Europa, hace 20.000 años
La película está cargada de virtudes, pese a que su fuerza visual está a veces empequeñecida
No se hacen, ni se han hecho, demasiadas películas ambientadas hace 20.000 años en lo que ahora llamamos territorio europeo. Primer punto. Tampoco se componen demasiadas películas históricas con mensaje ecologista que no caigan en lo melifluo, en una visión puramente contemporánea y sin matices de lo que siempre fue la lucha entre el ser humano y la naturaleza. Segundo punto. Y son aún menos las películas de aventuras de Hollywood cuya apuesta por la imagen y no por el texto lleven a que en su versión original se huya del inglés, con todo lo que ello conlleva de riesgo comercial en el mercado anglosajón, para abrazar unos diálogos en idioma incompresible y ancestral: el indio americano. Tercer punto.
ALPHA
Dirección: Albert Hughes.
Intérpretes: Kodi Smit-McPhee, Jóhannes Haukur Jóhannesson, Natassia Malthe.
Género: aventura. EE UU, 2018.
Duración: 96 minutos.
Desde luego, en Alpha, primera obra en solitario de Albert Hughes sin la habitual compañía de su hermano Allen, se ha perdido la oportunidad de haber clavado aún más la reconstrucción idiomática, y bien se podría haber optado por una de las lenguas europeas más remotas, pero la película, al menos en su versión original subtitulada, está cargada de virtudes, pese a que su fuerza visual está a veces empequeñecida por el tufo digital de determinadas tomas.
Dividida claramente en dos mitades, Alpha cuenta en su primera parte los ritos iniciáticos para la caza y la guerra del joven hijo del jefe de una tribu prehistórica. Y, en su segundo trecho, ya sin apenas texto, la relación de este con un lobo que comienza como enemigo y termina como aliado en su lucha por la vida. Es decir, y por entroncar con dos películas de Jean-Jacques Annaud: un segmento está en la línea de En busca del fuego (50.000 años arriba o abajo, que se dice pronto), y otro en la órbita de El oso. Aunque, ojo, siempre en un sentido menos adulto y trascendente, y más enfocado hacia la platea juvenil.
Con unos efectos visuales quizá mejorables en las secuencias de grandes manadas y estampidas, sobre todo cuando se trata de una superproducción, pero con unos logrados momentos de interactuación ser humano-animal, la narración ofrece un compacto relato de supervivencia que nunca resulta dulzón. E incluso lo suficientemente feroz como para que algún crío de los más pequeños salga del cine de un modo distinto al que entró: endurecido o aterrado.
Babelia
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