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La Orquesta Nacional pierde la partitura

La formación se sumerge en una creciente decadencia en espera de un nuevo reglamento, entre luchas internas, sin apenas giras y atada a su ciclo en Madrid

Jesús Ruiz Mantilla
La Orquesta Nacional, en una actuación de septiembre de 2017 en el Auditorio Nacional de Madrid.
La Orquesta Nacional, en una actuación de septiembre de 2017 en el Auditorio Nacional de Madrid.RAFA MARTÍN

La Orquesta y Coro Nacional de España (OCNE) necesita un plan de choque. No es una novedad para cualquier unidad del Instituto Nacional de Artes Escénicas y de la Música (Inaem), que afronta una reforma integral que se está pergeñando en una comisión creada al efecto. Pero en el caso de la formación musical resulta, si cabe, más grave. En espera de un reglamento que fije su rumbo, lleva en un limbo legal dos años. Entre tanto, se desangra en luchas internas, sufre un anquilosamiento en su gestión y adolece de los incentivos y el prestigio que dan a cualquier orquesta las giras y las grabaciones en sellos de referencia. Además, el desgaste de sus cabezas acarrea una crisis de liderazgo que afecta al tándem entre Félix Alcaraz, responsable artístico y técnico, y David Afkham, director principal invitado.

Se trata de una formación conflictiva en sí. “Como todas”, opina Afkham. Si en la etapa anterior con Josep Pons se consiguió enderezar un tanto un camino de 10 años de luchas entre los músicos y la Administración, los problemas han regresado ahora. Y con su peor cara.

Amaya de Miguel, la nueva directora del Inaem quiere poner remedios urgentes y ha dado directrices. “Una orquesta nacional debe ser vista y escuchada en la mayor parte del territorio del Estado, sencillamente, porque se hace con los impuestos de todos”, señala. Eso cambia la estrategia de la anterior responsable, Montserrat Iglesias, que prefería que se centrara en su ciclo en Madrid y luego emprendiera giras internacionales para promover la marca España. De Miguel no renuncia a lo segundo, pero, según Alcaraz, director artístico de una formación que cuenta con un presupuesto anual de 4,1 millones, moverla resulta muy caro. “Hemos pedido ser incluidos en los programas de varias ciudades y festivales, pero no les interesa”, asegura Alcaraz, cuyo mandato expira en agosto próximo.

La pendiente renovación de Afkham

La renovación del contrato de David Afkham (Friburgo de Brisgovia, Alemania, 1983) con la Orquesta y Coro Nacional de España está al caer. La incógnita es en qué términos. Actualmente, el músico alemán tiene categoría de director principal, un puesto al que accedió con sólo 32 años. Pero ese estatus le confiere poca autoridad y mando para afrontar los cambios que desea y configurar la orquesta que tiene en su cabeza. “Quiero asumir la responsabilidad que me toca para mejorarla. Como creo en su capacidad, deseo estar al frente. Ello implica dejar claro a la administración los cambios que todo eso requiere”, asegura. La posición como director artístico y técnico a la vez de Félix Alcaraz perjudica y minimiza el trabajo de Afkham, según varios músicos consultados dentro de la orquesta. La guerra abierta entre un sector muy numeroso de los músicos contra Alcaraz podría propiciar en el Inaem que le confirieran más poder a quien está a punto de renovar su contrato.

Más grave, pues. ¿Acaso nadie quiere ya a la Orquesta Nacional? Parece que sí es querida, pero es ella la que rechaza, dependiendo de las circunstancias. Porque algunos responsables de festivales de referencia como los de Santander (Valentina Granados) o San Sebastián (Patrick Alfaya), consultados por EL PAÍS, aseguran que han invitado a la formación en diversas ocasiones a lo largo de los últimos cinco años. La respuesta de Alcaraz fue, en varios casos y según ambos, negativa. “Cuesta mucho dinero. Nosotros estamos siempre dispuestos a salir, pero no podemos asumir todos los costes”, responde este último.

Las cifras de actividad fuera de Madrid son pobres, de hecho. Tan solo 10 salidas por España en el último lustro, que pueden justificarse por dificultades económicas, pero que músicos y promotores achacan, sobre todo, de sus responsables.

Discos y decisiones

También suponía un desembolso su acuerdo con Deutsche Grammophon, el sello discográfico de prestigio mundial en el que grabaron varios discos en la etapa de Pons. “Decidimos hacer una marca propia. Debíamos correr con los gastos de la grabación y la distribución no nos la aseguraban”, aduce Alcaraz. Pero para los músicos, la motivación de entrar en el catálogo de la compañía multinacional suponía un extra que todavía reclaman muchos de ellos. Aun así, han editado ya seis discos con su denominación propia y tienen previstos otros cinco más.

Como también reclaman los músicos, a través de su comisión delegada, tener mayor participación en las decisiones. No solo en lo que respecta a los cambios para la mejora puramente musical, sino también en materia de giras o de discografía. Respecto a las primeras, Afkham y Alcaraz han encontrado diversos obstáculos. Han convocado audiciones para sustituir a siete profesores responsables de sección.

“El problema ha sido el procedimiento”, afirman fuentes de la comisión de la orquesta.

Aluden así a que antes dichas audiciones se ejecutaban frente a un tribunal compuesto por los responsables y los líderes de cada sección, pero ahora el juicio recae solo en Afkham y Alcaraz. Ello motivó que los músicos decidiesen no presentarse para cubrir los puestos en disputa. No todos lo secundaron y algunos concurrieron. Eso ha provocado que hayan promovido desde la orquesta un sondeo para puntuar el trabajo de sus responsables y elevar el resultado a la dirección del Inaem. Muchos de los músicos lo consideran una guerra abierta. Otros prefieren no calentar los ánimos. De Miguel afirma que ha mantenido ya un contacto con los músicos, ajeno a los responsables de la orquesta, pero destaca que se presentaron “con buen ánimo”.

El caso es que si el idilio que vivieron con la llegada de Afkham hace tres años fue total, el encantamiento se va resquebrajando: “No quiero amor; quiero resultados”, recalca el director. El músico alemán se pone en la piel de los afectados: “Yo hubiera reaccionado igual; les entiendo. Pero tengo derecho a configurar la orquesta como creo necesario. Estoy convencido de que estamos preparados para afrontar un paso más, aunque el curso pasado fue muy duro, hubo muchos problemas”.

Ha regresado con ganas para dos programas de arranque en la temporada. La pasada semana, afrontó La creación, de Haydn, y esta se mete en La consagración de la primavera, de Stravinski, y el Concierto para violonchelo número dos, de Shostakovich. Y también continúa con las audiciones. “Al no contar con reglamento, hemos tenido que inventar un mecanismo para llevarlas a cabo. Pero, repito, estamos en nuestro derecho. Creo en las posibilidades de la orquesta. Por ahora, veo potencial. Debemos conseguir un ethos que nos lleve más adelante”, incide Afkham. “Para eso, aparte de calmar los ánimos, necesitamos un reglamento que modernice la forma de funcionar, que facilite giras, contrataciones, que nos coloque en el siglo XXI de una vez”, remata.

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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