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Miguel Ríos: “He vivido más vidas de las que me correspondían”

El músico charla de su nueva gira, 'Symphonic Ríos', con los suscriptores de EL PAÍS

Miguel Ríos charla con los suscriptores de EL PAÍS.Vídeo: LUIS SEVILLANO
Andrea Nogueira Calvar

Hace tiempo que Miguel Ríos no pregunta cómo va la taquilla. Confía en que se vendan las entradas para sus conciertos y, si no, que le quiten “lo bailao”, como le decía su madre. El roquero está de gira con Symphonic Ríos, un espectáculo en el que toca los éxitos de su carrera acompañado de su banda habitual, los Black Betty Boys, y de una orquesta sinfónica compuesta para la ocasión. Para hablar sobre el espectáculo, el músico se ha reunido este lunes con un grupo de suscriptores de EL PAÍS en la redacción del periódico. Durante el encuentro, que se enmarca en el programa EL PAÍS+ y que estuvo moderado por el periodista Fernando Navarro, el músico charló del mestizaje de estilos musicales, de la evolución del rock y de las satisfacciones que le da ha dado su carrera: “He vivido más vidas de las que me correspondían”.

"La armonía de la música da seres armónicos"

Miguel Ríos estaba defendiendo el mestizaje de los géneros musicales cuando un suscriptor le ha requerido su opinión sobre la educación musical en España, si considera que ha evolucionado. “Las Humanidades nunca han formado parte de la dieta española de la educación”, sentenció el granadino, añadiendo que el primer error ha sido entender la cultura “como entretenimiento”. Para cambiar esta concepción, los grupos políticos tendrían que negociar y pactar, algo poco verosímil para él si se tiene en cuenta que en el sistema educativo español no hay clases de oratoria. Apuntó el cantante que si en cuestiones como el machismo “llevamos siglos equivocados” y tenemos que aprender a cambiar, otras facetas educativas que suponen una mejora en la vida de las personas también deben encararse con prontitud. Y zanjó su argumentación: “La armonía de la música da seres armónicos”.

Miguel Ríos tenía una vida programada en su Granada natal, en su tienda de discos. Si siguiese allí, ya estaría jubilado. En cambio decidió salir de la melancólica infancia de luces y sombras, dejar atrás la "sobrecogedora" belleza de la Alhambra y convertirse en el referente del rock en español. No siguió la senda que le habían preparado, optó por vivir otras vidas. La satisfacción del camino recorrido hace que el músico afirme hoy que no envidia a nadie porque su vida "es alucinante". Tanto le gustan los escenarios que, a sus 74 años, se va a subir a doce de aquí a final de año. “A un ritmo apropiado a mi edad: concierto, descanso”, ha bromeado el cantante.

Más de medio centenar de músicos vestirán las canciones roqueras de Ríos de melodía sinfónica en “un maridaje feliz” que no va en detrimento de ninguno de los dos estilos. El granadino se ha confesó emocionado ante la posibilidad de oír con esa “grandiosidad” lo que otras veces ha intentado lograr con los sintetizadores de sonido. La banda que le acompaña está formada por jóvenes talentos -al punto de ser “insultante” su edad, según precisó- y prácticamente paritaria, lo que le complace mucho. Si bien el disco ha sido grabado con la Orquesta Ciudad de Granada, para la gira se ha seleccionado a un grupo de músicos de diferentes partes.

No es la primera vez que Ríos asume un reto de este calibre. Los suscriptores, que pudieron preguntar y conversar con él, le recordaron su interpretación del El himno de la alegría, ya en los años 70. Aquella canción fue una envalentonada, pero por ignorancia más que por atrevimiento, según recordó. A sus 24 años desconocía a Beethoven y por eso se aventuró a interpretar una melodía que “no deja indemne a quien la escucha”. La emoción que le transmitía le hizo lanzarse, más preocupado de “ligar todo lo que pudiera” que por las críticas de los puritanos de la música clásica. No solo triunfó en España, sino también en Alemania, patria de Beethoven. Vendió 2,5 millones de copias, lo que le confirmó “que no había hecho nada malo”. El músico apuntó que “no tener todas las claves” y "arriesgarse" es uno de los motores del arte, “ser inconsciente para llegar a la consciencia”.

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El himno de la alegría es un canto a la libertad, la misma que los roqueros defendían, o al menos intentaban defender, en una España franquista. En la labor de “apostolado” que Ríos y el resto de músicos de su época realizaron imitaban la cultura de origen del género, Estados Unidos. La creían una sociedad “más libre”, según ha descrito el cantante, así que era un rock “impostado” que imitaba estética y contenido. Tanto que durante un tiempo también él renegaba de la mezcla con otros estilos, academicismo que se mantiene en algunos sectores. Pero “el 'rock' también es finito, son tres acordes y por muchos algoritmos que hagas, al final caes en que son tres”, apuntó recalcando que otros ritmos e influencias han hecho “revivir” al rock en muchas ocasiones.

Con sus atrevimientos sonoros y sus letras ha sido la banda sonora de muchos españoles, como le confesó uno de los suscriptores, que relató que comenzó a escucharlo en las fiestas del barrio y después en el coche, para incluso tararearlo en el trabajo. "Un piropazo" que el cantante agradeció y sobre el que reflexionó al declarar que saber que la gente canta sus canciones es "como si alguien metiera un gol todos de su vida en un partido decisivo". 

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Sobre la firma

Andrea Nogueira Calvar
Redactora en EL PAÍS desde 2015. Escribe sobre temas de corporativo, cultura y sociedad. Ha trabajado para Faro de Vigo y la editorial Lonely Planet, entre otros. Es licenciada en Filología Hispánica y máster en Periodismo por la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS.

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