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Las claves poéticas del ilustrador de Rubén Darío y Paul Verlaine

La exposición 'Abstracción musical y vanguardia' recupera la obra de Enrique Estévez Ochoa, maestro de la plástica musical

Juan Jesús Aznárez
'Autorretrato', de Enrique Estévez Ochoa.
'Autorretrato', de Enrique Estévez Ochoa.

La clasificación del talento no es fácil cuando quien lo tuvo desbordó límites, registros y disciplinas. La creatividad y poesía de Enrique Estévez Ochoa (1891-1978), el maestro de la plástica musical, del eterno femenino, y del modernismo conceptual, resucitan en la exposición Abstracción musical y vanguardia, abierta en el club Alma.

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Los círculos artísticos e intelectuales que admiran su legado colaboran en la divulgación del genio de uno de los ilustradores más sobresalientes del siglo XX, amigo de Picasso, García Lorca, Alberti, Rubén Darío o Andrés Segovia, que reaparece en la muestra madrileña demostrando la compatibilidad entre pintura, sonido y pensamiento.

El poeta granadino definió al compatriota de El Puerto de Santa María desde el lirismo: “Música de canciones con el ritmo de cadmio claro. Amarillo, limón, violeta pálido. ¿Pintor?, ¿Músico?, ¿Poeta? CREADOR". El último retrato de Lorca, un óleo sobre lienzo, fue pintado en 1933 por Ochoa, que así firma sus obras. El mundo del romancero gitano fue en sus pinceles, alegoría y homenaje.

El abogado José Estévez, nieto del artista y presidente de la fundación que lleva su nombre, afianza con orgullo la memoria y los merecimientos del español que entre 1917 y 1920 ilustró los 22 volúmenes de las obras completas del nicaragüense Rubén Darío. Poco después, hizo lo propio con el simbolista francés Paul Verlaine.

La ideación recogida en los diferentes salones de la casa palacio del barrio de Salamanca testimonia tramos de su innovador itinerario: la experiencia musical, la abstracción, el alejamiento de las tendencias de la pintura figurativa. “Es difícil entender la obra de Ochoa sin entender su clave poética. Su vida interior se refleja en sus lienzos con una estética plena de simbolismo”, destaca Estévez.

'El Pájaro de Fuego', de Enrique Estévez Ochoa.
'El Pájaro de Fuego', de Enrique Estévez Ochoa.

Libre y sin ataduras, no tuvo marchante, ni galería que le impusiera un estilo. El cosmopolitismo de Ochoa, su perfil de precursor de vanguardias y abanderado del art noveau fue destacado durante la inauguración de la muestra. El cuadro Pájaros de Fuego (1944), sugerido por una de las partituras del compositor ruso Igor Stravinski, es una de sus obras maestras. Pintando melodías.

No en vano, Ochoa vivió y reflexionó en la celda del monasterio de la Cartuja que antes había ocupado Federico Chopin. La Patética, de Tchaikovski, Beethoven, los clásicos. El trazo de su plástica musical no parece ajeno al confinamiento creador de Mallorca.

Avecindado con la bohemia en su buhardilla de París, contertulio de Appollinaire y Éluard, publicó en La Esfera, Blanco y Negro, y Mundo Latino, las principales revistas de su tiempo. En 1975, tres años ante de su fallecimiento, el ayuntamiento de El Puerto de Santa le María le honró con una calle. Ochoa pidió otra para Rafael Alberti, su paisano en el exilio. El humanismo.

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