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El periplo vital de un virtuoso de la pintura

Mientras Bartolomé Bermejo incumplía contratos, dejaba obras sin concluir y su trabajo era supervisado para evitar desplantes, su fama crecía hasta convertirlo en un referente en su época

Adán, Eva y otros personajes del Antiguo Testamento en el <i>Descenso de Cristo al Limbo</i> (hacia 1475).
Adán, Eva y otros personajes del Antiguo Testamento en el Descenso de Cristo al Limbo (hacia 1475).Museu Nacional d’Art de Catalunya (Barcelona)
José Ángel Montañés

Las exposiciones tienen la virtud de reunir un conjunto de obras que, de otra forma, requerirían un buen número de viajes para poder verlas todas. También ponen el foco en artistas que, si hasta ese momento son casi unos desconocidos, les acaba convirtiendo en populares. Es lo que le ocurre a Bartolomé de Cárdenas, el Bermejo, con esta muestra del Prado que delimita un periplo vital de apenas 30 años, entre 1468 y 1501, y convierte a este cordobés en un virtuoso de la pintura y en el pintor más destacado de la Corona de Aragón del momento y el mayor representante de la influencia flamenca en España.

Se conocen apenas unos 20 documentos sobre Bermejo (cuando de otros artistas como Lluís Borrassà, Jaume Huguet y Bernat Martorell se poseen centenares) que aportan luz sobre su vida y su actividad profesional. No se sabe, con exactitud, cuándo ni dónde nació, dónde adquirió su impactante técnica y si realizó posibles viajes profesionales al extranjero. Tampoco si su difícil personalidad tuvo que ver con un posible origen judeoconverso, tal y como pone en evidencia su relación con alguno de sus clientes y el hecho de que su mujer, Gracia de Palaciano, fuera en 1486 penitenciada por la Inquisición "porque no se sabía el Credo y practicaba ceremonias judaicas".

Pero sus magníficas obras y el lugar y los clientes para los que las realizó permiten a estudiosos como Joan Molina Figueras, profesor de la Universidad de Girona y comisario de la exposición del Prado, conocer algo más de "su personalidad compleja, inquieta y difícil, poco acomodaticia e insatisfecha" que parece reflejar "su constante itinerancia y la dificultad por asentarse en una ciudad de forma estable o dirigir su propio taller".

El pintor itinerante

La primera noticia sobre Bermejo lo sitúa en 1468 en Valencia, donde realizó un Retablo de San Miguel para la iglesia parroquial de Tous, del que se conserva la tabla central que se expone por primera vez en España. Comprada antes de 1900 por el magnate de minas de diamantes Julius Wernher y desde 1995 propiedad de la National Gallery de Londres, la pintura es una de las más emblemáticas del repertorio bermejiano, donde aparece ya reflejada su personalidad artística: la gran precisión, la monumentalidad compositiva, la riqueza cromática y un agudo sentido decorativo. Es, además, su primera pieza documentada. Se conoce un recibo firmado en Xátiva en 1468 en la que se dice que se concibió para presidir el retablo mayor de Tous, sufragado por el noble y mercader Antoni Joan de Soler (el elegante donante que aparece arrodillado en la pintura), que mantuvo un estrecho contacto con la corte y que encargó este san Miguel con la idea de asegurarse su salvación. "Tenía motivos puesto que en diversas ocasiones, algunas junto a su hermano Perot, practicó el corso en las costas valencianas y provenzales, asaltando barcos y robando sus mercancías", explica Molina.

Desde 1474 Bermejo pasa a residir en Daroca (Zaragoza), donde trabaja en dos retablos, el de Santo Domingo de Silos, que no termina, cuya tabla central, realizada toda por él, se conserva en el Museo del Prado; y el de Santa Engracia, cuyas tablas se hallan repartidas en colecciones de Boston, Daroca, Bilbao y San Diego.

