Tres mil marionetas centenarias para retratar el mundo
La compañía milanesa Carlo Colla e Figli lleva los títeres al escenario desde hace casi dos siglos
Sin el vestuario de escena las 3.000 marionetas que la compañía milanesa Carlo Colla e Figli conserva desde hace casi dos siglos parecen muñecos siniestros; colgados de sus hilos, tienen la fuerza un pequeño ejercito. Tenían que ser una forma de diversión para la familia de un rico mercante de madera, pero los tumultos del Risorgimento las convirtieron en el negocio de generaciones de artistas y artesanos. “No somos nada más que esto”, explica Franco Citterio, director artístico de la compañía mientras prepara el decorado para el estreno de Cenicienta en Omán. Les acogerá el Muscat Royal Opera House, enésima etapa de una larga serie de giras internacionales que les han llevado a Estados Unidos, Alemania, Rusia y a Madrid donde, en los años ochenta, pusieron en escena el Excelsior, un clásico de finales del siglo XIX.
La primera anotación oficial de la actividad de los Colla remite a 1835. Durante todo este tiempo la tradición familiar se ha transmitido de padre a hijo y ha sobrevivido a la unificación de Italia, a dos guerras mundiales, a los tebeos, a los dibujos animados e incluso al 3D. Desde hace unos meses sus talleres se encuentran en un zona de propiedad del Ayuntamiento conocida como Ex-Ansaldo, a lado de las naves donde se encuentran las manifacturas de La Scala. “Un honor y un logro”, según explica Citterio, para esta compañía que lleva a los espectadores en un viaje en el tiempo gracias a marionetas de algo más de un metro y decorados de papel. “Esta temporada volveremos usar los del Gato con botas de 1911” añade, “podríamos hacer decorados tridimensionales pero esto no respetaría la filosofía de la marioneta, que es el único punto que no podemos y no queremos dejar de respetar.”
Cuenta la historia que los Colla tuvieron que dejar su oficio habitual por ser tachados de haber colaborado con los franceses tras el Congreso de Viena. Entonces se ponían en escena adaptaciones clásicas y moralizantes como El convidado de piedra o La ingenua fingida. Ahora las temporadas viven también de nuevas adaptaciones, como la de Isla del tesoro que verá la luz el año que viene. La Carlo Colla e Figli está compuesta por 13 personas y trabaja en tres espacios de Milán como el Piccolo Teatro y el Teatro Gerolamo, un estructura a la italiana construida a medida de los títeres a mediados del XIX.
El público de los espectáculos está compuesto por adultos y niños. Al estreno de esta temporada, en el teatro Gerolamo, asistieron muchas señoras mayores. “Hay quien vuelve porque se acuerda de cuando vino de niño”, explica Andrea Zaru responsable de promoción. La obra es Gerolamo falso testamentario, una adaptación de un texto Jean-François Regnard. Narra la historia de un viejo tacaño que muere sin dejar herencia pese a las trabas urdidas por su sobrino. Pero habla también de la muerte y de la cobardía con un tono es irónico y salaz. “La marioneta permite estadificar distintas lecturas”, añade Citterio al recordar con lástima que el último heredero de la dinastía Colla no pudo ver este nuevo estreno.
La tradición familiar se ha transmitido de padre a hijo y ha sobrevivido a la unificación de Italia, a dos guerras mundiales, a los tebeos, a los dibujos animados e incluso al 3D
Eugenio Monti Colla falleció en noviembre de 2017 con 78 años después de haber llevado la compañía durante más de 40. “Eugenio trabajó también de profesor. Yo lo conocí así. Con los estudiantes que llegan intentamos hacer lo mismo que hizo él con nosotros” cuenta el director artístico. Encima de una mesa de los talleres del Ex–Ansaldo hay un marioneta desnuda: casi parece mirarte. “Es curioso” dice Citterio al indicar las naves de La Scala al otro lado del patio: “Hacemos lo mismo, pero en pequeño.” Ahora que ya no habrá relevo familiar, éste asegura que todo seguirá siendo como antes: con marionetas y vestuarios pequeños, en teatros pequeños, y un trabajo que al ser tan pequeño como dice quizás no sea más grande.
Babelia
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