Por la adversidad a las estrellas: la RAF cumple 100 años
Libros y homenajes conmemoran un siglo de la famosa fuerza aérea británica
Llego algo tarde al centenario de la RAF, la Royal Air Force, pero es que he estado muy ocupado. Entre otras cosas, pensando en cómo escribir sin levantar ampollas del aniversario de la famosa fuerza aérea británica que ha cumplido este año (el 1 de abril) un siglo de vuelos y combates. Y es que en ese tiempo caben grandes aventuras aéreas, hazañas y mucho valor, pero también episodios que dan considerable repelús como el bombardeo de Dresde. A ver, a mí es que la RAF me pone con sus loopings de vértigo, sus “¡bandidos a las 10 en punto!”, sus derribos de nazis o sus apuestos pilotos con chupas de cuero y borreguillo. Yo quisiera haber sido uno de ellos, uno de los Few, de a los que nunca tantos, etcétera. Pero es que mis queridos aviones, mis Spitfires, Hurricanes, Defiants, Lancasters, ametrallaron (los cazas) a pobres tipos que corrían descalzos en parajes coloniales y arrojaron bombas a saco (los bombarderos) sobre civiles inocentes. Está uno como dividido con la RAF.
Aproveché una visita a Londres este verano para acercarme a reflexionar junto al monumento a las tripulaciones de bombarderos de la fuerza en Green Park, Picadilly, uno de cuyos impulsores fue, curiosamente, Robin Gibs (cuesta imaginar a los Bee Gees cantando Stayin’ Alive en un Halifax durante una misión sobre el Ruhr). Las bonitas siete estatuas estaban rodeadas de coronas de flores y mensajes de recuerdo y homenaje. El memorial tiene incluso grupo de Facebook. Me costó felicitarles a los aviadores de bronce de la RAF el cumpleaños, así que finalmente decidí que lo mejor era celebrar la efeméride con libros (Penguin ha lanzado The Centenary Collection, con títulos clásicos como The last enemy, Tornado down, o First Light) y compré dos novedades en Hutchinson: The birth of the RAF, 1918, de Richard Overy (Allen Lane, 2018) y la edición facsímil de Penguin de A dictionary of RAF slang, de Eric Partridge (¡perdiz!), donde he aprendido que al fuego de ametralladora se le llamaba “confeti”, “the ditch” era el Canal de la Mancha, “crumper”, pegarse una castaña, el “conservatorio”, la cabina del piloto, “frozen on the stick” era tener un ataque de pánico, y a los Focke- Wulf se los denominaba "Abberville Kids". Ahí queda.
He leído con fruición a Overy –con el que una vez pasé un rato sensacional hablando de Kursk-. El historiador explica que el nacimiento de la RAF fue un parto que ríete tú del de Atenea (que salió por la cabeza de Zeus y armada, lo que ha de doler). Sorprende saber que esa famosa fuerza aérea no se creó hasta el último año de la I Guerra Mundial, en medio de la lucha y entre los recelos y envidias de la Royal Navy (que tenía el Royal Naval Air Service, RNAS) y el ejército de tierra (al que pertenecía el Royal Flying Corp, RFC), las dos armas a las que estaba adscrita la primera aviación de combate.
La idea de una fuerza aérea independiente no se abrió paso sino muy despacio. Al principio incluso pareció que la neonata RAF era una organización provisional que iba a desaparecer. Fue, cuenta Overy, gracias a los políticos –los militares, incluso el considerado padre de la RAF, el mariscal Hugh Trenchard, alias Boom, alimentaban serias dudas y temían que se les escapara, literalmente, el pájaro de las manos- y sobre todo en última instancia a Churchill, que la RAF pervivió para llegar a su finest hour en la Batalla de Inglaterra.
En el nacimiento de la RAF, Overy destaca la influencia desde el principio de las ideas de defensa aérea del Reino Unido y de bombardeo estratégico (atacar al enemigo en su casa) como razones para disponer de una fuerza voladora (y un ministerio) independiente de los ejércitos de tierra y mar. También resultaba más barato mantener el Imperio patrullándolo desde el aire.
Fue complejísimo construir esa tercera arma, desde asuntos tan banales como los nuevos rangos (se intentó crear el de Squadron Ardian, del gaélico “ard”, jefe, y “eun”, pájaro), escudo, bandera y uniformes (el primero, azul celeste con dorados parecía surgido de la Ruritania de El prisionero de Zenda), hasta los problemas industriales, de dotación, de adiestramiento y el encaje en la defensa nacional, por no hablar de la emergencia de un nuevo ethos. Los requerimientos para entrar en el nuevo servicio incluían ser capaz de volar, lo que parece lógico, cierta cantidad de inteligencia y coraje, y esa inefable calidad inglesa: ser un gentleman. Sorprende ver que se apreciaba tener “gusto literario”. En la Luftwaffe me parece que no.
No es la menos curiosa de las circunstancias del surgimiento de la RAF que naciera formalmente un 1 de abril, el Fool’s Day, el día de los inocentes británico. En fin, como dice su lema, Per ardua ad astra, por la adversidad a las estrellas, chicos. Venga: ¡feliz cumpleaños RAF!
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