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El arte de vanguardia contra la verdad mitigada

La Casa Encendida muestra la perplejidad de la sociedad ante el enorme flujo de información y la incertidumbre que crea

La instalación 'Ritual (sin) creencia' (2018), de Evan Ifekoya, en La Casa Encendida
La instalación 'Ritual (sin) creencia' (2018), de Evan Ifekoya, en La Casa EncendidaÁLVARO GARCÍA

Las inquietudes de la sociedad siempre han tenido su reflejo en el arte contemporáneo. Cada generación de artistas afronta sus propios miedos, los de su tiempo, y por eso la actual incertidumbre de los humanos ante las amenazas que suponen las tecnologías de la información no podía escapar al bisturí del arte. Como reflejo de ese pulso creador, La Casa Encendida inaugura este viernes Ahogarse en un mar de datos, una muestra ambiciosa para luchar contra la verdad mitigada que supone el exceso de información y que incluye además una serie de performances y una publicación con textos que analizan desde el escepticismo relativista y la posverdad hasta la farmacopornografía.

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“La narrativa principal de la exposición habla de una de las características más importantes de la contemporaneidad, que es el sentimiento de desorientación y ansiedad en la sociedad", explicó João Laia, comisario de la muestra, que podrá verse hasta el 19 de mayo. “En un cambio cuyos efectos aún no se alcanzan a comprender de fondo”, detalla, “la inestabilidad se ha convertido en una característica distintiva de nuestro tiempo”. A veces con consecuencias trágicas: la exposición recibe al espectador con un vídeo homenaje a Aaron Swartz, activista que afrontó un proceso judicial por publicar trabajos académicos que había hackeado. Se suicidó en 2013 con 26 años antes de terminar el juicio.

En la muestra, destacan trabajos como los de la alicantina M. Reme Silvestre (1992), que llama la atención sobre “la vulnerabilidad del individuo frente a las estrategias que genera la sociedad de la información” e ironiza sobre la necesidad de afrontar de forma acelerada la vida entera, tanto el tiempo de trabajo como el de ocio. Por ello, ofrece en la entrada unas bebidas energéticas, que “aumentan el ritmo cardiaco y la resistencia muscular”, para que el espectador tenga otra experiencia, “otro modo de transitar el espacio expositivo”. Y para hablar del “carácter artificial del culto al cuerpo” omnipresente en las redes, expone una camilla de fisioterapeuta plegada bajo la que se ocultan 13 férulas de descanso bucal. Dolores de espalda y bruxismo quizá son otros síntomas de los efectos de las nuevas tecnologías.

Entre las propuestas seleccionadas, el nigeriano Evan Ifekoya invita a sumergirse en un mar irreal y contemplar su cielo de globos en la instalación Ritual (sin) creencia (2018). Y quizá los inquietantes vídeos Nuevas ansiedades (2017) y Bala (2018) de la colombiana Sofía Reyes son los que mejor remiten a la angustia que provoca el exceso de imágenes en Internet. Por su parte, el dúo Girlisonfire investiga sobre la estimulación constante y los estados de agotamiento.

Emergentes hoy, creadores en el futuro

Generación 2019 ofrece trabajos de ocho artistas seleccionados entre 400 propuestas. Busca, en palabras de Lucía Casani, directora de La Casa Encendida, "difundir y apoyar el trabajo de artistas jóvenes emergentes". Quizá los grandes creadores del futuro. Como ejemplo, June Crespo (Pamplona, 1982), que figuró en Generación 2017, afianza su carrera dos años más tarde y un piso más arriba en la exposición sobre los efectos emocionales de las tecnologías en la sociedad. Allí, la desconcertante Nao (2018) muestra al individuo asomado en soledad al abismo de su imagen reflejada en el espejo de las redes.

Paralelamente a Ahogarse en un mar de datos, La Casa Encendida también estrena Generación 2019, su apuesta anual (que cumple 19 entregas) por los que serán los artistas del futuro. El comisario Ignacio Cabrero explicó que esta propuesta no tiene otro hilo conductor que el de la calidad de las obras de los jóvenes seleccionados, pero muchas de ellas también enseñan la perplejidad de estos artistas ante los retos del progreso. Quizá sirva de nexo de unión entre las dos muestras la obra de Lucía P. Moreno (Basilea, 1982), que habla de la presión ante el mensaje que lanzan continuamente las redes. “Tú no puedes, tú no puedes hacer esto”, enfatiza, “Internet te dice que siempre tienes que dar lo mejor de ti mismo, siempre tienes que estar perfecta”. Su instalación, titulada My Advice to Eva, pretende lanzar un mensaje final de optimismo: “Al final, mientras exista un tú y un yo, hay esperanza”.

Muy cerca, junto a obras de Saelia Aparicio, Ana Barriga, Mario Espliego, Ignacio García Sánchez y Susana Anglada, Ana García-Pineda (Sabadell, 1992) cuestiona un mundo constreñido entre fronteras artificiales en la instalación Señores sentados haciendo rayas. Y Raisa Maudit (Las Palmas, 1986) ofrece una instalación “para entrar en trance” ante la figura de Wolfy, como ella llama a Wolfgang Amadeus Mozart.

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