En 1479 aparece documentado en Zaragoza, donde realiza obras en colaboración con el pintor Martín Bernat, para el que trabajaba. En 1483 abandonó la ciudad, quizá para evitar problemas con los tribunales del Santo Oficio que acabaron condenando a su mujer por judeoconversa, y se estableció en Valencia donde pinta el Tríptico de la Virgen de Montserrat, que se conserva en la catedral de Acqui Terme (Italia), cuyas ­tablas laterales son de Rodrigo de Osona y que encargó el rico comerciante italiano afincado en Valencia, Francesco della Chiesa.

Detalle del <i>Tránsito de la Virgen</i> (1468-1476).
Detalle del Tránsito de la Virgen (1468-1476).Staatliche Museen zu Berlin, Gemäldegalerie.

El mejor Flandes fuera de Flandes

En 1486, ya en Barcelona, concursa para pintar las puertas del órgano de Santa María del Mar, que gana Jaume Huguet. En abril de 1490 concluye la obra que el canónigo Luis Desplà le había encargado: La Piedad Desplà, propiedad del Museo de la Catedral de Barcelona, otra de sus obras maestras, que destaca por el patetismo desgarrador de la composición en la que sobresale una Virgen que sostiene a un Jesucristo muerto; por el magnífico retrato del donante, que le encargó la obra con la idea de perpetuarse, representado con mirada perdida y aspecto descuidado, y por contar con "uno de los paisajes más extraordinarios de la pintura española", en opinión del especialista en arte medieval Joaquín Yarza, con 73 especies de plantas y animales representados llenos de simbolismos, como la mariposa, (la resurrección); los caracoles (el entierro) y la mariquita (la Virgen). Según los expertos, se trata de "la mejor obra flamenca realizada fuera de Flandes" y "la mejor Piedad europea de su época". La obra, que sale por primera vez de la catedral tras someterse a una compleja restauración de año y medio, se terminó el 23 de abril, día de San Jordi. En 1495 da los cartones para una vidriera de la catedral de Barcelona y muere hacia finales del siglo XV, quizá 1501.

La documentación permite deducir que Bermejo abandonó alguno de sus encargos para acudir a otros mejor remunerados, lo que le valió problemas e incluso la excomunión. Como le ocurrió tras no acabar su trabajo en Daroca en el retablo de la parroquia de Santo Domingo de Silos. "Todo apunta a que en 1477, cuando fue condenado por no cumplir su contrato, Martín Bernat le rescata y le ayuda, le da trabajo y se convierte en su fiador, aceptando finalizar el polémico retablo", según Molina.

Su pintura revela un profundo conocimiento de lo flamenco, con modelos como las obras de Rogier van der Weyden y Hans Memling, "pero pasados por la visión personal de Bermejo, que creó modelos nuevos". Frente a la opinión de que Bermejo aprendió su depurada técnica en Flandes, Molina defiende que "es perfectamente factible que su formación hubiese tenido lugar en Valencia, una de las ciudades del sur de Europa más receptivas al nuevo modelo pictórico de los maestros septentrionales".

Detalle de <i>San Agustín en su estudio</i> (1477-1485).
Detalle de San Agustín en su estudio (1477-1485).The Art Institute of Chicago

Conciencia de artista

Pese a ser un freelance y su compleja personalidad, su talento y su gran calidad le hicieron contar con comitentes (es decir, aquellos que encargaban la obra) que apostaron de forma decidida por su trabajo: militares como Antoni Joan, señor de Tous; mercaderes como el italiano citado, Francesco della Chiesa, o el rico judeoconverso Juan de Loperuelo de Daroca y eclesiásticos como Lluís Desplà, arcediano de la catedral de Barcelona.

Bermejo es también original a la hora de firmar sus obras, algo excepcional. Lo hizo en dos ocasiones: en su San Miguel de Tous y en la Virgen de Montserrat de Acqui Terme. En los dos casos aparece inscrita su firma en un pergamino doblado que está en el suelo. "Se trata de una expresión de orgullo, de una cierta autoconsciencia artística", explica el comisario, que mantiene que el hecho de rubricar dos de sus obras más personales era por ser consciente de "la superioridad de su propuesta pictórica". De hecho, es el pintor mejor remunerado de todos los que participan en los trabajos de policromía de las puertas del retablo mayor de la catedral de Zaragoza. Allí se dedicaron ocho sueldos para un cerrojo que cerrara "las puertas para que nadie pudiese entrar a ver a Bermejo". 

