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Serrat: “La libertad de los presos favorecería la convivencia en Cataluña”

El cantante explica por qué visitó a Romeva en la cárcel de Estremera al recalar en Madrid tres días con lleno en su gira 'Mediterráneo da capo'

Joan Manuel Serrat durante su actuación en Pamplona el 9 de junio.
Joan Manuel Serrat durante su actuación en Pamplona el 9 de junio.VILLAR LÓPEZ (EFE)
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Joan Manuel Serrat conoce a Raúl Romeva desde que nació: “Con Jordi, su padre, estudié, hicimos la mili juntos y formamos un grupo hace más de 50 años”, comenta. Hace días le llamó su mujer. El líder independentista le había pedido a su esposa que preguntara al músico si quería ir a verle a la cárcel de Estremera. Allí permanece ingresado junto a otros políticos catalanes impulsores del procés, como Oriol Junqueras o Joaquim Forn. Y allí se presentó Serrat el pasado sábado para ver cómo se encontraba y hacerle una visita.

El cantante andaba en vísperas de una cita importante en Madrid: tres días con llenazo en Las Noches del Jardín Botánico para disfrutar de su gira Mediterráneo da capo. Ayer llegaba a Madrid algo cansado, sobre las siete y media de la tarde, pero con ganas de conversar con EL PAÍS antes de ver el España-Marruecos.

“Fui porque Raúl me lo pidió, así de sencillo”, afirma. “Personalmente no soy independentista, todo el mundo lo sabe, ni llevo lazo amarillo. Pero la puesta en libertad de estos presos sería un gesto de responsabilidad política que favorecería la convivencia en Cataluña”, dice Serrat.

La gira, de lleno en lleno

No ha querido esperar a que su disco Mediterráneo cumpla 50 años para salir a celebrarlo. Faltan tres, pero, previsor y cuidadoso, ha querido adelantarse. A lo largo de casi 100 conciertos por España, Europa y América, Serrat entona el disco de leyenda de principio a fin en la primera parte. Luego sigue con un programa muy centrado en otros éxitos pero con especial atención al repertorio marino. Desde hoy hasta el jueves, el cantante recala en Madrid. Tres días de lleno en Las Noches del Jardín Botánico. El billete se agotó en 24 horas.

El momento, según él, es el adecuado. “Un cambio de Gobierno sin las ataduras ni rocosidades que han lastrado todo anteriormente. Le vi razonablemente confiado en que se lleve a cabo su acercamiento a cárceles catalanas”. Esta división, esta grieta insoportable le duele a Serrat y ha recibido muchos ataques por su posición: “Cataluña está partida en dos mitades que no se ven, no se hablan, no se escuchan y por tanto no se entienden. A los más radicales no les vale el consenso, sólo la victoria. Eso es un fracaso de la convivencia. No saldremos de esto hasta que no se recupere esa normalidad que nos devuelva la convivencia”.

La visita a la cárcel fue un trago. “Pero hay veces en la vida que no te planteas las cosas por las consecuencias que puedan tener. Las haces porque crees que es justo o porque te las pide un amigo. Esos lugares siempre sobrecogen. La privación de libertad es un castigo tremendo. Estar 100 días sin poder abrazar a tus hijos, no se lo deseo a nadie”.

Para él ha sido un acto de coherencia humana, leal a la amistad, sin que se crucen las ideas que les separan a ambos por medio: “Hay que distinguir el soberanismo del procesismo. El primero me parece legítimo. No lo comparto, pero es una opción. El segundo es otra cosa. Plagada de manipulación, tergiversación, mentiras y promesas incumplidas. Han sido cinco años en los que la emoción se ha puesto por encima de la razón. Algo que se resume en lo que la consejera de Educación en el Gobierno de Puigdemont, Clara Ponsatí, confesó desde Escocia: que habían estado jugando una especie de partida de póquer e iban de farol”.

Llegados a este punto, para recuperar la cordura y eso tan ideal en algunos casos que llaman normalidad, el músico sólo desea una cosa: “Que el independentismo deje de ser ese eje sobre el que gira todo y por el que se vive cada día allí. Se puede ser catalán sin ser independentista”, asegura Serrat.

Pero últimamente, todo se va de madre. El músico ve como se pone el seny a prueba de bombas y éste, a la fuerza, flaquea. No sólo en Cataluña. También en ese territorio acuático que reivindica como propio. Su Mediterráneo. Ahí ha regresado 47 años después de que apareciera el disco que marca una era y sigue vigente. Lo ha hecho acuciado por una necesidad moral. Y los acontecimientos más dramáticos de los últimos tiempos le dan la razón: “El disco ha sufrido menos deterioro en este tiempo que las aguas de nuestro querido mar. No sólo en las profundidades, con su contaminación por plásticos y metales pesados. También en la superficie, con todos esos inmigrantes náufragos que vemos día tras día perecer y ser tratados como carne, no como seres humanos”.

Jamás sospechó que fuera a escuchar ciertas cosas de algunos mandatarios europeos. “Me indigna esta actitud espantosa de la normalización de la desvergüenza institucionalizada, ese desprecio a los seres humanos. La solución está en resolver el problema desde el origen pero los dirigentes, hasta ahora, no han sabido abordarlo”.

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