Las otras Klimt salen del ostracismo
La galería Belvedere recupera las obras de Helene Funke, Broncia Koller-Pinell y otras 54 artistas olvidadas del modernismo austriaco que compartieron notoriedad con el pintor austríaco
Cuando la artista Teresa Feodorovna Ries presentó en 1896 su escultura de mármol en tamaño natural de la bruja desnuda cortándose las uñas, el resultado escandalizó a los críticos de Viena. También consiguió que Gustav Klimt la invitara a exponer en la Secesión. Pudo exponer, sí, pero lo que no permitieron los colegas de Klimt es admitirla en el club. En ese momento, las principales uniones de artistas y la Academia de Bellas Artes vetaban a las mujeres.
Entre 1900 y 1938, los años que abarca la exposición, las mujeres, que socialmente tenían pocas alternativas a los roles de esposa y madre, se las arreglaron para conquistar la escena artística de Viena. Abandonaron el diletantismo y construyeron sólidas carreras artísticas. Formaron clubes alternativos, buscaron nuevas estrategias y asumieron retos estéticos revolucionarios tan alejados de las naturalezas muertas como el desnudo femenino. Las que pudieron, como Helene Funke y Lilly Steiner, se marcharon a estudiar a París y recibieron el influjo de Matisse y el fauvismo. Ahora, la vienesa Galería Belvedere quiere hacer justicia con la muestra City of Women. Female Artists in Vienna from 1900 to 1938que puede verse hasta el 19 de mayo.
Ya en 1908 la ambiciosa Kunstschau, la gran exposición de arte del modernismo vienés presidida por Gustav Klimt, citó a 179 artistas, un tercio de ellos mujeres. El Neukunstgruppe de Egon Schiele tenía una cuota similar en 1909. Las artistas exponían en las galerías más importantes como el Kunstsalon Pisko. En 1910 se emanciparon de forma definitiva con la fundación de la Asociación Austriaca de Mujeres Artistas (VBKÖ en sus siglas en alemán) y montaron El arte de la mujer en el pabellón de la Secesión, la primera muestra internacional en Europa dedicada a obras creadas por mujeres entre 1600 y 1910 y que vieron 12.000 personas en dos meses.
Al año siguiente la exposición fue en el Zedlitzhalle con la Hagenbund —tras la Secesión, la segunda gran asociación de artistas alternativa a la académica Künstlerhaus—, donde presentaron más de 200 obras de 60 artistas contemporáneas. La VBKÖ empezó a definir la agenda de exposiciones de la capital e incluso protagonizó escisiones internas. Fanny Harlfinger-Zakucka creó una asociación lateral considerada radical e izquierdista que revolucionó la escena artística, la Wiener Frauenkunst. Entre sus miembros, además de Helene Funke, Helene von Taussig y Broncia Koller-Pinell, estaba Stephanie Hollenstein.
El año 1938 acabó con la presencia de la mujer en el arte austriaco. El terror nazi desató la persecución de las artistas judías y la disolución o arianización de escuelas y asociaciones femeninas. Muchas artistas emigraron, el arte degenerado fue prohibido y se destruyeron obras. Comenzó la Segunda Guerra Mundial. Entonces llegó el olvido.
Las casi 60 artistas presentadas en la galería Belvedere no constituyen ninguna generación o grupo homogéneo. El arco que abarca la retrospectiva se abre hasta el extremo: desde nazis como Stephanie Hollenstein hasta artistas como Helene von Taussig, que murió asesinada en un campo de tránsito alemán en Polonia, o Friedl Dicker, que lo hizo en Auschwitz. Dicker —al igual que la pintora Trude Waehner formada en la clase de Paul Klee en la Bauhaus— se unió al movimiento de resistencia antifascista y reflejó su compromiso sociopolítico en sus collages fotográficos.
Hay representantes destacadas del impresionismo, secesionismo, expresionismo, radical-expresionismo, arte cinético y Nueva Objetividad. Algunas artistas contaron con el apoyo de sus maridos, padres o profesores, como Mileva Roller, Elena Luksch-Makowsky y Emilie Mediz-Pelikan, pintora que solicitó el ingreso en la libertaria Hagenbund —donde exponía con frecuencia como artista invitada— a través de la mediación de su marido, el también pintor y miembro de la Hagenbund Karl Mediz, y fue rechazada con el sutil argumento de que si la admitían tendrían que admitir a más mujeres. Otras, como Teresa Feodorovna Ries y Helene Funke, lucharon solas. La paisajista Tina Blau rechazó ligarse a cualquier asociación que estuviera integrada solo por mujeres. Lo que une a todas en una exposición conjunta es la falta de reconocimiento del canon del arte contemporáneo desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
“¿Es posible que hace más de un siglo estuviéramos más avanzados en términos de representación femenina de lo que lo estamos hoy?”, se pregunta la comisaria Sabine Fellner junto a Frühmarkt, el cuadro de 1907 de Broncia Koller-Pinell que se creía perdido y que encontró por casualidad en los fondos del Belvedere cuando preparaba la muestra. Koller-Pinell, miembro fundadora de la Neue Secession e influencia clave en la obra de Egon Schiele, participó en más de 15 exhibiciones, trabajó con Klimt y forjó una exitosa carrera artística de 40 años hasta su fallecimiento en 1934. Después su rastro se perdió como su lienzo Frühmarkt.
Fellner señala al Tercer Reich como responsable del gran apagón de la mujer en el arte contemporáneo pero también al conservadurismo de la sociedad austríaca de finales de los años 40. ¿Qué ocurrirá el próximo 19 de mayo cuando se clausure la exposición? ¿Volverán estas artistas a acumular otros cien años de polvo? “Espero que no. Nuestra intención es que sea una retrospectiva pionera que alimente a otras muestras en el futuro”, concluye Sabine Fellner.
Vanguardista, lesbiana y nazi
Visto con perspectiva, Stephanie Hollenstein tuvo una vida apasionante. Nacida en Lustenau en 1886, con 29 años se alistó en el ejército austrohúngaro disfrazada de hombre para combatir en el frente de la Primera Guerra Mundial. Cuando la descubrieron, fue admitida en la Oficina de Prensa de las tropas donde trabajó como corresponsal de guerra. La retrospectiva exhibe uno de sus dibujos en los hospitales de campaña y también sus coloridos paisajes expresionistas. De formación autodidacta propia de una familia de campesinos, su trayectoria se ajusta al paradigma del artista moderno: viajó, ganó premios y becas, se relacionó con las vanguardias, su obra fue considerada radical y expresionista, ingresó en la VBKÖ, hizo todo lo que se esperaba de una artista cosmopolita. En 1929 comenzó una relación sentimental con Franziska Gross. Y al mismo tiempo era nazi. Se afilió antes incluso de que el partido fuera legal. Su participación en el nazismo, un movimiento tan poco tolerante con las ambigüedades sexuales y artísticas, se hizo oficial el 1 de mayo de 1938.
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