La curiosidad mató al miedo
En el relato, basado en 'Yeti tracks', una historia del animador español Sergio Pablos, se le da la vuelta al habitual punto de vista del mito del Yeti
Todas las dictaduras y buena parte de las democracias con peligrosos síntomas de oxidación se basan en el miedo. El terror anula a los seres humanos y los lleva por el camino de la complacencia con el poder que los aplasta o los engaña, y que les prohíbe o restringe la libertad. Teorías quizá sorprendentes para encabezar la crítica de una comedia musical de animación destinada, fundamentalmente, a los niños, pero que encajan a la perfección para empezar a describir el mensaje de la estupenda Smallfoot, producción de Warner dirigida por Karey Kirkpatrick y Jason Reisig.
SMALLFOOT
Dirección: Karey Kirkpatrick, Jason Reisig.
Género: comedia musical de animación. EE UU, 2018.
Duración: 96 minutos.
En el relato, basado en Yeti tracks, una historia del animador español Sergio Pablos, se le da la vuelta al habitual punto de vista del mito del Yeti: el abominable hombre de las nieves y su pueblo pasan a ser ahora los protagonistas de la historia, y ellos también andan atenazados por el miedo a los humanos, es decir, a los pies pequeños del título de la película, conformando así un terror recíproco que seguramente conviene a ambas razas y, sobre todo, a los poderes que los engañan.
No son pocos los paralelismos que se pueden trazar en una producción, de todos modos, muy divertida, que destaca sobremanera por sus esporádicas secuencias de slapstick clásico, emparentadas con los días de gloria de la Warner y con los trabajos de Tex Avery y Chuck Jones. Unas concomitancias que van desde el pensamiento sectario y el conservadurismo extremo de ciertas sociedades actuales, hasta un recordatorio de lo que en realidad fue la Guerra Fría, basada en el terror mutuo y en el desconocimiento de lo que poseía el enemigo, pasando por la actitud de ciertos países contemporáneos volcados hacia dentro (Estados Unidos, productora de la película, sin ir más lejos): hacia sus propios muros, hacia la autoprotección mediante la mentira, e incluso hacia la falsedad de la Historia para poder preservar sus privilegios.
Aderezada por puntuales canciones (apenas cinco, pero con un magnífico rap que ayuda a la narración del gran secreto escondido en su relato), Smallfoot apuesta por la concordia desde la crítica social, y está amparada por una gran frase para niños: “Solo hay algo más poderoso que el miedo: la curiosidad”.
Babelia
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