Hernán Cortés o cómo pintar retratos con la bahía de Cádiz
El artista exhibe 130 obras de conocidas personalidades en la Fundación Telefónica
Hernán Cortés iba para médico, pero se cruzó en su camino la pintura y la poesía. A los 16 años decidió ser pintor, con la oposición de su padre. “Por eso fue tan importante para mí Dámaso Alonso. Fue mi valedor. Era muy amigo de mi padre y le convenció para que me dejara dedicarme a lo que me gustaba desde que mi madre me regaló unas pinturas a los seis años”, explica el pintor gaditano, de 65 años, frente a uno de los retratos del fallecido poeta y académico de la lengua. Hay mucho más en la exposición que se inaugura este viernes en la sede de la Fundación Telefónica de Madrid. La mayoría de las 130 obras reunidas son retratos del artista que se dio a conocer, precisamente, por su destreza para captar con una atmósfera actual, abstracta, geométrica, conocidas personalidades de la vida política, cultural, económica y social española, como los de la Constitución, el aún príncipe Felipe, Felipe González, Jorge Guillén, Jesús Polanco o Plácido Arango.
“En este retrato de Rafael Alberti está a mi modo de ver la bahía de Cádiz, en el fondo, en la luz, en el aire libre...”, señala el pintor, a propósito de uno de los ejes que articulan la muestra que se prolongará hasta el 4 de octubre para luego exhibirse en Cádiz. Asegura Cortés que siempre tiene presente, de manera consciente o inconsciente en su trabajo, “el sentimiento de inmensidad de la bóveda celeste de la bahía y el plano del mar” de cuando empezó a pintar paisajes en su ciudad natal, antes de trasladarse a Madrid.
Es un curioso ejercicio observar más allá de los famosos rostros para buscar los planos, el espacio y la estructura que ya anticipa en sus paisajes. “Es una visión distinta de su obra, muy conocida sobre todo en los retratos institucionales. Queremos abrir la perspectiva. Mira este retrato de Carmen Bustamante con que significativamente se abre la muestra. Representa una mujer fuerte, en una posición rompedora, que no te mira... Pero la clave es el concepto del espacio”, indica la comisaria, Lola Jiménez-Blanco.
Cortés se considera deudor de la modernidad de las vanguardias, más que de la posmodernidad. Bebe del Renacimiento, del Barroco, de Piero della Francesca y de Diego Velázquez. Y si tiene que elegir a un retratista del siglo XX, a un pintor que pinta a una persona con nombres y apellidos, opta por Graham Sutherland, pero reconoce la influencia de la desgarradora visión del hombre que transmitieron las pinturas y dibujos de Alberto Giacometti y Francis Bacon. “Después de ellos no se puede pintar al hombre de la misma manera”, razona Cortés.
Se le suele enclavar en el hiperrealismo y, aunque no comparte esa visión, tampoco le molesta. Ni que se le etiquete como el retratista de las instituciones, de los poderosos. “Es un orgullo para mí que se asocie mi pintura con la política española durante la democracia. Que el debate político tenga lugar entre mis cuadros”, comenta en referencia a los retratos de los padres de la Carta Magna que cuelgan en la Sala Constitucional del Congreso de Diputados.
La exposición incluye varios vídeos realizados ex profeso con una entrevista a Cortés de Rafael Argullol o una lectura de dos relatos escritos por Álvaro Pombo a propósito de los retratos de Dámoso Alonso y Pedro Laín Entralgo.
Babelia
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