Un triunfo previsible y calculado
La Callas digital se ganó al público minuto a minuto con sus grabaciones históricas
Parecíamos todos niños. Nerviosos y entusiasmados. Sin saber muy bien si aplaudir o reír, o todo a la vez, cuando La Divina apareció ante nosotros, elegante en satén duquesa blanco, y caminó hasta el centro del proscenio para saludar a la directora de la orquesta, Eìmear Noone, y al público que abarrotaba el London Coliseum. Nos miraba agradecida y altiva, dulce en las formas y con ese abrazo a si misma que resaltaba la belleza de sus hombros blancos y desnudos y prolongaba su cuello.
Por una noche, Maria Callas reapareció en este majestuoso teatro barroco y eduardiano de principios del Siglo XX y triunfó. Un triunfo previsible y calculado, porque no había posibilidad de error. Las mejores grabaciones de la soprano, destiladas y depuradas con técnicas que tienen más de alquimia que de ciencia, para recrear la leyenda de la más grande de todos los tiempos, con permiso de Joan Sutherland.
BASE Hologram se la jugaba con este desafío y superó la prueba. No importó que, en algún breve instante, un casi imperceptible halo en torno a la Divina nos recordara que todos estábamos participando de una farsa. Miénteme, Johnny, y dime que me quieres. Nadie entre el público estaba dispuesto a dudar de que la tenía delante, en carne virtual.
Salía y entraba en escena, para agotar su repertorio más conocido. Bellini, Bizet, Puccini. Acompañada de cincuenta músicos de la Royal Philarmonic Orchestra que la miraban embelesados cuando reaparecía, la Callas se ganaba al público minuto a minuto. Sus intercambios de gestos con la conductora, sus pequeñas bromas y guiños, tan calculadas y a la vez tan de ella, provocaban risas, aplausos y complicidad. Los aplausos duraban justo lo que tenían que durar, porque nadie estaba dispuesto a permitir que un error de sincronización con ese espejismo programado arruinara el hechizo.
Maria Callas in concert no es ópera. No pretende serlo. Es un prodigio técnico cuyas posibilidades merece la pena explorar. Tan falso como Instagram. Tan real como Instagram. Cuando en el primer bis La Divina reapareció para interpretar Casta Diva nadie se sorprendió. Estaba en el programa, y sonó como siempre lo hemos oído y soñado. La leyenda abandonó entre aplausos el escenario, y con cada paso se revelaba un poco más el ectoplasma que se difuminaba para decir adiós. Y que dejaba con la satisfacción de poder decir a la salida, yo estuve allí. La Callas no, por supuesto, pero eso a nadie le importó.
Babelia
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