Cecilia Bartoli: “Los italianos también emigramos, a nadie le gusta tomar ese camino”
La mezzosoprano representa ‘La Cenerentola’, de Rossini, en España y se muestra crítica con las políticas de Salvini
Gioachino Rossini solía quejarse al enfermar de que todos los males que le agobiaban eran propios de mujeres: “Sólo me falta el útero”, le comentó a un amigo. Quizás exageraba, porque este hedonista, tan amante de la cocina como de la música, era un hipocondriaco a menudo delirante. Pero si físicamente a veces fallaba en sus autodiagnósticos, en la psicología, no. De buen conocimiento del alma femenina, Rossini dio muestras al componer La Cenerentola. Concretamente en el papel de Angelina, que en su día cambió la vida y la carrera de Cecilia Bartoli y la cantante representa ahora en Auditorio Nacional de Madrid -dentro del ciclo Grandes Intérpretes de la Fundación Scherzo, patrocinado por EL PAÍS- y en el Palau de la Música de Barcelona los días 22 y 25. Al tiempo, le gusta refrescar la memoria de algunos y advierte sobre las políticas de acoso a extranjeros en su país: "Los italianos también emigramos. A nadie le gusta tomar ese camino".
A Bartoli le gusta especialmente lucirse con el rey diabólico del belcanto entre los compositores. Pero con respeto a lo que refleja la partitura. Rossini alentaba la libertad de los intérpretes y, en cierto modo, los retaba. Pero hasta cierto límite. Un día acompañó a la soprano Adelina Patti en ‘Una voce poco fa’, famosa aria de El barbero de Sevilla. Cuando terminó de escuchar sus infinitas florituras y adornos, le dijo: “Bonita pieza, ¿de qué compositor es?”. A Bartoli se le habría caído la cara de vergüenza si el músico le suelta aquel mismo reproche. Aun así, conoce a fondo el estilo y acepta los riesgos. Más cuando regresa a esta vapuleada pero dignísima cenicienta 20 años después de su clamoroso éxito en el Metropolitan de Nueva York y, a partir de ahí, por todo el mundo: “Si debo definir su música es fina, transparente y efervescente, como el champán”.
Así lo siente además con los músicos que acompañan el espectáculo ahora. Les Musiciens du Prince, una orquesta de Mónaco dirigida por Gianluca Capuano, que interpreta con instrumentos de época: “Son magníficos. Ligeros y virtuosos a la vez, para subrayar todos los colores de esta ópera”. Una representación semi escenificada –con Edgardo Rocha, Alessandro Corbelli y Carlos Chausson, entre otros- que supone un acontecimiento porque la magistral mezzosoprano ha ofrecido decenas de recitales por España, pero nunca ha afrontado una ópera. Cuida mucho sus apariciones en ese campo. Se limita casi exclusivamente al teatro de Zúrich, la ciudad en que vive, algunos puntos en Italia y Francia o el Festival de Salzburgo, donde es directora artística de la edición de Pascua.
Mentora de Javier Camarena
Los aficionados a la ópera conocen bien el talento de Javier Camarena. Han aplaudido al tenor mexicano en los teatros, le han seguido por YouTube, lo han aclamado en recitales y lo han consagrado por todo el mundo a sus 42 años. Pero si hasta principios de octubre querían buscar un disco suyo, no lo habrían encontrado. Hasta ahora. Porque asombrada por ese agujero en lo que es toda una carrera de gran divo sobre los escenarios, Celia Bartoli ha decidido poner remedio y producir su primera grabación. Ha sido en su misma compañía, Decca, pero bajo una marca especial que echa a andar con él. En el extremo derecho de la carpeta se lee en letras doradas: Mentored by Bartoli. "Esa carencia es una prueba de que los cantantes jóvenes están hoy muy desprotegidos por el sistema", asegura la cantante. "Los discos siguen siendo fundamentales para construir carreras. Más con una voz como la suya, que es oro puro". Ambos han recuperado también repertorio para ofrecer un producto especial. Se han fijado en el español Manuel García, músico referente de una estirpe de cantantes. Padre de María Malibran, gran diva romántica a quien Bartoli dedicó también un disco propio. Contrabandista se titula el álbum. Incluye arias del propio García –tres hasta ahora inéditas- en diálogo con contemporáneos suyos como Rossini. Un buen debut grabado.
Angelina cruza dentro de ella lo más sofisticado del universo femenino. Es símbolo de la explotación, pero también de la astucia. Hábil superviviente, cómplice, empática y tierna. Un portento de paciencia, dureza interior e inteligencia emocional: “Es la más fuerte de su entorno. Podría ser una superwoman por los diversos talentos que posee, pero prefiere la sencillez a la soberbia. Elige el carpe diem antes que cualquier otra cosa y le sobra el sentido del humor”.
Bartoli la conoce a fondo: “Es el papel que más me ha durado en toda mi carrera. Me resulta complicado desde el principio. Cuando eres más joven entras como puedes en el ritmo teatral y el crescendo rossiniano. Ahora, con la técnica que durante años he aprendido del barroco y los castrati, otro estilo distinto al belcanto, he logrado una capacidad de resistencia que me permite llegar hasta la parte final de esta ópera sin problema. Eso me ayuda a resistir. Ha sido una gimnasia fundamental”, asegura.
Uno de los grandes secretos de Bartoli ha sido reservarse. “Encuentro muchos colegas que deciden hacer de todo. Yo no. Sé cuál es mi terreno. Barrocos, sí; Wagner, no. Mozart, Bellini, Rossini, Haydn, vale. Óperas de Puccini, no”. Hay que establecer líneas rojas si quieres llegar en condiciones a lo más alto durante el mayor tiempo posible. Allí sigue ella, inmersa en una espléndida madurez y echando la vista atrás con brío y consciente de que aun resiste no sólo esta Cenerentola. También un regreso a Vivaldi, otra de las cumbres de su carrera.
Cuando hace también 20 años sacó al mercado el asombroso Vivaldi álbum, arrasó en el mercado con millones de copias vendidas gracias a un repertorio exquisito y desconocido. Desmontó varias ideas preconcebidas en la industria: aportó un método conceptual y una forma distinta de hacer en el campo clásico. Aunó rigor y gusto con gancho para el público. Triunfó también en ese campo.
La cantante, además, se encargó de desempolvar la faceta operística del cura libertino veneciano, mucho más pegada a las pasiones de la tierra que a las virtudes del cielo. “Ahora regreso a él, de una manera más íntima e introspectiva, con cierta melancolía”, anuncia. Su nuevo disco aparece en noviembre en el sello Decca: “Disco o grabación, ahora la música se escucha en streaming, el objeto y el hábito han mutado, pero la forma de hacerlo resulta igual”. Con su trabajo previo, sus horas de investigación en los archivos y la ejecución: “Ahí no engañas a nadie. Debe ser lo más honesta posible”, afirma.
Como lo es ella respecto al momento que atraviesa su país, con el inquietante Matteo Salvini por medio y su política de acoso a los inmigrantes: “Cuando veo al trato que les quieren someter algunos, recuerdo a mi abuela. Fue ella quien me contó desde niña que los italianos hemos sido un pueblo emigrante durante la primera mitad del siglo XX. De hecho, si sumamos a los italianos y a sus descendientes de fuera son muchos más que los que viven dentro. Como los que llegan huyendo ahora a Europa desde sus países, también nosotros escapamos del hambre, el conflicto y la miseria. La política real, de fondo, debe hacerse en los lugares donde explotan todas las razones que obligan a alguien a dejar su país para evitarlo”.
Babelia
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