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Mario Gas: “Los creadores hemos perdido compromiso ético y estético”

El director estrena una versión de ‘La Strada’, la inolvidable y desgarradora película de Fellini que ganó un Oscar en 1956

Rocío García
El director teatral Mario Gas, el martes en el Teatro de la Abadía de Madrid.
El director teatral Mario Gas, el martes en el Teatro de la Abadía de Madrid.ANDREA COMAS

Dirigió su primera obra teatral con 18 años. Hoy tiene 71 y una energía desbordante, que no descansa. Las premisas con las que, en pleno franquismo, Mario Gas se inició en el teatro independiente —modificar las condiciones de trabajo, renovar el lenguaje estético y buscar el compromiso ético e ideológico— siguen intactas, aunque la profesión algo haya cambiado. “Los creadores hemos perdido algo de ese compromiso porque, como dice un colega mío catalán, durante la Transición el que decidía la obra era el director y ahora parece que esa decisión está en manos de la producción, que busca otro tipo de efectos. Soy muy crítico con muchas cosas, pero hay que reconocer que hoy el teatro en España es un oficio lleno de talento, con gente muy preparada a todos los niveles, actores, directores, dramaturgos, técnicos, aunque, lamentablemente, sigue habiendo una pereza tremenda en las distintas Administraciones para abordar los problemas endémicos que arrastra esta profesión”, aseguraba el martes el director de escena tras un ensayo de La Strada, una versión de Gerard Vázquez de la película de Federico Fellini, esa historia desgarradora e inolvidable del viaje por la vida de tres cómicos ambulantes, entre las cenizas de la posguerra en Italia, que ganó el Oscar a la mejor película de habla no inglesa en 1956.

Está exultante Mario Gas, ataviado con un hermoso y florido pañuelo al cuello. “La Strada nos muestra una tremenda historia de desencuentros, supervivencias, amores frustrados, la de tres cómicos ambulantes atacados por la vida y el mundo. Es algo que en cuanto leí el texto me apetecía mucho contar, independientemente de la película de Fellini, una obra maestra que impregna el subconsciente de todo aquel que la haya visto, sea de la generación que sea”, explica Gas, que ha rechazado volver a ver el filme del director italiano para no contaminarse y evitar la mímesis.

Pero ese mundo desgarrador que retrató Fellini, esas vidas infelices y trágicas, esos personajes fronterizos instalados en el miedo y la supervivencia que intentan amarse y se destruyen o son destruidos, surgen en todo su esplendor sobre el escenario, en una función que su director califica de road theatre, con la carretera y el circo como “metáforas del ser humano en una sociedad deprimida”. Anoche se estrenó en el Teatro de la Abadía de Madrid este espectáculo brillante, de evocadoras imágenes y escenas quebradas, protagonizado por Verónica Echegui, Alfonso Lara y Alberto Iglesias.

Tan batallador como siempre, Mario Gas aborda la situación teatral en España en un momento en el que se cumplen 40 años de la creación del Centro Dramático Nacional. “El CDN ha cumplido muchas funciones y muy buenas. Dicho esto, creo que hace falta una profunda renovación de los teatros públicos, con una presencia más en la sombra de la Administración y mayor libertad para los creadores. Creo que hay un entreguismo excesivo de los aparatos artísticos de los centros públicos a la Administración. El creador y las Administraciones buscan cosas distintas, otra cosa es que se puedan encontrar. La Administración, que no tiene un criterio claro, que es avara y obsoleta, está en la obligación de proporcionar una cultura pública al ciudadano, pero no entrometerse en cómo el creador lo lleva a cabo”, asegura el director, que estuvo al frente del Teatro Español de Madrid, de titularidad municipal, de 2004 a 2012, y bajo cuyo mandato se pusieron en marcha las Naves del Matadero, en Madrid.

También se lamenta Gas del deterioro de las condiciones de trabajo de los artistas. “Los teatros públicos tienen que trabajar en mejores condiciones y dar más oportunidades a la investigación. El poder adquisitivo de los actores se ha reducido de manera increíble, así como las semanas de ensayos. Hay que hacer profunda reflexión entre todos. Los que ahora están al frente de estos centros de titularidad pública lo intentan hacer de la mejor manera posible, pero también hay que ser valientes, bajar al ruedo y no olvidar que el teatro está al servicio de la sociedad”, apunta.

Gas se lamenta de la escasa aportación pública en España a los teatros —“la comparación con los países de nuestro entorno da sonrojo, se hace insoportable”—, pero también del poco amor que siente la sociedad española hacia su dramaturgia en comparación, por ejemplo, con los países anglosajones. “No se trata de repetir aquella frase de Fernando Fernán Gómez que, con su voz profunda, decía: ‘Aquí no gusta el teatro’, pero algo de verdad hay en ello. Nosotros también, la gente del teatro, debemos despertarnos, porque, aunque soy optimista, hay que reconocer que estamos un poco dormidos y nos miramos demasiado al ombligo. Estamos obligados a reencontrar un cierto compromiso personal ético con la que sociedad que nos ha tocado vivir”.

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