Rodrigo Leão: “La música es un refugio para escapar de la realidad”
El compositor portugués celebra 25 años de carrera en solitario con una versión revisada y actualizada del concierto de 'Os Portugueses'
Rodrigo Leão cumple a la perfección esa ley no escrita que afirma que la música es, a fin de cuentas, una expresión del alma, incluso en su caso se podría añadir que también es una manifestación física. Sus gestos delicados y su conversación afable, acompañados de una fina educación y una interesante profundidad intelectual, son como señales de las propias virtudes de su exquisito cancionero, formado por una variedad de estilos que van del pop al folk, del jazz al fado, pasando por la música clásica y su pasión cinematográfica. “Me guio por la intuición. Es importante para mí. Siempre he sido un músico autodidacta”, sostiene, sentado en un sofá de la redacción de EL PAÍS.
Leão celebra 25 años de carrera en solitario en 2018 con una versión revisada y actualizada del concierto de Os Portugueses, que se centra en su obra desde la lengua portuguesa y que le traerá el 3 de agosto con una orquesta al Festival Tendencias de Salobreña, en Granada. Ya en noviembre volverá para girar por más ciudades españolas y conmemorar un cuarto de siglo desde que se independizó de dos grupos que marcaron el pop portugués: Sétima Legião, formación histórica que fundó con 19 años a principios de los ochenta, y Madredeus, banda liderada por Pedro Ayres Magalhães y que divulgó las raíces portuguesas en sintonía con la world music. Ambas formaciones sirvieron como laboratorio de ideas para un hombre que, desde que publicó en 1993 Ave Mundi Luminar, no ha dejado de explorar en su búsqueda de sonidos ambientes. “Todo viene de cuando tenía tal vez 11 años y me fascinaban compositores clásicos que mi madre me hacía escuchar en casa. Hablo de Mozart, Beethoven… Ellos se mezclaron con mi pasión por el rock sinfónico y grupos como Pink Floyd, Genesis…”, explica. De esos años de aprendizaje, añade, se queda con “el mundo de cuerdas” que aprendió de maestros clásicos como Franz Schubert y Robert Schumann. “Condicionaron mi cabeza para ver imágenes con la música”, comenta.
El compositor portugués, que se ha pasado muchos años componiendo en casa con un ordenador y un sintetizador, confiesa que encuentra la inspiración en pequeños detalles de la vida cotidiana. “Las personas que me rodean, los viajes que hago o las maravillosas vistas de mi casa en Lisboa me dan ideas”, cuenta. Y asegura que su proceso de composición sigue siendo el mismo que hace 25 años. “La única diferencia es que antes era más minimalista por mi gusto por el rock sinfónico. Pero diría que a partir del año 2000 me centré en conocer más el lenguaje que llevaba en la cabeza con el portugués, el castellano y el inglés. Hice más músicas del mundo hasta llegar a mi actual vocación con el cine y la electrónica”, apunta.
Toda esta inquietud queda reflejada en sus últimos discos, publicados entre las distintas colaboraciones cinematográficas como las bandas sonoras escritas para El mayordomo, de Lee Daniels, A gaiola dourada (La jaula dorada), de Ruben Alves, Njinga, rainha de Angola, de Sérgio Graciano, O frágil som do meu motor, de Leonardo António, o 100 metros, de Marcel Barrena. “Me encanta trabajar para una película pero es la parte que más ardor me da”, reconoce. “Hay otra cabeza, aparte de la tuya, pensando en cómo tiene que ser la música y estás supeditado a ella. Es la cabeza del director. No siempre es fácil encontrar un punto común, plasmar lo que él quiere. Pero es un reto que, cuando se consigue, da mucha satisfacción”. En 2015, publicó A vida secreta das máquinas, que incluye sonidos grabados con su móvil durante un viaje a Goa y en una antigua fábrica en Lisboa, convirtiéndose en aproximación a los ambientes electrónicos. Y solo un año después sacó Life is long, un álbum de pop alternativo grabado junto al australiano Scott Matthew y con el que conseguía alcanzar de nuevo una fragilidad dulce y bella en los medios tiempos como antes hizo en sus asociaciones con Beth Gibbons, de Portishead, o Heil Hannon, de The Divine Comedy. “Scott Matthew había escuchado mis otros trabajos y me dijo que teníamos algo en común. Ese algo era la búsqueda de lo bello con la música”, dice con una sonrisa.
Leão habla en castellano, esforzándose por encontrar palabras que se le atascan, pero demostrando una predisposición plena por entender otro idioma, otra cultura, otra “visión de la vida”, tal y como su conciliadora obra consigue al unir distintos estilos con elegancia, ofreciendo un espacio espiritual reconfortante. “La música es un refugio con el que escapar de la realidad”, afirma. “Y lo es porque nos permite buscar poesía”, sentencia.
Babelia
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