Canciones para la resistencia de Chicho Sánchez Ferlosio
Un filme de David Trueba, una biografía y el rescate de un disco publicado clandestinamente en 1963 en Suecia reivindican al autor de composiciones asimiladas por el repertorio popular
Durante la huelga feminista del pasado 8 de marzo miles de mujeres de Bilbao entonaron al unísono un cántico tan estremecedor que se convirtió en uno de los símbolos de la histórica jornada. Se trataba de una versión de A la huelga, cuyo estribillo dice: “A la huelga 10, a la huelga 100, a la huelga, madre, yo voy también. A la huelga 100, a la huelga 1.000, yo por ellos, madre, y ellos por mí”. El vídeo dio la vuelta al mundo. Atribuida por muchos al cancionero popular, la compuso Chicho Sánchez Ferlosio en 1963 para el disco clandestino Canciones de la resistencia española, que se había grabado en agosto de ese mismo año en el cuarto de baño de su casa, en la calle Guadalquivir de Madrid. El rescate en una edición facsímil del álbum de 10 pulgadas, un proyecto de Joan F. Losilla para Madmua Records, sello especializado en recuperar joyas perdidas de la música española de los sesenta y setenta, y el documental de David Trueba Si me borrara el viento lo que yo canto recogen este apasionante episodio en la vida de un compositor libérrimo.
Dotado de una voz tan impetuosa como melancólica, Chicho Sánchez Ferlosio (Madrid, 1940-2003) huyó en vida de cualquier forma de éxito pero ha conseguido lo más difícil, como explica en la película la cantante Sílvia Pérez Cruz; que sus canciones se confundan con el ancestral cancionero de todos.
Detrás de la aventura de Canciones de la resistencia española estaban dos estudiantes suecos (Skold Peter Matthis y Sven Goran Dahl) de la asociación procomunista Clarté, que habían llegado a España en una furgoneta desde Estocolmo para grabar a Sánchez Ferlosio con un magnetófono Tandberg que les había dejado el matrimonio de traductores exiliados españoles Francisco Uriz y Marina Torres.
“De vuelta a casa, y tras ser perseguidos por la policía secreta española, editaron el disco con la emblemática portada de los gallos que realizó el pintor Pepe Ortega ex profeso en un viaje a Estocolmo”, recuerda Joan F. Losilla. Por razones de seguridad, firmaba el álbum un Anónimo Español del Siglo XX. Lo que nadie podía predecir es que aquellas canciones, entre ellas, la icónica Los gallos (Gallo rojo, gallo negro) o la dedicada al dirigente comunista Julián Grimau, ejecutado por el régimen franquista, se convertirían en himnos de los jóvenes izquierdistas nórdicos. Al carecer de autoría, se extendió la creencia de que los cánticos se habían compuesto durante la guerra, ignorando que su autor era, para más inri, José Antonio Julio Onésimo Chicho Sánchez Ferlosio, hermano del escritor Rafael Sánchez Ferlosio e hijo pequeño del autor Rafael Sánchez Mazas, fundador de la Falange y responsable de una parte importante del himno Cara al sol, a quien, por cierto, sus hijos adoraban.
Con una tirada de 1.000 copias, de las que ya se han vendido 500, es la primera vez que el vinilo, toda una rareza discográfica, se edita en España. Además, le acompaña un 7 pulgadas con cuatro canciones populares de la Guerra Civil Española que Chicho grabó para los suecos pero que jamás fueron editadas. El documental tardará algo más en ver la luz. Está previsto que se estrene en marzo, coincidiendo con la salida de un libro biográfico que prepara la editorial logroñesa Fulgencio Pimentel, que incluirá la reedición de la película Mientras el cuerpo aguante, fascinante retrato del músico estrenado en 1982 por Fernando Trueba y que mostraba su vida en la isla de Mallorca.
La recuperación hace un año del que se considera el mejor disco de Sánchez Ferlosio, A contratiempo, publicado en 1978, y la nueva vida de Gallo rojo, gallo negro, que Pérez Cruz introdujo en su disco Granada y que acostumbra a cantar en escenarios de todo el mundo, se suma a un rescate que tiene algo de improbable. Inconformista, heterodoxo, amante de los juegos de números y léxicos, también de la marihuana y en general de los saberes improductivos, Chicho es, como explica David Trueba, “la pesadilla de los archiveros”. Una personalidad esquiva (“se escapa de las costuras de la historia musical española”) que de alguna forma es la responsable de su vigencia, “generación tras generación, descubierto cada vez como si fuera nuevo, fresco, estimulante”, añade el cineasta.
Entre documentos de época y secuencias de películas como El verdugo, Esa voz es una mina o Nueve cartas a Berta, algunas de las personas cercanas al músico desgranan la historia de su disco sueco. De Emilio Quintana Pareja, profesor del Instituto Cervantes de Estocolmo que realizó la investigación sobre los orígenes del álbum, a su sobrino Máximo Pradera, que escribe en el libreto del disco el texto Mi infancia son recuerdos de un patio de Coria donde cantaba Chicho.
Junto a ellos, comparece ante la cámara su buen amigo el poeta y editor Jesús Munárriz, que editó en 2008 en Hiperión una antología de sus canciones, poemas y textos. “Nos conocimos en la facultad de Filosofía, estábamos en el mismo curso”, recuerda Munárriz en conversación telefónica. “Siempre fue un tipo genial, inclasificable. Era rebelde, pero muy fino a la hora de tomar decisiones, muy suyo, muy libre. Lo mismo se tiraba dos años estudiando un juego que se pasaba meses analizando una Biblia que había encontrado en Coria. Ahora los jubilados de Bilbao o las feministas han adaptado sus canciones, y sin duda eso le habría gustado. Al final eso era lo que pretendía, que la gente hiciera suyas sus composiciones”.
Otra de las protagonistas de Si me borrara el viento lo que yo canto es la esposa del músico entre 1960 y 1974, Ana Guardione, que recupera la memoria del día que se encerraron en aquel baño de la casa de la calle Guadalquivir con dos suecos, un magnetófono y una guitarra para cantar contra Franco y no ser descubiertos por sus vecinos. A sus 80 años, Guardione concede sonriente a la cámara de Trueba la felicidad de descubrir 55 años después los detalles de aquella magnífica aventura.
15.000 euros para pagar los derechos de TVE
Los responsables de la película, de la que ayer se ofreció un aperitivo en la fundación Telefónica de Madrid, han abierto una campaña de Verkami para poder rematar su financiación. Pretenden recaudar 15.000 euros (las aportaciones serán a cambio del vinilo y el DVD) destinados a cubrir los altísimos costes que supone la utilización de imágenes procedentes del archivo de Televisión Española, de la Televisión Nacional Sueca y de varias películas.
“Cada minuto del archivo de Televisión Española, un órgano estatal dueño de buena parte de nuestro patrimonio visual, cuesta entre 2.500 y 2.700 euros, da igual que sea para una superproducción de Hollywood o para un modesto documental”, explica el cineasta sobre una anomalía que afecta a infinidad de pequeñas producciones que no pueden salir adelante por el alto coste de este material público.
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