El indomable Mathieu Malinski
No alcanza a tener un estilo propio en la puesta en escena, que da bandazos entre el academicismo y un impulso creativo un tanto hortera en las secuencias de amor y sexo
Las películas de superación personal, de alumno brillante pero rebelde, de talento extraordinario y circunstancias sociales adversas, conforman un subgénero tan recorrido en el cine contemporáneo que todo lo que no sea salirse del estereotipo suena a mil veces visto y oído. Puede que ese tipo de trabajo encuentre al público que busca, al que persigue en la sala el confort físico y el rigor espiritual, la convención ética y el optimismo vital, sin que nada le resquebraje o moleste o le haga dudar hasta ese desenlace de inevitable peliculeo. Pero obras como La clase de piano, tercer largometraje del francés Ludovic Bernard, suelen ser un engorro para el verdadero cinéfilo, que (casi) todo lo sabe. Sobre todo, si el director parece haber estudiado al dedillo su modelo, y este no es una joya oculta sino una película archiconocida: El indomable Will Hunting, de Gus Van Sant.
LA CLASE DE PIANO
Dirección: Ludovic Bernard.
Intérpretes: Jules Benchetrit, Lambert Wilson, Kristin Scott Thomas, Karidja Touré.
Género: drama. Francia, 2018.
Duración: 106 minutos.
Si cambiamos las matemáticas de la película que le dio el Oscar al mejor guion a Matt Damon y Ben Affleck por la música clásica, ya tenemos La clase de piano, de estructura y sentido de los personajes exactos. Joven del extrarradio ajeno al mundo universitario y del conservatorio, de carácter casi autodidacta, que gracias al encuentro fortuito con un director de departamento encuentra una posible salida a su situación social; una ayuda a la que es reacio por una rebeldía mal entendida, y en la que tendrá mucho que ver un(a) profesor(a) particular que le ayudará a entender la importancia del trabajo y del método, independientemente del talento, y una chica procedente del mundo de la intelectualidad, al que el protagonista es refractario, y de la que se enamora. Todo ello con la influencia y el amparo final de sus amigos del lumpen. Estoy contando El indomable Will Hunting, ya lo saben. Pero también La clase de piano.
Independientemente de los paralelismos con la película de Van Sant, Damon y Affleck, que evidentemente son demasiados, Bernard, también coguionista, y que comenzó su carrera en 2017 con Misión País Vasco, otra estereotipada mezcla entre Ocho apellidos vascos y Bienvenidos al Norte, no alcanza a tener un estilo propio en la puesta en escena, que da bandazos entre el academicismo y un impulso creativo un tanto hortera en las secuencias de amor y sexo.
Babelia
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