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Los toros nobles también hieren

Paco Ureña sufrió una cornada menos grave en el muslo derecho al entrar a matar al cuarto de la tarde

Antonio Lorca
Paco Ureña, instantes después de ser corneado por el cuarto toro de la tarde.
Paco Ureña, instantes después de ser corneado por el cuarto toro de la tarde.Jesus Diges (EFE)

El toro de más nobleza y calidad de la muy desigual corrida salmantina le infirió una cornada a Paco Ureña en la cara interna del muslo derecho. Para que luego se diga… Según los médicos, la herida es de 15 centímetros, produjo destrozos musculares, llegó hasta la cara anterior del fémur, y su pronóstico es menos grave.

El suceso acaeció cuando el torero entró a matar al cuarto de la tarde; le echó la muleta al hocico y, en el momento del encuentro, el animal levantó la cara, y soltó un derrote seco con tan mala fortuna que alcanzó la pierna de Ureña, quien ni siquiera perdió el equilibrio, pero se dio cuenta al instante de la importancia de la herida, que sangró abundantemente.

A pesar de la cornada, el torero se negó a ser trasladado a la enfermería y aguantó entre gestos de dolor que el animal doblara las manos. Solo entonces, y cuando supo que le habían concedido una oreja, permitió que la cuadrilla lo dejara en manos de los médicos.

Es una decisión esta que carece de sentido en tales circunstancias, y que solo agrava el accidente sufrido, pero así son los toreros en la falsa creencia de que esas cabezonerías le añaden prestigio a su contrastado valor.

Y no es así, porque las cualidades hay que demostrarlas en la cara del toro en plenitud de facultades. Y eso fue lo que intentó Ureña ante ese cuarto, quizá el toro de más calidad del encierro. Y no lo consiguió; al menos, no fue capaz de dibujar la faena honda, ligada y emocionante que su oponente exigía.

PUERTO/UREÑA, ROMÁN, GARRIDO

Toros de Puerto de San Lorenzo, muy bien presentados, serios y con cuajo, mansos y descastados; destacaron por su nobleza segundo y cuarto.

Paco Ureña: estocada (palmas); estocada -aviso- (oreja).

Román: estocada trasera y caída (oreja); estocada y un descabello (silencio).

José Garrido: casi entera dos descabellos y el toro se echa (silencio); bajonazo -aviso- (palmas).

Plaza de Pamplona. Primera corrida de la feria de San Fermín. 7 de julio. Lleno.

Fue una faena larga, acelerada, superficial, desordenada, sin sentimiento; sonreía el torero entre tanda y tanda, supuestamente satisfecho de su labor, pero su contento no se reflejó nunca en la emoción del público. Después, llegó la cornada y ya se sabe que la visión de la sangre ablanda los corazones de la gente y la autoridad del presidente.

Otro buen toro hubo y fue el segundo, lidiado por Román. Lo recibió con dos largas cambiadas en el tercio, se lució en un ceñidísimo quite por saltilleras, acabó con unas ajustadas bernardinas y se tiró de verdad a la hora de matar. Pero el toreo fundamental brilló por su ausencia. Hubo templados redondos y algún natural aceptable, pero ninguno a la altura requerida por la calidad del animal.

Y poco más. Bueno, sí, hubo mucha rodilla en tierra. De hinojos comenzó Ureña la faena al toro que lo hirió; de rodillas recibió Román a su primero, y volvió a doblar las piernas en el inicio del último tercio; y en la misma posición veroniqueó Garrido al sexto y lo muleteó en redondo con escaso lucimiento.

Pero el toreo arrodillado, que tanto parece gustar en Pamplona, no surtió el efecto deseado. Ni los toros colaboraron, más allá de los dos reseñados, ni los toreros estuvieron finos, ni las peñas tan animadas como en ellas es habitual.

Ureña, Román y Garrido cumplieron con más entrega que lucimiento; y el tercero, con menos suerte en su lote, solo pudo mostrar un valor que de poco le sirvió.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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