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Muere el compositor Joan Guinjoan, figura clave de la música contemporánea

Su repertorio netamente vitalista está formado de más de 100 obras de música de cámara, vocal y sinfónica

Joan Guinjoan, compositor en una imagen de 2002.
Joan Guinjoan, compositor en una imagen de 2002.Susanna Saez

Vital, optimista, con un fino sentido del humor y una sinceridad expresiva que añadía calidez y humanidad a su música. Así era el compositor, director de orquesta y pianista catalán Joan Guinjoan (Riudoms, Tarragona, 28 de noviembre de 1931- Barcelona, 1 de enero de 2019), infatigable creador que vivió con pasión el oficio de componer, el arte, en definitiva, de comunicar emociones a través de la materia sonora. Por encima de cualquier valoración técnica y estética, en sus partituras, refinadas y brillantes, transmite la alegría de crear música con personalidad propia, sin complejos, con ágil juego rítmico y una mirada irónica que nunca pierde de vista sus origenes humildes.

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El apego a la tierra, a las costumbres, a las músicas populares de su Riudoms natal, nutren su música sin imposturas. “Nunca me he sentido ligado a una generación determinada ni, por supuesto, he pretendido crear escuela alguna”, confesaba, sentado junto al piano del estudio de su domicilio barcelonés. Cuando iba a estrenar una obra, solía invitarte a charlar en su casa; delante de la partitura, te mostraba el latido de su música, sus anhelos y también sus temores, porque, aunque podía presumir de ser considerado todo un clásico –entre otros galardones obtuvo el Premio Nacional de Música en 1990 y el Premio Iberoamericano de la Música Tomás Luis de Victoria en 2004-, mantenía intactas la ilusión y las dudas del creador que explora nuevos territorios. “Siempre que se acerca un estreno importante me pongo muy nervioso, eso es algo que no se pasa con la edad, al contrario, siempre sientes miedo a no estar a la altura de las circunstancias”.

Hombre ligado a la tierra, dejó las tareas del campo para iniciar su aventura como músico en Barcelona a los 21 años. Discípulo de Cristòfor Taltabull, completó su formación en l´Ecole Normal de París y en la Schola Cantorum, con Pierre Wissmer, En sus años de aprendizaje en París, al tiempo que se empapaba de las vanguardias, fue pianista “de café” para ganar su sustento. Cultivó muchas disciplinas en su larga y fecunda y trayectoría artística: concertista de piano, director del conjunto instrumental Diabolus in Música -con este grupo estrenó muchas partituras y difundió en centenares de conciertos los clásicos del siglo XX y las más apasionantes obras de vanguardia- divulgador, crítico musical en el Diario de Barcelona, comentarista en diversos programas de radio y televisión y fundador y director del Centre de Documentació y Difusió de la Música Contemporània del Ayuntamiento de Barcelona. Pero, por encima de todo, fue y siempre se sintió compositor.

Su repertorio, netamente vitalista, es una síntesis de lenguajes coordinados por un estilo personal donde el ritmo y el timbre determinan su origen mediterráneo

La búsqueda de un lenguaje más libre, fruto del dominio de las más diversas técnicas y estéticas, desde el dodecafonismo y el serialismo al grafismo y la música flexible, le dieron un rico bagaje para emprender su propio camino; la bellísima Música per a violoncel i orquestra, de 1975, revisada en 1980, marca un nuevo rumbo, de mayor expresividad, claridad y perfección formal.

La variada percusión, la rica paleta orquestal, la vitalidad rítmica y la riqueza tímbrica se convierten en señas de identidad de una música cada vez más cálida, sutil e imaginativa que ha dado frutos tan significativos como el impactante Homenaje a Carmen Amaya para conjunto de percusión, Passim Trio, Ab Origine, el Concierto para piano, Self-Paráfrasis, el excepcional Concierto para clarinete, las brillantes Sinfonia núm. 2, Ciudad de Tarragona y Sinfonía num. 3, Sincrotrón-Alba, el Concierto para acordeón, Trama, Pantonal y su opera Gaudí, con libreto de Josep Maria Carandell, que permaneció doce años en un cajón hasta su tardío estreno, en 2004, en el Gran Teatre del Liceu.

En octubre de 2016, el octogenario compositor tarraconense estrenó en el Palau de la Música Catalana, con la orquesta del Liceo bajo la dirección de Josep Pons, su exuberante Fiat Lux, obra inspirada en poemas de Antoni Clapés que glosan las luces y colores del paisaje de su Riudoms natal. Fue un estallido de energía rítmica y poderío orquestal, fruto de la fantasía y la pasión de un músico que nunca perdió la ilusión y la alegría de crear.

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