Fallece Kathleen López Kilcoyne, pionera de la gestión teatral
De actriz y técnico en una compañía de teatro cántabra, a gestora nata cuando no había casi mujeres
Conocí a Kathleen López Kilcoyne cuando ambos teníamos veintipocos años. Fue en una feria de teatro, en 1987, y ya me fascinó esa sonrisa con la que todos los que la conocieron la recuerdan. En aquellos tiempos, ella era actriz y técnico en una compañía de teatro cántabra, pero sabía que tenía que traer a nuestro lado esa maravillosa energía. Así que conté con ella en 1990 como gerente de El lazarillo de Tormes, con Rafael Álvarez El Brujo y, después de eso, como responsable del departamento de Distribución, desde 1992 hasta el 2000.
En pleno crecimiento profesional, cuando le ofrecieron ser gerente de La Abadía la animé a vivir la experiencia; quería que aprendiera todo lo que pudiera de ese puesto y de los que asumió después en el Centro Dramático de Aragón y en la Escuela de Cristina Rota. Cuando volvió a nosotros, en 2005, lo hizo ya como subdirectora de Pentación y del Teatro Bellas Artes.
Ahora que se habla tanto del papel de la mujer pienso que a Kathleen no hubo que hacerle espacio; ella ya lo tenía, sabía siempre perfectamente cuál era su lugar. Siempre he pensado que era una mujer adelantada a su tiempo; una gestora nata cuando en la gestión no había casi mujeres, tanto es así, que al principio los técnicos insistían en hablar conmigo, pero pronto entendieron con quién tenían que tratar. Kathleen era "la jefa", sabía mandar, tomaba decisiones serias y firmes y, con guante de seda o puño de hierro, se hacía respetar.
Kathleen era más que una eficaz colaboradora, era mi amiga, mi hermana… una persona brillante con la que he tenido siempre una complicidad y una comunicación tal que no hacían falta las palabras. Éramos el tándem perfecto. Nos complementábamos tan bien que, si no hubiera sido por ella, yo no hubiera podido aceptar el puesto de director del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida. Si de alguien podía fiarme era de ella. Era pura lealtad.
Hemos vivido 30 años de amistad y, cuando disfrutábamos viendo cómo nuestro proyecto florecía, recibimos el mazazo de la enfermedad. Ha vivido el cáncer con una dignidad que sorprendió a todos los que estábamos alrededor; nos ha dado una lección de vida sin perder nunca la sonrisa.
El domingo vinieron cientos de personas a despedirla, muchos otros me han dado el pésame por e-mail o en redes sociales y todos coincidían en tener un recuerdo precioso de ella. El vacío que me deja Kathleen es inmenso y sé que la voy a echar de menos todos los días.
Jesús Cimarro es productor teatral, presidente de la Academia de Artes Escénicas y director del Festival de Teatro de Mérida.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.