Red Dead Redemption II: La verdadera noche americana
La excelencia del videojuego pasa por la libertad de elección y la narrativa. El wéstern de Rockstar es ejemplo maestro
A través de la niebla, emerge la figura a caballo de Arthur Morgan. Un hombre hostil, en una tierra hostil. La sangre seca salpica sus botas; el hambre, el frío y un pesar en el corazón al que no pueden ponerse palabras. La noche en las montañas amenaza con traer la muerte y el olvido a todos los que han confiado su vida a Dutch. La banda ha visto días mejores, pero la suerte puede volverse propicia tan pronto como antes volvía la espalda. Una tierra sin reglas.
Una vez, el salvaje Oeste fue una pesadilla.
Ahora, es leyenda.
En el imaginario colectivo de la aventura y el misterio, el final del siglo XIX en Estados Unidos, una época turbulenta de disparo rápido y expansión del ferrocarril, ocupa un lugar especial. Por un lado, por el magnífico cine western con el que muchos crecieron; por otro, por algunas obras destacadas como el cómic Blueberry (1963, Jean-Michel Charlie y Jean Giraud), y en especial en España, donde la tradición de decorador del cine western y las obras de autores como Marcial Lafuente Estefanía, factoría de autores que llevan más de dos décadas escribiendo novelas cortas ambientadas en esa época. Algo nos fascina en los pistoleros, los asaltos al tren, los duelos al alba y el revólver como único compañero. Quizás sea la mezcla entre lo salvaje y lo civilizado; la expansión de la tecnología en un mundo cambiante y gigante, amenazador como un planeta recién colonizado.
Sea como fuere, Rockstar Games, autores de videojuegos tan notables como Grand Theft Auto, Max Payne o LA Noire, decidieron en 2004 arriesgarse a continuar un proyecto empezado por Capcom: un shooter en tercera persona ambientado en el salvaje Oeste, en 1880, con una historia adulta de venganza, aunque con resultados cuestionables. Red Dead Revolver pasó sin más: buenas ventas, buena crítica, pero no una pieza destacable de la historia del videojuego. Sin embargo, en 2010, Rockstar Games recuperaría este juego para convertirlo en franquicia con el lanzamiento de Red Dead Redemption. Y esto, como se suele decir, era harina de otro costal.
Información útil
Compañía: Rockstar Games
Director:--
Fecha de lanzamiento: 26/10/2018
Género: Sandbox
Precio: 69,95 €
Aunque Red Dead Redemption no era una secuela directa, volvíamos al Oeste; volvíamos a la violencia descarnada de la mano de un sandbox (mundo abierto) que parecía tenerlo todo: unos gráficos de infarto, exploración, una magnífica historia, una duración envidiable y diferentes modos de juego para todos los gustos. Una especie de GTA pero con caballos en vez de coches, todo un acierto. Una secuela estaba garantizada; lo que nadie esperaba es que esta tardara casi una década y que apareciera cuando el ciclo de consolas de sobremesa (si obviamos las políticas de Nintendo, que marcan su propio ritmo), parece tocar a su fin.
El lanzamiento de Red Dead Redemption II ha hecho contener el aliento a más de uno. No es casualidad que los lanzamientos de videojuegos hayan ido evitando, de manera más o menos sutil, la fecha de lanzamiento de este gigante. Han pasado ocho años y Rockstar Games ha demostrado que son expertos en una cosa: tomarse las cosas con calma para hacerlo bien. Y, sinceramente, no creo que pudieran haberlo hecho mejor.
Cualquier intento de definir Red Dead Redemption II en unas pocas (o muchas) palabras, está abocado al fracaso. Esto es algo que hay que vivir. Escrito por Dan Houser, Michael Unsworth y Rupert Humphries, esta nueva aventura nos devuelve al pasado de John Marston (protagonista del primer juego) y nos pone en la piel de uno de sus compañeros forajidos, Arthur Morgan, en la lucha contra el frío, el hambre y la búsqueda de fortuna. Una banda de forajidos y nómadas que tratan de encontrar su hueco en un mundo que cambia a pasos agigantados. Cualquier palabra más, caería en desvelar un guion soberbio. Deberá bastar con esto.
