Lehman Brothers: grandeza y miseria del capitalismo
Sergio Peris-Mencheta estrena en español la aclamada obra de Stefano Massini que repasa la historia de la firma cuya quiebra en 2008 simboliza la última gran crisis financiera
Esta aventura comienza a las 4.58 horas del 11 de septiembre de 1844. En ese momento un judío alemán de 22 años, hijo de un comerciante de ganado de la región de Baviera, llegó al puerto de Nueva York con una maleta ligera y un nombre difícil de pronunciar en inglés. “¿Cómo se llama?”, le pregunta el agente de inmigración. “Heyum Lehman”, responde. “No le entiendo. ¿Nombre?”, repite el funcionario. “Heyum... Heyum Lehman”, contesta de nuevo. “Entendido: Henry Lehman —anota—. Bienvenido a América, señor Lehman. ¡Buena suerte!”. Poco después el rebautizado Henry abrió una pequeña tienda de telas en la ciudad sureña de Montgomery, Alabama, en medio de un mar de plantaciones de algodón: H. Lehman Tejidos y Confecciones. En 1847, tras la llegada a América de uno de sus hermanos, Emmanuel, el comercio pasó a llamarse H. Lehman And Bro. Y en 1850, al sumarse otro hermano, Mayer, el negocio adoptó por fin su denominación definitiva: Lehman Brothers. ¿Les suena?
Así empieza Lehman Trilogy, la monumental pieza teatral de cinco horas escrita por el italiano Stefano Massini, actual director del Piccolo de Milán, que cuenta de forma épica la historia de la empresa que pasó de ser la encarnación feliz del sueño americano a convertirse en símbolo de la última gran crisis financiera mundial tras su sonada bancarrota en septiembre de 2008. La obra, que dejó boquiabierto al exquisito público parisino en su estreno en 2013, fue saludada por la crítica como la gran crónica teatral del capitalismo: de cómo un comerciante se convierte en intermediario y después en banquero y después en inversor y finalmente en especulador; de cómo también el capitalismo puede ser grandioso y miserable a la vez.
Desde entonces Lehman Trilogy no ha dejado de representarse y ha sido traducida a 14 idiomas. Fue el último trabajo del gran Luca Ronconi antes de morir en 2015, hace dos años se presentó una versión en catalán en Barcelona y ahora, coincidiendo con el décimo aniversario de la quiebra, se multiplica en los escenarios. Acaba de estrenarse en el Teatro Nacional de Londres, con una sobria puesta en escena del conocido cineasta Sam Mendes, y el próximo viernes se podrá ver por primera vez en castellano, en el Palacio Valdés de Avilés, en una producción recortada a tres horas dirigida por Sergio Peris-Mencheta. Después viajará a San Javier, Madrid, Ponferrada, Bilbao, Granada y Sevilla, entre otras ciudades españolas.
Seis actores-cantantes-músicos interpretan un total de 143 personajes en este espectáculo que, pese a basarse en una obra eminentemente narrativa, es fabulosamente teatral. “El texto tiene mucho ritmo, intercala relato con diálogos, canciones, rezos, bailes... Por eso siempre lo he visto como musical y así lo he querido materializar: todo se sucede a ritmo de twist, de rhythm and blues, espiritual negro, ragtime y, por supuesto, cantos judíos”, explicaba Peris-Mencheta a EL PAÍS el jueves pasado durante un ensayo en Madrid.
Ese día, en el Teatro del Bosque de Móstoles, Peris-Mencheta y su equipo representaban por primera vez la obra completa de un tirón, con el vestuario definitivo, las luces, toda la tramoya funcionando, la música en directo... ¡Gran excitación! Por el escenario giratorio iban desfilando los miembros más destacados de la familia Lehman. Primero los tres fundadores, Henry, Emmanuel y Mayer, que un buen día, después de un gran incendio en las plantaciones de algodón, inventaron el concepto de intermediario: “Si el fuego os ha arruinado, ¿con qué pagaréis? Pagadnos con bruto: un tercio de la cosecha. Nosotros lo revendemos”. Y el cartel de la tienda cambió de nuevo: Lehman Brothers. Compraventa de Algodón en Bruto.
De esa forma en poco tiempo los Lehman lograron ganancias que jamás habrían soñado con la simple venta de telas, de tal forma que en 1858 abrieron sucursal en Nueva York y empezaron a diversificarse: café, tabaco, carbón, ferrocarriles. El capitalismo a toda máquina a la busca de la prosperidad. La Guerra de Secesión les vino bien: durante el conflicto vendieron algodón a Europa y en la posguerra se enriquecieron con préstamos para la reconstrucción del país. Así se convirtieron en banqueros. “La gente utiliza el dinero para comprar. Pero quien —como nosotros— posee un banco, utiliza el dinero para comprar dinero, para vender dinero, para prestar dinero, para cambiar dinero”, explica casi cantando en otra escena Philip, el heredero de Emmanuel, que dirigió la compañía de 1901 a 1925.
Invertían en petróleo, el canal de Panamá, coches, casas... El capitalismo a toda máquina. Hasta el Jueves Negro de 1929. Turno de Robert, hijo de Philip: “La situación es la siguiente, padre: el Estado hará responsable de la crisis a los bancos (...) A los primeros que alcancen el punto crítico los dejarán irse a pique: el Estado debe mostrar que no nos ayuda (...) Pero después de esta primera fase el Estado necesitará bancos fuertes que aún estén en pie porque sin bancos no hay recuperación posible. Por lo tanto, padre, estoy convencido de que si Lehman Brothers sobrevive al primer mes, no dejarán que nos declaremos en quiebra y saldremos fortalecidos”. ¿Les suena?
Pero lo más fascinante de esta obra no es la historia de la empresa, sino la de las personas que la dirigieron. ¿Eran genios? ¿Oportunistas? ¿Amorales? ¿Sin escrúpulos? ¿Cómo debemos juzgarlos? “Es más fácil empatizar con los tres fundadores y su espíritu de pioneros. Ellos aún necesitaban tocar la materia prima, las telas que vendían, la economía y los sueños eran todavía algo concreto. A lo largo del texto se ve bien cómo eso que entonces era concreto se va convirtiendo en abstracto y cómo en paralelo los sucesivos propietarios van perdiendo escrúpulos”, apunta Peris-Mencheta. “¡En Wall Street está todo! No hay hierro, pero sí está la palabra hierro. No hay tela, pero si está la palabra tela. No hay carbón, pero sí está la palabra carbón”, proclama eufórico Philip. Pero su hijo Robert va más allá: “Invertir dinero solo para hacer dinero. Sin siglas que financiar. Sin industria que lanzar. Sin mercados que explorar. Dinero para hacer dinero. Adrenalina pura, escalofrío continuo”.
Robert Lehman murió en 1969 sin dejar herederos y ninguno de sus primos ni sobrinos quisieron tomar las riendas. La firma pasó entonces a ser dirigida por personas ajenas a la familia. Siguió creciendo, siempre más y más, hasta que en 2008 se declaró en bancarrota. Para entonces no quedaba ni un Lehman vinculado a la empresa.
¿Y dónde estaban las mujeres en esta historia? “Esta es la historia de las personas que inventaron y dirigieron el sistema capitalista actual. Por tanto, también es la historia del patriarcado. Las mujeres no estaban en los espacios de poder que aparecen en esta historia”, responde Peris-Mencheta.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.