Un mar de butacas azules
Solo Curro Díaz cortó una generosa oreja ante una corrida noble y blanda de El Parralejo
En la plaza cubierta de San Sebastián no se veía el cemento, sino un mar de cómodas butacas azules, que, por desgracia, fueron las protagonistas de la segunda corrida de feria. Muy poca gente, quizá un tercio de los tendidos, acudió al reclamo de los toros de El Parralejo, hierro triunfador del pasado año, y de los toreros Curro Díaz, López Simón y Luis David Adame, un extraño cartel que se quedó a medio camino entre la frialdad, la superficialidad y la ausencia de sentimiento. Muchas butacas azules vacías se vieron, lo que debiera servir de reflexión para la empresa y los propios toreros.
Díaz, el más veterano, cortó una oreja, pero mejor que nadie sabe él que ese premio fue producto de la extrema generosidad de un público de nula exigencia y muy escaso conocimiento y no de sus méritos; sus compañeros se repartieron ovaciones por doquier, pero ninguno de los tres hizo méritos para ello. Y no es que tuvieran delante una peligrosa corrida, fiera y encastada; más bien, nobilísimos animales, con las fuerzas muy justas y la bravura en los caballos cogida con alfileres, bondadosos, cercanos a la santidad, que ofrecieron, mal que bien, sus buenas condiciones que en modo alguno fueron aprovechadas por los matadores.
Si la corrida sale bronca y violenta, justificación existe para la actuación decorosa del torero; pero si resulta bonancible, repetidora y con fijeza en los engaños, por qué no brota la emoción en el ruedo.
Habría que preguntarle a Curro Díaz, un torero de bellos inicios, prestancia en los andares, personalísimo en los detalles, pero anodino en el toreo fundamental. Habría que preguntarle por qué ese comienzo de faena a su primero, por alto, elegante, templado, y ese precioso cambio de manos, un regalo para la vista, que se nubla en cuanto cita con la mano derecha y toda la magia se deshace; que si la sosería del toro, que si un enganchón, que si la media altura… En fin, que el gozo se fue para no volver. Algo parecido sucedió ante el cuarto, al que le costó embestir.
EL PARRALEJO/DÍAZ, L. SIMÓN, ADAME
Toros de El Parralejo, bien presentados, blandos, mansos, nobles y descastados; con calidad primero y sexto, y destacó el tercero por su movilidad.
Curro Díaz: dos pinchazos y media (ovación); estocada y un descabello (oreja).
López Simón: casi entera _aviso_ y dos descabellos (ovación); estocada baja _aviso_ (ovación).
Luis David Adame: pinchazo, estocada perpendicular y un descabello (ovación); estocada al encuentro _aviso_ dos descabellos y el toro se echa (petición y vuelta).
Plaza de San Sebastián. Segunda corrida de feria. 12 de agosto. Un tercio de entrada.
Mala suerte tuvo López Simón con el lote menos lucido; y tampoco le tocó el cupón a sus toros, que tuvieron delante a un torero aturrullado y escasas ideas. Muchos pases, anodinos casi todos, y un arrimón final ante el remiso quinto no sirvieron para mostrar la mejor cara de un torero con deseos de enderezar su carrera.
Y no les anduvo a la zaga el mexicano Adame, muy variado con el capote, superficial como pocos con la muleta, acelerado en todo momento, bullanguero, deshilvanado y mal con los aceros. Trazó una buena verónica en el recibo a su primero, otras dos de calidad al sexto, y el público se divirtió -por primera y única vez en toda la tarde- con un quite por vistosas zapopinas. Es verdad, no obstante, que le pidieron la oreja del último con más pañuelos que los que se vieron en la petición para Curro Díaz; este la paseó y Luis David no. Habría que preguntarle al presidente…
Babelia
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