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Crítica | El viaje de Nisha
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El abismo, enfrente de casa

Una obra interesante, aunque fallida, en la que, vistas por partes sus secuencias, todo resulta realista y verosímil, pero en la que falta coherencia interna

Javier Ocaña
Maria Mozhdah y Lalit Parimoo, en 'El viaje de Nisha'.
Maria Mozhdah y Lalit Parimoo, en 'El viaje de Nisha'.

EL VIAJE DE NISHA

Dirección: Iram Haq.

Intérpretes: Maria Mozhdah, Adil Hussain, Ekavali Khanna, Rohit Saraf.

Género: drama. Noruega, 2017.

Duración: 106 minutos.

En España ha sido rebautizada como El viaje de Nisha, título explícito, exacto en su extensión física, mental y moral, pero quizá se ha perdido la oportunidad de mantener el original, What will people say, sobre todo porque por aquí sabemos bien lo que quiere decir, lo que implica, lo que ha pesado (ahora mucho menos, gracias) en una sociedad durante demasiado tiempo anclada en el pasado. Una película sobre “el qué dirán”.

Cuenta la directora noruega de origen paquistaní Iram Haq que su título hace referencia a una expresión que, en urdu y en hindi, se utiliza mucho en familias y entornos donde la tradición y el honor son esenciales. En urdu, en indi, y en castellano. Hasta el calvario de los hijos. O, mejor, hasta el calvario de las hijas, que ellos siempre son unos privilegiados.

Ambientada entre Noruega y un reducto de Pakistán, a 300 kilómetros de Islamabad, El viaje de Nisha cuenta la odisea vivida por una adolescente escandinava de familia integrada en la sociedad occidental de puertas hacia fuera, pero de atroz ultraconservadurismo de la ventana (cerrada a cal y canto) para dentro. Una obra interesante, aunque fallida, en la que, vistas por partes sus secuencias, todo resulta realista y verosímil, pero en la que falta coherencia interna. Al borde del tremendismo en distintos momentos, el relato nunca quiere encontrar la necesaria gama de grises, los matices. Todo es blanco, o negro, y cuando quiere encontrar el gris en el desenlace, es de un tono tan claro que tampoco resulta lógico con lo que se ha estado contando.

Puede que en estos temas de radicalismo religioso y cultural sea imposible el gris, pero en cine, a veces, es complicado tragarse esa sucesión de insensateces en los personajes, y no solo en los negativos sino también en los positivos, incluido el hecho que da pie al inicio del martirio de la chica.

De todos modos, pese a las excesivas incongruencias, no son pocos los detalles válidos de una película que puede incluso emocionar, y que pone sobre la mesa funestas realidades. Como el contraste entre una sociedad donde conviven los servicios sociales del primer mundo y los matrimonios concertados del jurásico. El abismo, a unos centímetros de su casa.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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