Luísa Sobral: “No canto con nadie como con mi hermano”
La cantante portuguesa publica 'Rosa', un disco inspirado por su segunda hija y producido por Raül Refree
Luísa Sobral (Lisboa, 1987) se acostumbró tanto de dar de comer a su bebé en el estudio de grabación mientras trabajaba en sus nuevas canciones que definitivamente se dio cuenta de que el disco le pertenecía a su hija tanto como a ella. De hecho, el álbum, recientemente publicado en España aunque en Portugal salió a finales de 2018, se acabó llamando Rosa, como su hija. “Las canciones se compusieron en el mismo espacio de tiempo en el que criaba a Rosa en casa”, cuenta Sobral, sentada a la mesa preparándose para comer en un restaurante de Madrid. El camarero le recita la carta, abundante en platos de carne, pero ella contesta que es vegetariana. No hay mucho donde elegir, pero lo hace. “Estoy acostumbrada a ir los restaurantes y rebuscar en la carta lo que puedo comer”, dice con una sonrisa y un perfecto español.
Adaptarse parece una de las cualidades de esta cantante portuguesa. También se puede decir a propósito de su nuevo álbum, ya que supo hacerlo durante la grabación. No sólo por el nacimiento de su segundo hijo, sino porque supo salir adelante mientras arrastraba un problema serio en la voz. “Me quedé sin voz durante el proceso de grabación a consecuencia del embarazo. Tenía nódulos que me impedían cantar como quería”, cuenta. “Así que compuse todas las canciones para que fueran fáciles cantarlas”. El disco se grabó condicionado por esos nódulos que la obligaban a cantar de una manera menos teatral, más cruda. Una manera que en Rosa se deja oír con una presteza cautivadora, combinando el folk lo-fi con aromas de jazz portugués. Es un sonido de gran profundidad emocional. “Buscaba algo muy sólido, pero hecho simplemente con una guitarra y una voz”, explica.
Buena parte de culpa de esa solidez, entendida sonoramente como un ambiente íntimo y bello, recae también en el productor del disco, Raül Refree, conocido en los últimos años por sus trabajos con Sílvia Pérez Cruz y Rosalía. “Los discos de Raül son discos del año siempre, pero a mí me encantaba por su colaboración con Sílvia”, apunta. Es tanta su admiración que siente por Pérez Cruz que reconoce que fue una gran fuente de inspiración para concebir Rosa. “Fui a su concierto en Lisboa y fue uno de los más importantes de mi vida. Era todo tan sencillo, con esa voz y las cuatro cuerdas… Me conmocionó. Me encantó su sensibilidad”.
Rosa no es su único álbum que cuenta con un productor de primer nivel. Ya trabajó para el estadounidense Joe Henry en el exquisito Luísa. Es su sexto álbum dentro de una carrera marcada siempre por su propia sensibilidad y un cancionero donde respira el gusto por lo clásico. Joni Mitchell o el Bob Dylan acústico fueron dos de sus trampolines iniciales, pero ahora Sobral reconoce que, además de Sílvia Pérez Cruz, se sumergió más que nunca en la música brasileña. La nueva obra navega por esas aguas sonoras y, como en anteriores discos, el toque jazzy late con fuerza, incluida en Sö Um Beijo, la composición que canta con su hermano Salvador Sobral, famoso por ganar el festival de Eurovisión en 2017 con Amar pelos dois, una canción compuesta por ella. “La relación de dos hermanos cantando no se puede encontrar con nadie”, asevera. Es la primera vez que en un disco de ella cantan ambos hermanos, dedicados a la música desde adolescentes y que pasaron por el mismo show-talent portugués. Los dos le deben su pasión temprana por la música a sus padres, que les ponían canciones a todas horas para que dejaran de discutir.
Tanto Salvador como Luísa simbolizan el esplendor de la última generación de músicos portugueses. Artistas inquietos que van más allá del fado y abren nuevas vías sonoras a una escena viva. “La música portuguesa está en una fase increíble. Hay muchas cosas muy buenas, muchos estilos distintos y somos muy amigos, lo que nos permite compartir muchas ideas”, explica Sobral, quien compone canciones para otros músicos como Mayra Andrade, António Zambujo o Ana Moura. “Veníamos de un periodo donde no había dinero por la música. Nadie se metía a esto para ser una estrella sino para disfrutar. Eso fomentó mucho la imaginación”.
Babelia
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