cielo se habla en verso”.

Algo parecido piensa Ana Zamora, la creadora de la compañía Nao de Amores, especializada en el repertorio prebarroco, en el teatro medieval y renacentista, que ya ha montado catorce obras. “Simplificando no se llega mejor al espectador. El ritual, el ritmo y la fonética del verso forma parte de nosotros mismos. El verso es una forma estupenda para expresarnos y tratar temas trascendentes. Lo que sí tenemos que ser es serios, porque si no el verso suena viejo y el espectador se distancia”, defiende Zamora.

Otro gran abanderado del verso hoy es el actor José Carlos Cuevas, de 33 años, que tras su paso por la Joven Compañía de la CNTC y ganar el Premio Off del Festival de Almagro en 2017 por su puesta en escena de A secreto agravio, secreta venganza, de Calderón, se lanzó a la creación de la compañía Jóvenes Clásicos en Málaga, su ciudad natal. “Todos los trucos para interpretar los encuentras en el Siglo de Oro. El verso no es ni arcaico ni desfasado. Es un género cuya estructura te sirve para una formación muy disciplinada en la interpretación. El autor en verso te muchas claves para interpretar. El verso es adictivo, es una manera de zambullirse en un texto sin fondo, siempre haces un viaje diferente”, asegura Cuevas, que está preparando dos nuevas obras con su compañía.

El renacer de un género

Si el verano es la estación preferida para los grandes circuitos de festivales de teatro clásico que inundan pueblos y ciudades (Almagro, Mérida, Cáceres, Olmedo, Olite, Peñíscola, Alcalá de Henares y otros más), el resto del año no es ajeno a las producciones que tienen en el verso su gran aliado.

Los datos avalan este renacer de un género que no solo revisa a Lope de Vega, Calderón o Tirso de Molina, sino que utiliza su lenguaje para crear nuevas obras. El 41 Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro echó el cierre a finales del pasado mes de julio, tras 25 días de programación y 124 representaciones en verso, con un total de cerca de 33.000 espectadores y una recaudación de 555.000 euros.

La Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC), dependiente del Ministerio de Cultura y referente absoluto del Siglo de Oro, ha visto cómo la afluencia de público y el número de producciones ha ido en aumento año tras año, con el cartel de no hay entradas en muchas funciones. En nueve temporadas, los espectadores de la CNTC, en su sede de Madrid, han pasado de los 58.000 en 2008-2009 a los cerca de 100.000 en 2017-2018, este último periodo con un 97% de ocupación.

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