Otras piezas significativas presentes en la exposición son la pequeña tabla San Agustín en su estudio, procedente del Art Institute de Chicago; la Dormición de la Virgen, de la Gemälgalerie de Berlín; varias tablas del Retablo de Santa Engracia, procedentes de diferentes museos nacionales e internacionales, y los cuatro compartimentos de un Retablo del Cristo Redentor, del MNAC (dos de ellos propiedad del Instituto Amatller de Arte Hispánico que los ha depositado en el principal museo catalán).

Detalle del <i>Cristo de la Piedad</i> (1468-1474).
Detalle del Cristo de la Piedad (1468-1474).Museu del Castell de Peralada (Girona)

Albert Velasco, que analiza para el catálogo de la exposición la huella de Bermejo en los pintores de la Corona de Aragón, asegura que el pintor "está a años luz de todos sus contemporáneos, al mismo nivel de los artistas flamencos". Sin embargo, prosigue, "Bermejo se puso ante el sol pero no proyectó sombra". Y lo explica: "Se dice que su repercusión fue bestial, pero no fue así. Los Osona, en Valencia, y Martí Bernat, en Zaragoza, copian algunas de sus obras, pero no puede hablarse de una revolución tras Bermejo. En Cataluña, el peso de otras tradiciones hacen que sus propuestas tan flamencas no se entiendan y se prefieran retablos con dorados, como los de Huguet y sus discípulos". Para este profesor y conservador del Museu de Lleida "donde más ascendente tuvo fue en Aragón, ya que trabajó con Martí Bernat que controlaba el mercado pictórico en ese momento, pero su repercusión fue muy escasa. Bermejo fue como una seta", remacha.

Molina cree que la exposición del Prado ha de servir, también, para dar a conocer otras posibles obras de Bermejo en colecciones particulares de las que no hay constancia. "Está documentado en Barcelona durante 15 años; es un gran misterio cómo, después de realizar la Piedad Desplà, su obra cumbre y que le lleva a su máximo de esplendor, de pronto casi desaparece de la documentación. Es imposible que solo realizara después las vidrieras de la catedral. No hay duda de que pintó más obras, incluso para poder sobrevivir”, remacha.

‘Cordubensis’, no ‘saitabensis’

De las pocas cosas seguras sobre Bermejo es su origen cordobés. "Así se indica de forma implícita en la inscripción dedicatoria que acompaña a la Piedad Desplà de 1490, donde se califica de cordubensis, lo mismo que al promotor de la obra se le cita como barcinonensis. El dato me sigue pareciendo creíble pese a que recientemente se ha puesto en duda, argumentando una manipulación ochocentista de la inscripción". Joan Molina se refiere a que el gentilicio no fue registrado por un error en la transcripción de la dedicatoria que hizo Pablo Piferrer en 1839. Un fallo que utilizó el historiador Fernando Marías en 2012 para defender otro origen del pintor, apuntando que quizá era saitabensis, en relación a Xátiva, la primera ciudad en la que aparece documentado. Según el comisario de la muestra, "Piferrer hace referencia en otro pasaje de la obra a 'Bartolomé Bermeio o Bermeo, natural de Córdoba', siendo evidente que solo pudo conocer el gentilicio gracias a la lectura del epígrafe", cree este experto, que destaca que "la inscripción en letra capital romana de signo humanístico es homogénea y se realizó en el siglo XV, como la pintura". Para Molina no hay duda: "A pesar de que las noticias son escasas, Córdoba, en el segundo tercio del siglo XV, era una ciudad muy activa y dinámica en lo artístico con pintores como Diego Sánchez de Castro, Pedro de Córdoba o el misterioso Alfonso Rodríguez".

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Sobre la firma

José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.

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