Al final del ciclo de consolas (marcado, no vamos a negarlo, por Sony y Microsoft) suelen aparecer algunas obras que dan un paso más allá. Nos brindan un atisbo del futuro; lo que nos espera en la siguiente generación, de lo que es capaz la industria. Sucedió en el salto de Playstation 3 a Playstation 4 con The Last of Us (Naughty Dog, 2013); con Grand Theft Auto V y en su día Final Fantasy IX, por citar algunos.
Ha vuelto ha suceder, ahora con Red Dead Redemption II.
La América instaurada en la tradición del realismo mágico que recorremos en esta obra de Rockstar Games se encuentra con pocos rivales que le planten cara como escenario vivo y rico en detalles. No hablo de una cadena de personajes no jugables, eventos, iconos en un mapa y horas de recorrido para ver las mismas misiones con nombres cambiados y situaciones parecidas. Aquí, el mundo vive y respira al margen de lo que el jugador decida hacer. Y es que la cantidad de detalles incluidos en el terreno resulta absurda e imposible: no solo a nivel jugable, donde explorar y descubrir secretos, casualidades o comportamientos que motivamos con nuestro estilo de juego puede hacernos perder el hilo de la misión que estábamos siguiendo; sino además con un motor gráfico que hace que cada paseo en caballo o cada cacería sean realmente distintas. El magnífico uso de la luz para pintar algunos paisajes de ensueño que me han recordado a la magnifica fotografía de El Renacido (Alejandro González Iñarritu, 2015) o a los cuadros de Courbet, deja boquiabierto al jugador mientras, con la misma soltura, se nos presenta una decisión moral; un tiroteo o una simpática partida de cartas.
Del mismo modo, Red Dead Redemption II amplía la variedad de cosas que hacer con la cantidad y la calidad a partes iguales. Ahora precisamos de la búsqueda de recursos para mantener unido a nuestro clan; de compartir a la vez que robar; de defender a la vez que atacar. Es esta dicotomía, tan presente en la vida, y tan ausente a veces en los videojuegos, lo que convierte a esta obra en un ejercicio de profundo realismo, de crónica, sin perder un ápice de la magia que lo acerca a la tradición del realismo mágico. Una obra llena de aristas, de bifurcaciones y recovecos, como les pasa a las grandes. Como decía antes, este videojuego se vive. Y aunque el guion tenga una estructura más o menos convencional de misiones paralelas y principales; un principio y un fin como tal, la narrativa que surge a medida que el jugador interacciona con el mundo, descubre sus posibilidades y aprende la mejor manera de adaptar el juego a su propio estilo, evidencia algo que ya empezamos a tener claro: la excelencia del videojuego pasa por la libertad de elección y la narrativa.
Sabiendo que a veces el videojuego peca de explícito y de condescendiente hacia el jugador, Rockstar apuesta por el minimalismo. El juego comienza pausado, entre la niebla; mucho diálogo, poca acción. La soledad y el miedo que rodean a los personajes protagonistas sale de la pantalla y envuelve al jugador. Descubriremos este bello mundo de la forma más escalonada posible, sufriendo muchas sorpresas aun cuando hayamos invertido una buena cantidad de horas. Siguiendo la misma política, se nos brinda la posibilidad de eliminar la interfaz de la pantalla y jugar al desnudo; siguiendo las indicaciones de las misiones por los comentarios de los personajes y nuestra propia intuición; tratando de recordar los caminos y dejando que nos perdamos. Sorprendiendo en todo momento, pero en tensión también. Algo opcional, pero altamente recomendable para vivir la experiencia de juego completa.
En este mundo no existe la perfección, en ello radica la verdadera belleza, pero Red Dead Redemption II le anda muy cerca. Una obra llegada desde el futuro para cerrar una etapa y abrir otra; una cuidada alegoría al pasado, al realismo, pero también al futuro: la crónica de un mundo al que podemos regresar gracias a la magia de este arte. Probablemente, un videojuego que hará historia.
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