Sustantivos en ‘-ez’
Lo extraño del texto de la canción de Mecano no sabe uno si atribuirlo a inspiración precaria o, por el contrario, a audaz vanguardismo
Un pasaje de la canción Quédate en Madrid, que Mecano lanzó en el remoto 1988, será precioso en su momento para aportar un dato esencial, nada menos que el de primera documentación absoluta de una palabra, a quienes en la Academia (no la de OT, ahora la más famosa, sino la otra) elaboran el Diccionario histórico de la lengua española. Se trata del vocablo —no muy fino pero con el mismo derecho que cualquier otro a ser estudiado e inventariado— mariconez.
Y se ha puesto de actualidad porque unos concursantes del programa televisivo Operación Triunfo pretendían negarse a cantar la susodicha canción, 30 años después de que Ana Torroja y los hermanos Cano la dieran a conocer, alegando que la tal palabra tenía una fuerte carga homófoba. “Lo que va de ayer a hoy”, decía un versito de don Luis de Góngora. Los autores, y en particular el letrista, José María Cano, se negaron, no sin razón, a que su texto, bueno o malo, se alterase.
La letra de la canción consiste en una sucesión de versículos de distinta extensión con rima aguda (asonante unas veces, consonante otras) en los pares. Y lo extraño de su texto no sabe uno si atribuirlo a inspiración precaria o, por el contrario, a audaz vanguardismo. Pues, en efecto, los versículos que nos interesan dicen así: “Siempre los cariñitos / Me han parecido una mariconez, / Y ahora hablo contigo en diminutivo / Con nombres de pastel”. Mientras los de cierre —para que el lector se haga una idea del tenor de la balada— rezan: “El día que tengas ojos rojos / Y me estornude la nariz / Vamos a hacer lo que podamos / Por cenar perdiz”.
Los sustantivos en -ez suelen designar cualidades y se forman sobre la base de un nutrido repertorio de adjetivos: así, a semejanza de delgado-delgadez tenemos acidez, altivez, amarillez, aridez, bisoñez, brillantez, calidez, candidez, esbeltez, escasez, esplendidez, estrechez, estupidez, exquisitez, frigidez, idiotez, inmediatez, insipidez, insulsez, intrepidez, liquidez, lucidez, madurez, memez, nitidez, ordinariez, palidez, pequeñez, pesadez, rapidez, redondez, repipiez, ridiculez, robustez, sencillez, solidez, sordidez, sordomudez, testarudez, timidez, tozudez, validez, vejez, etcétera. Desde luego, varios de estos sustantivos también se emplean como nombres contables, sobre todo en la interpretación de ‘dicho’ o ‘hecho’; y de ahí que se hable de (los enunciaremos en plural porque ello se vea más claro) exquisiteces, idioteces, insipideces, insulseces, memeces, ordinarieces, pequeñeces, pesadeces, ridiculeces y otros.
Sin que quepa considerarlos “tacos” (no lo son los adjetivos correspondientes, aunque sí implican descalificación: idiota, memo…), hay en esa lista unos cuantos vocablos de significación bien negativa: idioteces, memeces, ordinarieces… Un paso más se ha dado con la formación, a partir de un insulto, gilipollas, de gilipollez (‘hecho o dicho propio del gilipollas’). Y este precedente fue eficaz modelo para la formación de mariconez a partir de maricón, otro insulto, y no menos grueso que aquel.
Mas se ha de notar que la documentación textual de nuestro mariconez es escasísima. En los corpus de la Academia solo consigo localizar dos textos, y ambos posteriores a la canción de Mecano (por lo que esta, siendo de 1988, se erige, según decíamos, en “primera documentación” del vocablo). Uno es de una novela de Fanny Rubio, La sal del chocolate (1992), y por la mención de unos cariñitos casi se diría que parafrasea el texto de la canción: “Los cariñitos en público son una mariconez pequeñoburguesa”.
El otro es también de una novela, de extraño título, Centhæure (2009), de Óscar Lobato: “Subrayará los valores de mis vehículos: tradición, resistencia, elegancia y comodidad interior, con un toque de salvajismo. Nada de esa mariconez del metalizado”. Que yo sepa, ningún diccionario ha recogido mariconez. Ni siquiera el Diccionario de expresiones malsonantes del español (1974) de Jaime Martín ni el Gran diccionario de argot El Sohez (2000) de Delfín Carbonell Basset.
En fin, este raro mariconez me ha recordado una estupenda creación léxica de Rafael Sánchez Ferlosio. El sufijo que consideramos, -ez, es insólito que pueda apegarse a adjetivos gentilicios para formar los correspondientes sustantivos. Pero al gran escritor se le ocurrió que lo hiciera, y así, sobre la base de español forjó españolez: “La ostentación de la españolez —dijo en una entrevista de 2015— me provoca náuseas”. Genial hallazgo, que Ferlosio venía usando desde, por lo menos, 1986. Demoledor. Y cuánto más útil para su intento que españolidad.
Pedro Álvarez de Miranda es miembro de la Real Academia Española.
Babelia
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